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La Gran Guerra

Cabe preguntarse si el mundo actual, con los nacionalismos exaltados, millones de refugiados afectados por conflictos y la crisis de los organismos multilaterales, guarda semejanzas con lo que condujo al horror de las guerras del siglo pasado.

11 de noviembre de 2018 Por: Editorial .

Hace cien años se firmó el final de la que iba a ser denominada como la Gran Guerra. Reconocida también como la Primera Guerra Mundial porque involucró a combatientes de los cinco continentes, se trató de una confrontación sangrienta que dejó 16 millones de personas muertas, la mitad de ellas civiles.

Ahora cuando líderes de todo el mundo se reunieron en la capital francesa este fin de semana para conmemorar el fin de la Primera Guerra Mundial se hace necesario repasar un episodio monstruoso. Lo que se pensó entonces que iba a ser una corta refriega entre las potencias europeas de la época terminó siendo un conflicto largo, sangriento y doloroso que alcanzó a reunir a setenta millones de combatientes, diez millones de los cuales murieron.

Lo que nadie se imaginó era hasta dónde iba a llegar esa guerra en materia de inhumanidad. La tecnología puesta al servicio de la destrucción masiva de los seres humanos, donde los gases químicos y la guerra biológica adquirieron un escabroso protagonismo, de la mano de la mecanización del conflicto que empezaba a reemplazar las cargas de la caballería.

Las formas de la guerra, tal como se conocían en el Siglo XIX, dieron paso a una sevicia nunca antes vista. Las grandes movilizaciones a caballo y sable fueron consideradas obsoletas. Comenzó una guerra de trincheras y surgieron artilugios degradantes como los gases venenosos, la ametralladora, los tanques, lanzallamas y los bombarderos. Todo lo que pudiera hacer más daño al ser humano comenzó a ser probado en este largo conflicto.

Fue como el demonio puesto al servicio de la destrucción de la especie humana. La Gran Guerra redefinió el concepto de territorio y cambió las fronteras. Cuatro imperios cayeron: zarista, otomano, alemán y austrohúngaro, sus colonias y casas dinásticas. Esto dio paso a las dictaduras disfrazadas de socialismo o de salvadores que asesinan.

El imperio ruso cayó, lo que dio paso a la Unión Soviética y su dictadura del proletariado. En Alemania surgió el nazismo. A Italia llegó el fascismo, antecedente del nazismo y ambos justificados en el anticomunismo. Fue como si Europa, la Meca de la civilización occidental, se hundiera en el odio.

También fue el escenario para que Estados Unidos interviniera y se convirtiera en la gran potencia mundial gracias a su enorme poderío económico y bélico. A partir de allí, se transformó en una especie de protector de Occidente y de árbitro del escenario internacional.

Lo peor vino después ya que con el Tratado de Versalles los ganadores impusieron sanciones durísimas, reparaciones imposibles y responsabilidades humillantes para los alemanes. Un ambiente perfecto que permitió el surgimiento posterior de Hitler, la creación del Tercer Reich y el comienzo de una guerra con peores consecuencias que la de 1914.

Cabe preguntarse si el mundo actual, con los nacionalismos exaltados, millones de refugiados afectados por conflictos y la crisis de los organismos multilaterales, guarda semejanzas con lo que condujo al horror de las guerras del siglo pasado. La humanidad no puede repetir las causas de la llamada Gran Guerra.

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