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Operación Jaque: a 10 años, habla el único militar rescatado que sigue activo, Raimundo Malagón

Este 2 de julio se cumplen 10 años de la operación con la que se logró rescatar - sin disparar - a los militares, contratistas y políticos que estuvieron secuestrados por las Farc durante una década. El Coronel Raimundo Malagón es el único liberado que continúa activo. Recuerdos del otro país con el que se reencontró.

3 de julio de 2018 Por: Santiago Cruz Hoyos  / Reportero de El País 

En el momento en que me secuestran ya estaba sin munición. Cada proveedor que iba desocupando durante el combate lo iba botando o me lo metía al bolsillo. Los guerrilleros eran como hormigas. Recuerdo que les disparábamos, ellos retrocedían, y volvían de nuevo. Como un forcejeo.
Hasta que lograron penetrar al sitio donde nos encontrábamos. Lo único que tenía en ese momento era un proveedor y una granada de mano.

El combate fue muy fuerte, de aproximadamente cinco horas. Se desarrolló en La Uribe, Meta. Yo fui comandante de una base militar en Loma Linda, Puerto Lleras, un sitio estratégico. Estuve al mando de dos pelotones, soldados muy buenos, y nos dieron la instrucción para ir a La Uribe donde se estaban presentando emboscadas por parte de la guerrilla, plan pistola, una situación de orden público complicada. Había que relevar a una compañía. Yo llegué a la zona el 20 de julio de 1998 y a la semana siguiente me trasladaron al lugar donde sucedió el secuestro. Fue en un sitio denominado Cerro Salero.

La Uribe es un municipio en medio de una cadena de montañas y en una de las colinas fue donde tuvimos que enfrentar a no menos de 200 o 300 guerrilleros. Nosotros éramos 30.

Vi caer a muchos de mis hombres, muertos a mi lado incluso, con la impotencia de no poder auxiliarlos porque mi vida estaba en juego. Mientras tanto, alrededor de 1500 guerrilleros se tomaban la población. De alguna manera logramos contenerlos porque no cumplieron su objetivo final: tomarse la base. No lo permitimos.

Cuando la guerrilla termina la arremetida final en la que asesinan a una escuadra de soldados, lograron entrar al cerro donde yo estaba.

Yo me levanté con la granada en la mano, oprimí el seguro, y vi unos 30 guerrilleros en media luna. Estaba pendiente de uno de mis soldados, que salió pidiendo que no lo asesinaran.

Los guerrilleros le dijeron que le iban a respetar la vida, pero yo seguía con la granada en la mano amagándoles que se las iba a lanzar. Duramos así unos 30 segundos. Eso me dio tiempo para pensar y cuando estuve seguro de que no iban a matar a más de mis soldados, les pregunté qué hacía con la granada. Me dijeron que la botara por el cerro. Cuando la tiré me cayeron encima. Me amordazaron y empezó el drama de esos diez largos años secuestrado.

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Yo nací en el departamento de Boyacá, en un municipio que se llama Santa Sofía, pero desde muy pequeño me trasladé a Bogotá con mis padres. Allí terminé la secundaria. En la escuela jugaba a ser soldado pero nunca contemplé ser oficial del Ejército. Tenía algunos familiares que habían sido militares, pero lo que más me motivó a seguir en la carrera fue haber prestado servicio en la Brigada 21 de Bogotá en 1993. Terminé los servicios y me quedó gustando el poder servirle a la sociedad, así que hice las gestiones para ingresar a la Escuela Militar.

Fueron tres años, dos de cadete, uno de Alférez. La promoción mía tuvo la suerte de ser la primera en la que los oficiales salieron con seis semestres cursados de administración de empresas.

Después hice curso de lanceros en Tolemaida, y aprendí las técnicas de combate y supervivencia que tanto me ayudaron durante los combates y la década que permanecí en poder de las Farc.

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Después de que me amordazaron, con los guerrilleros nos fuimos internando por la cordillera oriental, pasando por los lados de la Serranía de la Macarena. En ese momento era muy difícil para mí aceptar la situación. Duré muchos meses en los que me despertaba a las 4:00 a.m. creyendo que estaba dentro de la base militar, con mis soldados, cuando caía en la cuenta de que estaba amarrado con dos cuerdas.

El día a día en la selva era rutinario, complejo, y las emisoras uno podía escucharlas en algunos periodos de tiempo, cuando había señal. Pero los deseos de superación me mantenían. Los deseos de realizarme como persona, proyectarme, formar una familia sobre todo.

Tuve etapas difíciles, como una época en que no tenía un cuaderno, un esfero, nada. Pasó que yo me les intenté fugar al mes de secuestrado. Esa es la misión de todo secuestrado, fugársele al secuestrador, y eso hizo que me aislaran durante 20 meses de mis cinco soldados con los que fui secuestrado. No podía verlos si quiera. Y no tenía nada. Solo me llegaron dos libros, los cuales me los devoré tremendamente.

Todo cambió cuando liberaron a 200 soldados y policías que para ellos, para las Farc, era complicado sostener después de que se rompieron los diálogos de paz en el año 2002. Solo nos dejaron a nosotros, los comandantes.

Ahí tuve la oportunidad de encontrar una gran cantidad de libros en un campamento y empecé a instruirme. La lectura fue muy importante. Y meditar, conocerme a mí mismo, pensar en el pasado, en el presente, en el futuro, trazarme metas. Pensar en esa familia que quería formar.

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Ahora tengo una bebé hermosa de dos años y una esposa maravillosa que es periodista.

A mi esposa la conocí en el Cantón Norte, en el año 2009, pocos meses después de mi liberación gracias a la Operación Jaque. Ella trabajaba en una revista internacional y la enviaron a entrevistarme. Iniciamos una bonita amistad. Un año después yo me fui para Francia gracias a la posibilidad que me dio el gobierno francés y el Ejército Nacional, y perdí todo contacto con ella.

Tampoco tenía conocimientos de redes sociales ni nada de eso, y pese a que intenté buscarla, no la encontré. Solo 5 años después volví al país y la vi en el año 2014, cuando estaba haciendo curso para teniente coronel.

Me la encontré en el mismo sitio donde nos habíamos conocido. Desde entonces no hemos parado un día de hablar y de estar juntos.
Contrajimos matrimonio el 11 de abril de 2015 y encargamos una bella y hermosa muñeca que se llama Sara Valentina.

Hubo un momento en que yo estaba tan resignado durante el secuestro que me programaba semestralmente e incluso anualmente para seguir en cautiverio. Si en un año no se daba la liberación, me programaba para seguir un año más y otro y otro.

Uno de alguna manera termina acostumbrándose al secuestro y muchas veces no se da cuenta de lo que le está pasando.

Recuerdo que una vez, cuando ya nos tenían en los campos de concentración, con cadenas, vimos a lo lejos un grupo de muchachos harapientos, flacos, vueltos nada, encadenados. Y la reacción de nosotros fue: ¿qué está pasando con estas personas? Lo triste fue que ellos, cuando nos vieron a nosotros, tuvieron la misma reacción. Yo me encontraba mechudo, barbado, entonces el grupo que llegó supuso que yo era un loquito y que por eso me mantenían aislado. Me mantenían así porque fui rebelde y permanecí atento a que mis hombres no adoptaran la ideología de la guerrilla. Los días previos al rescate nos movieron de lugar y nos peluquearon porque supuestamente iban a enviar pruebas de supervivencias. Yo peleaba, decía que nos mostraran al mundo como estábamos. Cuando nos estaban moviendo de nuevo en el helicóptero, esposados, nadie sabía lo que estaba pasando: éramos libres gracias a la Operación Jaque.

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A uno como secuestrado le cuesta trabajo aceptar la realidad. La libertad fue un contraste grande, un choque inmenso. Fue tan rápido...

A escasos metros de elevarse el helicóptero que nos rescata, neutralizan a los dos secuestradores que iban con nosotros. El jubilo, el forcejo, todo lo que se vivió hizo que el helicóptero se moviera fuertemente. Y de repente no, veo que el helicóptero sigue subiendo. Y veo a mi alrededor a todo el mundo gritando, festejando, y no entendía.

Hubo un momento que dije: o están locos, o estoy loco yo. Pero miro a mi alrededor y veo a alguien llorando que dice que estamos libres, que en realidad ya no estamos con miembros de las Farc, que es el Ejército Nacional el que está en poder del helicóptero. Y ahí veo que los rescatistas están calmando a la gente, era una locura. Hay escenas muy dramáticas de esa resurrección.

La Operación Jaque fue mi resurrección. El regreso a la vida de un grupo de personas que nos encontrábamos en el limbo. Fue una proeza, el ‘Caballo de Troya’ de la modernidad para nuestro Ejército.

No se usó la fuerza legítima del Estado, no se presentó derramamiento de sangre, no se disparó una bala. Es el gran mérito de esta Operación que hoy cumple 10 años.

Soy el único oficial del Ejército de los liberados que sigue activo y estoy muy agradecido con la institución. El Ejército me dio la oportunidad de estudiar, aprender de nuevo la vida militar. Porque después de 10 años uno olvida lo que había aprendido.

Hay que aprender a vivir de nuevo en sociedad, aprender a manejar la tecnología. Cuando me secuestran el celular era un ‘panelón’ grande, muy distinto a los que había cuando me liberaron.

Todo es un contraste grande. La sociedad había cambiado. No se me olvida que cuando me liberaron estaba de moda que los jóvenes se pusieran los pantalones descaderados y yo los veía caminar y decía: “estos manes son extraterrestres o qué”.

El sistema de transporte había cambiado, ya estaba Transmilenio, la gente parecía que hablaba sola en los carros hasta que me explicaron que estaban utilizando la tecnología del celular, era una nueva sociedad. Aunque los problemas de hoy no son muy distintos a los que tenía Colombia cuando me secuestraron.

Por fortuna de los rescatados, 7 soldados, 4 policías, aunque tenemos muy poco contacto, sé que están bien. Las pocas veces que nos encontramos aprovechamos para compartir. Mantenemos una bonita amistad. Se limaron las asperezas que pudieron existir en el cautiverio. Todos estamos disfrutando esta nueva oportunidad.

Aunque el secuestro no termina con la libertad. Hemos tenido diferentes problemas: de salud, psicológicos. En este momento tengo un vendaje en la nariz debido a una cirugía que me hicieron en el Hospital Militar producto de un cáncer de piel. Posiblemente se deba a que estuve diez años entre el follaje de la selva, donde apenas llegan los rayos del sol, y después salí de nuevo. Pero por fortuna me estoy recuperando.

Estoy tomando clases de inglés para estudiar derecho o ciencias políticas. Quiero seguir sirviéndole a la sociedad desde mi cargo como comandante del Batallón de Operaciones Estratégicas de Acción Integral en Bogotá.

"La Operación Jaque fue mi resurrección. El regreso a la vida de un grupo de personas que nos encontrábamos en el limbo".

Jaque 

La Operación Jaque comenzó tras la fuga del subintendente Jhon Frank Pinchao del campamento donde se encontraba secuestrado.

Pinchao le reveló al Ejército la zona donde permanecían los secuestrados.

Se determinó que estaban divididos en varios grupos, y por ello se requería que estuvieran en uno solo.

El paso siguiente fue infiltrar a los guerrilleros que mantenían a los secuestrados en el Guaviare.

Tras la infiltración, el Ejército logró convencer a las Farc de la necesidad de trasladar a todos los secuestrados para presentarlos ante Alfonso Cano, en días en los que se iba a realizar un intercambio humanitario.

El Ejército creó una ONG ficticia, pintaron helicópteros de blanco, y coordinaron el traslado aéreo de los secuestrados.

Ante unos 300 guerrilleros, los secuestrados, los integrantes de la falsa ONG y los guerrilleros alias 'Cesar' y alias 'Gafas' se subieron al helicóptero.

Para no despertar sospechas, los secuestrados fueron esposados.

Ya en el aire neutralizaron a alias César y alias Gafas, con lo que terminó con éxito la operación más importante en la historia de la inteligencia militar del país.

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