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Los males de Buenaventura

Lo que hoy vive Buenaventura no es una emergencia: es un mal crónico y si el Gobierno Nacional no le da el sentido que se merece y hace lo que le corresponde, que es acabar con esas bandas que saben el valor geoestratégico y las rutas que salen desde el puerto, la gente no podrá estar tranquila.

25 de enero de 2021 Por: Editorial .

Buenaventura tiene un importante valor geoestratégico al ser el principal puerto de Colombia sobre el Pacífico, por donde se mueve la mayor cantidad de carga de importación y exportación. Eso ha hecho que por ahí entre el contrabando y salga la droga, lo que explica la presencia de organizaciones criminales en la ciudad y su zona rural.

Esa es la razón para que hechos violentos como los ocurridos en las semanas recientes se repitan cada cierto tiempo y que se deba pedir ayuda a la Nación. El problema es que cada vez que hay algo se manda al Ejército, se refuerza la seguridad, se evitan algunos muertos y luego esos refuerzos se van, lo que aprovechan las bandas para regresar.

Así ha sido siempre y las decisiones definitivas continúan sin darse.
Como sucede ahora, cuando organizaciones criminales se enfrentan entre ellas por el control de la ciudad para mover los cargamentos del narcotráfico, quedarse con el negocio del consumo de drogas ilícitas o para apropiarse del de las extorsiones que también causa muertos y terrorismo, y para amedrentar a los ciudadanos.

Eso es lo que se produce en una ciudad de 500.000 habitantes, donde no hay fuentes de trabajo distintas al puerto ni oportunidades para la población. Es el caldo de cultivo para la violencia, que no se soluciona con los consejos de seguridad convocados cada vez que aumentan los índices de homicidios, donde se reúnen las autoridades, se adoptan soluciones temporales como llevar destacamentos del Ejército que al tiempo, cuando se empieza a sentir la calma, se van mientras quedan pequeños destacamentos que no pueden contener la delincuencia.

Lo que hoy vive Buenaventura no es una emergencia: es un mal crónico y si el Gobierno Nacional no le da el sentido que se merece y hace lo que le corresponde, que es acabar con esas bandas que saben el valor geoestratégico y las rutas que salen desde el puerto, la gente no podrá estar tranquila. Por eso es la emigración de personas que se desplazan ya no solo hacia Cali sino a Bogotá o Medellín, donde llegan a engrosar los cinturones de miseria.

Más trágico aún es que para ninguno de los males que azotan a la principal ciudad de Colombia sobre el Pacífico se hayan tomado decisiones como la terminación de una carretera que lleva 50 años haciéndose o como resolver el problema del canal de acceso a la zona portuaria para evitar que se aísle del comercio mundial.

No se explica cómo una ciudad que le genera tantos ingresos a la Nación no cuenta con un hospital decente ni hay una universidad que educa a sus jóvenes en las profesiones que se necesitan porque la que hay está en manos del clientelismo. Peor aún es que sus administraciones municipales lleven décadas como paradigma de la corrupción y la mayoría de sus últimos alcaldes hayan terminado presos por esa razón.

Por eso hay que preguntar hasta cuándo Buenaventura vivirá ese estado de cosas, y cuándo le resolverán sus problemas de violencia. Lo que hay ahí es un imperio del mal que debe derrotarse, no que cada tanto tiempo deba poner el grito en el cielo por el horror de las bandas criminales que la agobian.

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