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Colombia tiene huevo

Se veía venir; primero fueron las bolas de oro que encontraron los...

9 de febrero de 2012 Por: Medardo Arias Satizábal

Se veía venir; primero fueron las bolas de oro que encontraron los españoles en la huestes Muiscas, y luego el Poporo Quimbaya, coronado con dos huevos de oro, los que anunciaban ya una república definida en ese espacio esférico al que van a parar tantos conceptos.Huevos -al desayuno- los que necesitó Bolívar para declarar, en contra de sus principios, la Guerra a Muerte, una ordalía que llenó de sangre las aguas del Magdalena. Él que había recibido tantas lisonjas en los salones de Madrid, por bailar la pavana y el minué, con un saltito que entrechocaba los tacones de sus botas.Huevos revueltos, fritos, en tortilla y omelette, los que se sirvieron en las casas santafereñas para animar el largo período de la Patria Boba, y huevos al desayuno para Sanclemente, que prefirió empantuflarse y encender el quinqué con gesto estoico, cuando vinieron a decirle que unos revoltosos querían declarar república independiente en una provincia vecina del Chocó.En la historia huevera más reciente del país, están inscritos los tres huevos de Uribe, los mismos que tantos colombianos evocan hoy, entre las chamusquinas de Tumaco, Villa Rica, Florida.No han podido quebrarlos del todo; continúan ahí, incólumes, aunque es claro que muchos quieren ‘totearlos’ para volver a los tiempos del ‘Perico Republic’.La noticia buena, realmente buena, es que tenemos un huevo que ya le ha dado la vuelta al mundo. Mejor dicho, un huevazo, delante del cual el vigor de las huestes napoleónicas, el fragor de la Armada Invencible, el pundonor de Pedro El Grande, son tibias refriegas.Tenemos el huevo más grande del mundo, el mismo que pesó 245 gramos, en la finca Altamira, de Hernando Niño, municipio de San Francisco, Cundinamarca. Debemos celebrar, pues, este récord Guinnes. Algo es algo. Los últimos récords los tenía México, con uno de 135 gramos, y hasta el 2011, China, con un huevón de 175 gramos. Casi de avestruz.El punto mayor con esta certeza patriótica que ahora me invade al saber que Colombia sí tiene huevo, es saber que la gallina que lo puso jamás ha probado un solo grano de maíz transgénico. Es una gallinita criolla, correlona y sana, refrescada cada mañana, “por los vientos fríos de la sabana de Bogotá, y por las brisas calientes que suben del río Magdalena”, según ha declarado su propietario.Otra de las razones para que Colombia tenga hoy semejante huevo, quizá tenga que ver con el nombre de la gallina: ‘Franciscana’; ave consagrada al santo de Asís, alguna gracia debía tener. Recuerden que San Francisco hablaba con los lobos, según lo dijo Rubén Darío: “El varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial, el mínimo y dulce Francisco de Asís, está con un rudo y torvo animal, bestia temerosa, de sangre y de robo, las fauces de furia, los ojos de mal: el lobo de Gubbio, el terrible lobo...”.Con huevos como el de Franciscana, uno puede ir tranquilo por el mundo. Este récord traerá consecuencias favorables para el país. Aparte de pasión, el mundo sabrá ahora que también tenemos huevo; o sea, estamos completos, pues además acabamos de ser clasificados como el quinto país más feliz de la tierra. Afuera deben estar pensando que nos reproducimos como conejos.Al fondo, lo nuestro, aunque lejano de la realidad, tiene que ver con el optimismo en medio de la adversidad. Es común aquí preguntarle a alguien, “¿cómo estás?”, y recibir un “exageradamente bien” o, como en el caso de un amigo de 70 años, al que recientemente hice la misma pregunta, y me respondió: “Superbien; me echo dos sin bajarme…”.

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