El pais
SUSCRÍBETE

El valor de la naturaleza

Si la población mundial fuera consciente de cuánto depende en su día a día de la naturaleza, se propondría a cuidarla más. Protegerla significa mantener las fuentes primarias que nos proveen de agua, nos alimentan, nos sanan o nos brindan abrigo.

22 de mayo de 2020 Por: Editorial .

Si la población mundial fuera consciente de cuánto depende en su día a día de la naturaleza, se propondría a cuidarla más. Protegerla significa mantener las fuentes primarias que nos proveen de agua, nos alimentan, nos sanan o nos brindan abrigo, lo que deberíamos recordar al menos en el Día Internacional de la Biodiversidad.

Algunos datos ayudan a entender por qué es importante conservar esa diversidad biológica, representada en la variedad de fauna, flora y microorganismos que alberga el Planeta, así como en el entorno natural en que ellos se desarrollan. Por ejemplo, más del 80% de la dieta humana está compuesta por plantas; el pescado es la proteína animal por excelencia para tres mil millones de personas y en las zonas rurales de los países en desarrollo el 80% de los habitantes utilizan medicamentos tradicionales extraídos de la vegetación para la atención básica de su salud.

Para ponerlo en términos prácticos, se puede decir que los recursos biológicos son la base en la que se sostiene la civilización. Por más que la humanidad haya logrado avances tecnológicos como los actuales, evolucionara en apenas un siglo como lo ha hecho y hoy en día garantice mejores condiciones para el bienestar social, sigue dependiendo de la naturaleza para vivir. Por ello su destrucción sistemática acarrea consecuencias negativas para toda la población.

Aunque haya resistencia a creerlo, la pérdida de la biodiversidad o su alteración son la causa de muchos de los problemas que afectan al mundo. Como por ejemplo los casos de zoonosis, es decir las enfermedades transmitidas de los animales a los humanos, como el Covid-19 que hoy mantiene en estado de emergencia sanitaria, económica y social al Planeta. No solo es la manipulación indebida de especies silvestres, cuando se intervienen los hábitat, se deforestan o queman los bosques, se reducen los espacios de los animales, se les obliga a huir y a entrar en contacto con el hombre. Cambian entonces los ciclos de la vida, con efectos desastrosos para unos y otros.

La realidad es que la población humana necesita que sus ecosistemas se conserven y se mantengan saludables si quiere disponer de los elementos básicos para sobrevivir, como el agua, los alimentos, los medicamentos e incluso la ropa o los combustibles que le dan energía a sus hogares o les permiten producir. Como dice el lema con el cual ayer se celebró el Día Internacional de la Biodiversidad, ‘Nuestras soluciones están en la naturaleza’.

Aunque se debe reconocer una mayor conciencia colectiva sobre el valor que tiene la diversidad biológica, así como los esfuerzos que se están haciendo para su conservación, la realidad demuestra que el número de especies disminuye de manera acelerada y que la mayor responsabilidad sobre ello recae en el ser humano, ya sea por el efecto que tienen sus actividades o por la omisión en su cuidado.

No basta entonces con admitir la culpa o aceptar los errores. Cada árbol que se tumba, cada fuente de agua que se seca, cada animal que desaparece, significa una pérdida para la humanidad. Es el carrusel al que se debe encontrar la manera de detener para que de verdad se comience a construir un futuro real en armonía con la naturaleza.

AHORA EN Editorial