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De Japón a Palmira

Hace muchos, muchísimos años, en mi colegio de los padres salesianos en...

16 de marzo de 2011 Por: Poncho Rentería

Hace muchos, muchísimos años, en mi colegio de los padres salesianos en Tuluá compartí pupitre con japoneses que llegaron muy niños a Colombia. Llegaron a Palmira y Florida y de adolescentes allí estudiaban internos. Inolvidables los Nakamura, Teshima, Sakamoto y otros. Los recuerdo por disciplinados, porque siempre tenían impecables los cuadernos y cumplían con las tareas de geografía, historia y matemáticas. Eran los aplicados de la clase y, a la vez, bien hablados, de buenos modales, campeones en ping-pong y en humor negro.Funcionó en Palmira, hace 50 años, la Saja que decía ‘Sociedad de Agricultores Japoneses’ que mejoraron las técnicas agrícolas del arroz y la soya en el Valle. Un abrazo cariñoso les envían las lectoras de esta columna al querido pueblo japonés y a los hijos y nietos de los que vinieron desde Tokio a Palmira y Florida.Por la tragedia del Japón, al fin entendí cómo será el fin del mundo. Los mares se saldrán de madre y se meterán a las ciudades en feroces olas de 20 metros de alto, arrastrando edificios, casas, camiones, buses y cuanto encuentren. Un futurista trágico diría que Buenaventura, con sus inmensas bodegas con miles de toneladas adentro, podría terminar en Buga. No se asusten, no ocurrirá, el ‘santo milagroso’ se encargará de evitarlo.Entre mis buenas y divertidas amigas ‘paisanas’ en Bogotá, está Berta Nury Fina de Lozada, y a ella el maremoto del Japón le produjo un susto descomunal. En la zona del desastre estaba su hijo Jorge y durante 37 horas no tuvieron noticias de su suerte. Aleluya, volvió la tranquilidad a Berta y al amigazo Joaquín Lozada, porque su hijo pudo llamar a Colombia y decirles “estoy vivo, estoy ileso, ¿cómo quedó el Deportivo Cali?”.Toca aplaudir a Patricia Cárdenas Santamaría, nuestra embajadora en el Japón que hablando con Darío Arismendi por teléfono, aguantó un temblor de los duros y no perdió la compostura, no lanzó un solo grito. Si hubiera sido una embajadora costeña, hubiera gritado algo muy humano: “Edddaaa…, no jooodda, ésto se cae…, ésto se menea mucho..., auxiliooo”. Hace ocho años tembló en Bogotá. Salvo Basile y yo almorzábamos en un piso once. Pánico es pánico: Salvo, con inmensa estatura, gritando se bajó los once pisos en 59 segundos. En cambio yo, maniatado por el miedo, dije: “Joderrrr… se acabó la película… hasta aquí llegamos”. Consejo gratis: amárrense a la cama, hay rumores de temblor en Colombia para estos días. Recen y paguen sus deudas…, les conviene, así lo recomiendan los Nule & Nule, los intachables contratistas y Gerard Piqué, el amiguito joven de Shakira.

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