De un loco a dos tontos

Hay una persona a la que la mediocridad de Biden en asuntos exteriores y seguridad nacional no tomó por sorpresa: Robert Gates, quien tiene la rara condición de haber sido Secretario de Defensa de dos presidentes de partidos opuestos: George W. Bush y Barak Obama.

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Hoy es fácil decir que el presidente Joseph Biden es un desastre en política exterior y los asuntos internos de los Estados Unidos. El aire fresco que entró al abrir la puerta trasera de la Casa Blanca para que se fueran Donald Trump y su séquito duró poco. El primer acto internacional significativo del recién posesionado presidente fue una reunión virtual para ver cómo apuntalaba la alianza con Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda y la muy solícita y obsecuente India dizque para ‘contener’ a China. Ya se veía que los cambios en relación con el anterior presidente eran más cosméticos que de fondo; del mando del país más poderoso del mundo había salido un loco para llegar un tonto. O dos.

A Biden le cobran haber seguido el plan de Trump en Afganistán. Aunque trata de escudarse en eso mismo para escurrir la responsabilidad, la magnitud de la humillación solo es culpa de él, que resultó tan bocón como Trump a la hora de las declaraciones: “No dejaremos a ningún aliado rezagado”, les dijo a los colaboradores afganos; o “ni olvidamos ni perdonamos, los atraparemos y los haremos pagar”, dijo a los de Isis-K luego del ataque terrorista que cobró las últimas vidas de soldados americanos en Kabul. Todo para nada, o para lo contrario porque si no los cazaron en Afganistán, mucho menos desde Washington. Y a los aliados los abandonaron.

Hay una persona a la que la mediocridad de Biden en asuntos exteriores y seguridad nacional no tomó por sorpresa: Robert Gates, quien tiene la rara condición de haber sido Secretario de Defensa de dos presidentes de partidos opuestos: George W. Bush y Barak Obama.

En 2014 Gates publicó un libro con las memorias de su prolongada carrera en los organismos de inteligencia norteamericanos, que incluyó una frase lapidaria sobre Biden: “En los últimos 40 años se ha equivocado en casi todos los asuntos importantes de política exterior y seguridad nacional”, es decir básicamente desde que empezó su carrera política nacional como senador de Delaware en 1972.

La brillantez nunca ha sido una compañera fiel de Biden, como no lo fue de Trump no obstante su impresionante desempeño en un examen de inteligencia en el que pudo pronunciar en orden una serie de palabras en momentos diferentes: ‘person, woman, man, camera, TV’. De Biden se sabe que quedó de 76 entre 85 en su promoción en leyes en la universidad de Syracuse. En 1987 el New York Times descubrió que había plagiado un texto de pregrado, pero salió avante diciendo que había sido ‘sin malicia’. Sin querer queriendo decía el filósofo mexicano.

Al contrario de Trump, que empezó como demócrata que apoyaba a los transgénero en el uso de los baños donde se sintieran confortables para terminar siendo el presidente de la derecha más dura, Biden empezó como republicano para terminar de demócrata evasor del servicio militar pero sin oponerse a la guerra en Vietnam, aunque luego sí se opuso a que homosexuales fueran admitidos en las fuerzas militares.

Luego, ya sabemos, hizo un par de cosas en la campaña presidencial de 2020 y derrotó a Trump. Una fue escoger a una mujer de raza minoritaria como vicepresidenta, Kamala Harris que cada vez que le preguntan de algo serio primero suelta una carcajada y que los humoristas personifican como alguien superficial, siempre con un dry martini en la mano.

Si Biden faltara, lo sucedería Kamala, quien cuando le preguntaron por qué no había ido a la frontera sur para enfrentar la crisis, dijo “tampoco he ido a Europa” y apuró un trago.

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