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De acuerdo con Patricia Saavedra Yepes, directora especializada de Extinción del Derecho de Dominio, de la Fiscalía, el cartel de Sinaloa está vinculado con este caso. | Foto: Especial para El País

RESTITUCIÓN DE TIERRAS

Haciendas de exnarcos que hoy son hogar de desplazados por la violencia

Con la restitución de tierras, varias haciendas emblemáticas de los capos se convirtieron en el hogar de familias desplazadas.

1 de agosto de 2021 Por: Redacción de El País

Cuando Orlando Henao Montoya, el famoso ‘Hombre del Overol’, se consolidaba como uno de los hombres fuertes del cartel del Norte del Valle, el protagonista de esta historia era apenas un niño en un pueblo a decenas de kilómetros del municipio de San Pedro, en el centro del Valle.

Sobre uno de los predios más llanos y costosos de la vía Panamericana, Henao, hermano de Lorena Henao y cuñado de Iván Urdinola, levantó la emblemática Hacienda La Camila, en cuyos predios se negoció a mediados de los años 90 el envío de grandes embarques de droga a EE.UU. y Europa.

Mientras tanto Martín, cuyo nombre no es Martín, pero es con el que siente más cómodo para contar su caso, llevaba una vida humilde, pero tranquila, en un pueblo en el que la guerra entre Machos y Rastrojos, los grupos armados al servicio de los capos de las drogas, empezaba a afectar la vida de campesinos humildes.

“Recuerdo de niño a mi papá llegando del trabajo en un caballo; con un líchigo colgado y lleno de yucas, plátanos, tomates y la alegría de uno salir y recibir eso y entregárselo a mi mamá. ‘Papá, venga yo le baño el caballo, se lo guardo allá en la pesebrera’, mi mamá contenta sirviéndole la comida; recuerdos muy bonitos porque la infancia es algo que uno nunca va a olvidar”, rememora Martín ya convertido en un hombre con esposa y dos hijos.

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El Hombre del Overol, junto a sus hermanos Arcángel y Fernando Henao, ya tenían bajo su control autoridades locales y policiales en municipios como La Victoria, El Águila, Zarzal, El Dovio, Trujillo, Roldanillo, Cartago y Versalles, mientras Martín iba a una escuelita con la esperanza de convertirse algún día en un chef de cocina.

Por esas mismas calles polvorientas un día cualquiera de regreso a casa aparecieron hombres armados y abordaron a un grupo de estudiantes con el único propósito de convencerlos para que se sumaran a su organización donde tendrían, les prometieron, buen sueldo, armas y poder.

Con el paso del tiempo varios de los compañeros de Martín, todos menores de edad, accedieron, pero él se negó insistentemente porque sabía que las armas lo alejarían de esas cocinas de grandes hoteles en las que esperaba forjar su futuro y el de sus padres.

A Martín nunca le llamaron la atención las armas, mientras Orlando Henao, como muchos de los integrantes del Cartel del Norte del Valle, fueron exoficiales de la Policía y libraron una lucha sangrienta por el control de corredores clave para tráfico de drogas.

El mundo entre un costal

La ayuda de sus padres y el empuje de Martín, dieron para acondicionar en su casa un pequeño puesto de comidas rápidas que poco a poco tomaba fuerza; hasta ese día en el que se alistaban para la mejor venta del mes, cuando se realizaban las fiestas campesinas de su pueblo.

“Recuerdo tanto que eso fue un lunes de feria. Ese día la gente saca ganado, gallinas, toldos de venta de ropa, licor; mi papá estaba pelando una piña y yo estaba haciendo una masa cuando mi mamá llega pálida y me dice: ‘mijo, no vaya a salir solo, que lo necesitan afuera. Cuando veo que la sala de la casa está llena de hombres armados”.

“Uno de ellos, comandante de un grupo que prefiero no mencionar, me llamó por el nombre. ¿Usted es fulano de tal? Le dije, ‘sí señor’. Vea panita usted está teniendo problemas, no quiso irse a trabajar con nosotros y es mejor que se vayan. No los queremos ver aquí y tienen 24 horas para que salgan del pueblo. Si no se van los vamos a matar a todos; hasta el perro”, recuerda Martín.

“Nos tocó irnos con lo que teníamos. Algo que me dolió mucho, es que hubo vecinos que decían, ‘ve, vamos que allá están vendiendo todo barato porque se tienen que ir... no les importaba el dolor de que esas personas hubieran perdido la casa y que tenían que irse sino cómo aprovechar el momento”.

Con la ropa de todos guardada en dos costales, salieron hacia el departamento de Antioquia, durmieron en las calles, pasaron hambre y frío y luego se regresaron con el paso de los años hacia el departamento del Cauca.

Entre tanto, la vida del Hombre del Overol no era mejor. Tras la persecución del Bloque de Búsqueda, Orlando Henao se entregó a las autoridades el 29 de septiembre de 1997 y un año después, el 8 de noviembre de 1998, fue asesinado en venganza dentro de la cárcel por un hermano medio de Elmer ‘Pacho’ Herrera, muerto una semana antes en la cárcel de Palmira.

La balanza cambió su inclinación cuando el padre de Martín se inscribió en el programa de Restitución de Tierras, creado por el Gobierno Nacional hace diez años, en el 2011.

“Nosotros en Restitución de Tierras resolvemos aquellos casos donde los campesinos y las comunidades étnicas perdieron su tierra por fenómenos como el despojo, el abandono forzado o se vieron obligados a desplazarse de forma masiva de sus territorios. La idea es reparar de manera integral a esas víctimas”, explica Andrés Castro Forero, director nacional de la Unidad de Restitución de Tierras, URT.

Meses antes de su muerte, el padre de Martín hizo los trámites necesarios para demostrar ante los tribunales de restitución su condición de desplazado y fue aceptado como reclamante de tierra. Martín solo, con su madre y hermana, llegaron el 13 de febrero de 2017 con los abogados de la URT para mirar la opción que les ofrecieron.

“Cuando llegamos a La Camila para ver si aceptábamos allí un predio de tres hectáreas en compensación, mi primera impresión fue ‘ufff esta tierra es hermosa’. Le dije a mi mamá, ‘sabe qué mamá, no busquemos más. Es como si nos hubiéramos ganado la lotería; eso hay que aceptar de una”.

Más de cuatro millones de hectáreas
de tierra han sido restituidos en diez años a las familias que fueron desplazadas en medio del conflicto armado en Colombia.

El renacido

Nadie sabe para quién trabaja, dice el dicho popular, y esa tierra fértil de vocación agrícola, en la que el Hombre del Overol levantó una lujosa hacienda, con extensos prados y bellos jardines, es luego de todo un proceso de extinción de dominio el escenario en el que Martín y su familia volvieron a sembrar sus sueños, esta vez con tres hectáreas en matas de ají.

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Como parte de esa reparación integral, el Estado les entrega a cada familia una unidad agrícola familiar, créditos blandos, formación para el trabajo y un proyecto sustentable y productivo con el que cada familia garantice el ingreso necesario para permanecer en las tierras.

“Nosotros tenemos en el Valle unos predios que nos sirven para hacer compensaciones y hay dos que son muy significativos y sobre los cuales hemos hecho compensaciones: la hacienda La Camila, que comprende 110 hectáreas entre Buga y Tuluá, y la otra es la Hacienda La Gloria, en la vía entre Cali y Jamundí”, recuerda el Director de la Unidad de Restitución de Tierras.

“Saber que esta tierra perteneció a Orlando Henao nos dio cierto temor porque quizá la familia venga a reclamar una tierra muy querida por ese señor, pero esa gente también tiene su corazoncito y gracias a Dios no hemos tenido ningún problema”.

Durante la pandemia, quién lo creyera, la parcela de Martín generó hasta 30 empleos de personas que llegaron para recoger los 700 kilos que semanalmente producía esta cosecha que, gracias a la gestión de la Unidad de Restitución, ya estaba toda vendida.

“Esto para nosotros es volver a creer en algo; cuando abro los ojos cada día pienso en lo que perdimos y en lo que ahora tenemos y recuerdo las palabras de mi papá, que no alcanzó a disfrutar esto, pero que siempre nos decía que el campo es lo mas maravilloso que tiene Colombia”, rememora.

Otros predios

La Gloria. Localizado entre Cali y Jamundí y fue propiedad de Dennis Gómez Patiño, alias El Zarco, ex integrante del Cartel del Norte del Valle del Cauca.

El Fierro. Ubicado en Villa Gorgona, en Candelaria, y perteneció a un hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela.

La Magdalena. ubicada en Bugalagrande y que perteneció a Iván Urdinola, ha sido entregada por la URT a las familias dueñas.

Este artículo hace parte de  un especial transnacional del Laboratorio de Periodismo Situado de Cronos Lab.

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