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Navidad y cultura

Navidad, la más extendida de estas celebraciones, es época para el perdón y la reconciliación. Ante el milagro del nacimiento de Cristo todo lo demás empequeñece y lo que parecía motivo para la animadversión resulta convertido en futilidad. Por eso mismo es época oportuna para la autocrítica, como lo reconoció el Papa Francisco al detallar lo que denominó “las enfermedades de la Iglesia”.

24 de diciembre de 2014 Por:

Navidad, la más extendida de estas celebraciones, es época para el perdón y la reconciliación. Ante el milagro del nacimiento de Cristo todo lo demás empequeñece y lo que parecía motivo para la animadversión resulta convertido en futilidad. Por eso mismo es época oportuna para la autocrítica, como lo reconoció el Papa Francisco al detallar lo que denominó “las enfermedades de la Iglesia”.

Cuando la Cristiandad recuerda el nacimiento de Jesús con la fiesta de la natividad, el pueblo judío ha celebrado el Yanukah, o “nacimiento de la luz”, y los musulmanes el Ashura, o día en que el Arca se posó sobre la tierra y nació Abraham, el patriarca de las tres grandes religiones monoteístas.Así, en esta temporada la mayor parte de la humanidad entra en una época de recogimiento, alegría y celebración. Toma del pasado, de los pueblos paganos, el espíritu de fiesta que caracteriza las grandes celebraciones. Se da gracias a Dios por la vida y el disfrute de las cosas que poseemos, y nos llama a compartir nuestros bienes con los desposeídos.Una atmósfera moral caracterizada por la bondad se adueña del mundo, y es el mejor tiempo para compartir, apoyar a los débiles, regocijarse con los amigos y la familia y soñar con un mundo en paz. Aunque la celebración prime, ella está dominada por un espíritu de solidaridad que no permite olvidar a los que sufren, bien por enfermedad, bien por carencia de las cosas necesarias para el disfrute de la vida.Navidad, la más extendida de estas celebraciones, es época para el perdón y la reconciliación. Ante el milagro del nacimiento de Cristo todo lo demás empequeñece y lo que parecía motivo para la animadversión resulta convertido en futilidad. Por eso mismo es época oportuna para la autocrítica, como lo reconoció el Papa Francisco al detallar lo que denominó “las enfermedades de la Iglesia”. Circunscritas a la jerarquía católica y válidas para las otras grandes religiones.Dado que la religión es parte de la cultura, podemos extrapolarlas del ámbito religioso y aplicarlas a todo tipo de instituciones de la sociedad humana, lo que redundaría en provecho y mejoramiento comunitario. ¿Acaso la rivalidad, la intriga, el “Alzheimer espiritual”, la esquizofrenia existencial y hasta la falta de buen humor, no impactan también el cuerpo de las organizaciones políticas, los gremios empresariales, los aparatos burocráticos de los Estados, e incluso la familia y los grupos de amigos?Así como Francisco propone que se descubra la “cura” para estas enfermedades en la Iglesia, otro tanto debiera hacerse en la sociedad, desde sus células más sencillas hasta los conglomerados multinacionales de organismos complejos. De lo contrario el futuro nos depara el disenso antes que el consenso, la discordia antes que la armonía, la tristeza antes que la alegría, y la violencia antes que la paz. Todo lo contrario a lo que la bella metáfora de la Navidad nos promete.En el corazón del mensaje papal se encuentra la exaltación de la humildad y la austeridad, valores fundamentales del cristianismo y también de las otras grandes religiones. De allí su admonición final: Vivamos una navidad cristiana, libre de toda mundanidad.Pendientes de los demás y no de nosotros mismos, desprendidos del lujo y del boato, dando antes que recibiendo, pues el que da rosas “queda con la fragancia en las manos”. Ese es el centro del mensaje papal y la verdadera cura para los males que nos aquejan, ya no a la Iglesia, sino a todos.¡Feliz Navidad!

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