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El circo de la ONU

Comenzó la Asamblea General de las Naciones Unidas y con ella el desfile de personajes y discursos que cada vez se distancian más de los objetivos para los cuales fue creada.

24 de septiembre de 2019 Por: Editorial .

Comenzó la Asamblea General de las Naciones Unidas y con ella el desfile de personajes y discursos que cada vez se distancian más de los objetivos para los cuales fue creada. Al parecer, el evento anual es apenas una ocasión propicia para las declaraciones estridentes que poca tranquilidad le llevan a los miles de millones de seres humanos que habitan el planeta.

Dos intervenciones producidas ayer indican a las claras en qué está el mundo de hoy. La primera fue la del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, quien se puede declarar el campeón de la negación sobre lo que está ocurriendo con el medio ambiente. Para el mandatario, el Amazonas no es el pulmón del mundo ni las quemas de centenares de hectáreas consumidas por las llamas fueron una catástrofe, si no apenas algo normal.

Y según Bolsonaro, la Amazonia no es un asunto de la humanidad y su manejo sólo corresponde a los países en los cuales está ubicada. Por supuesto, la inmensa mayoría es de Brasil y sólo él tiene la soberanía para disponer de ese patrimonio de la humanidad, además de que las preocupaciones de la comunidad internacional, en especial de Europa, deben ser consideradas agresiones colonialistas e imperialistas a la autonomía y la patria brasileña.

Después siguió el Presidente de los Estados Unidos, quien reafirmó su mensaje ultranacionalista. “El futuro no pertenece a los globalistas sino a los patriotas”, clamó Donald Trump. Y agregó: “Si quieren libertad, sientan orgullo de su país. Si quieren democracia, agárrense a su soberanía. Si quieren paz, amen a su nación. El mundo libre debe abrazar sus cimientos nacionales”.

Ese es el tono de quien dirige la primera potencia económica y militar del planeta, quien aprovechó para reafirmar su manera de enfocar la situación mundial, mezcla de amenazas, retrocesos, negociaciones frustradas y condenas. Su discurso citó al resto de América sólo para referirse a las dictaduras de Cuba y Venezuela y su compromiso de no usar las armas para derrocarlas. Y sólo se unió a las voces de los líderes de Alemania, Francia y el Reino Unido para condenar el ataque de Irán a Arabia Saudita.

Por supuesto, no todas las voces que acuden a la cita de la ONU están de acuerdo con lo dicho por esos personajes, y debe prevalecer el llamado a la cordura de quienes sí creen en el acuerdo mundial y en la integración para resolver las diferencias, acabar con las guerras y preservar el planeta de la destrucción que avanza de la mano de la ambición y el descuido con el medio ambiente.

Son la inmensa mayoría de los gobernantes, cuya voz parece apagarse frente a las declaraciones estridentes y desapacibles. Ante la alarma que producen, es de esperar que se imponga la cordura para devolverle a la ONU la posibilidad de construir el objetivo para el cual fue creada: “Mantener la paz y la seguridad internacionales. Fomentar relaciones de amistad entre las naciones. Ayudar a las naciones a trabajar unidas para mejorar la vida de los pobres, vencer el hambre, las enfermedades y el analfabetismo, y fomentar el respeto de los derechos y libertades de los demás”.

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