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Las frecuencias y los tiempos de espera son una de las quejas más recurrentes de los usuarios del MÍO. La falta de seguridad y la presencia de vendedores y mendigos, también hacen parte de las preocupaciones de las 300.000 personas que se movilizan en el sistema. | Foto: Foto: José L. Guzmán / El País.

CALI

Crónica: la odisea de montar a diario en MÍO y no rendirse (o reírse) en el intento

Vendedores, nudistas, mendigos, colados y demoras, las peripecias que viven los usuarios.

21 de agosto de 2022 Por: Bernardo Peña Olaya, reportero de El País

En la carrera 10 con calle 13, el alimentador A06 del MÍO hace una de sus principales paradas antes de continuar con el circuito que lo devolverá al Alto Aguacatal, en el oeste de Cali.

Luego de unos minutos de espera, el conductor anuncia, impasible, a los pasajeros que seguimos en la ruta: “aquí me demoro 30 minutos más, ustedes verán”. Comienzan las protestas y las preguntas de los usuarios. Él argumenta que la orden viene del sistema de programación que deben seguir los vehículos alimentadores para estabilizar los tiempos y frecuencias de los recorridos. Se trata de un pequeño aparato que les dice cómo van en la ruta y qué tan cercanos están los otros buses. Esto convirtió un recorrido, que del Aguacatal al barrio San Nicolás debe durar, máximo, 40 minutos, en una odisea de dos horas, en la que mediaron cambios de conductor, transbordos de buses alimentadores (finalmente una ruta diferente nos recogió) y paso por varias estaciones.

A este vía crucis hay que sumarle que cuando llegamos a la estación San Pedro, para continuar con nuestro viaje, tuvimos que pagar otro pasaje porque el tiempo para hacer el transbordo, sin cobro, ya había pasado, es decir, el viaje salió en dos horas y $4800.

Este artículo no es un memorial de quejas contra el sistema masivo de transporte. De hecho, pienso que con todos los problemas que tiene el MÍO, esta es la mejor manera transportarse en Cali, así esté entre las últimas opciones que tienen algunos ciudadanos para ir de un lugar a otro.

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Actualmente transporta 300 mil pasajeros diarios frente a los casi 500 mil que mueven los ‘piratas’. El sistema tiene, además de las 6 troncales, 55 estaciones y tres terminales, un sistema de cable con tres estaciones, cuatro bibliotecas incorporadas a la red de bibliotecas públicas, una ruta turística, una aplicación (MÍOapp ) que permite consultar y programar los recorridos.

Además, cuenta con una línea de atención directa (6204040) y un canal de Whatsapp (INFOMÍO 311308600) que se suman a 830 buses, es decir, una empresa gigantesca con más de 3000 trabajadores que funciona prácticamente las 24 horas, entonces ¿por qué los caleños prefieren el transporte ‘pirata’ y el uso de motocicletas y vehículos particulares?

Víctor León Gómez, jefe de servicio al cliente de Metrocali, admite que al mes reciben cinco mil peticiones, quejas y reclamos, pero el 70 % son solicitando información de rutas y que la pregunta más recurrente es por las frecuencias: “por cada 100 mil viajes se registran solamente dos o tres quejas”.

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Nueve de la mañana, ruta T31, un hombre desnudo de la cintura para abajo se sube en la estación Torre de Cali con una guitarra hecha pedazos, luce drogado y rasguña una canción ininteligible. A esa hora, en la misma ruta, ya varias personas han desfilado al interior del articulado pidiendo dinero por todo tipo de razones, en ocasiones piden tres al mismo tiempo. Uno en la parte delantera, otro en la mitad del bus o acordeón y otro en la parte posterior, cada uno con una historia o presentación artística diferente.

“Sobre eso trabajamos con las autoridades y la Secretaría de Seguridad y Justicia, pero son ellos, por ordenamiento legal, los que manejan esos procesos, pero hay un plan concebido para manejo de vendedores ambulantes”, dice Víctor León Gómez.

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Estación San Bosco 7:00 a.m., un grupo de cinco jóvenes de apariencia universitaria, vestidos con prendas blancas, se aglomera en la puerta de un bus articulado, impiden la entrada y salida con la intención de sacar el celular o la billetera de los bolsillos de los pasajeros que tratan de acceder.

El subcomisario de la Policía, Gustavo Molina, explica que el robo por cosquilleo representa el 90 % de los casos de hurto, siendo la ruta T31 (que hace todas las paradas del recorrido) la más apetecida por los carteristas. Son cinco las estaciones más afectadas por la inseguridad: Centro, Petecuy, San Pedro, Andrés Sanín y Calipso. Por esta modalidad delictiva van 14 capturas en lo corrido del año.

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Molina es el comandante de 100 hombres y mujeres encargados de vigilar las estaciones y rutas del sistema “contamos con el apoyo de las cámaras de vigilancia del Centro de Control, los atracos se dan principalmente en paraderos fuera de las estaciones: en la avenida Ciudad de Cali y en inmediaciones de Andrés Sanín y el sector de Cuatro Esquinas. En lo corrido de 2022 un solo homicidio se ha presentado dentro del sistema, fue en la estación Santa Librada, en un aparente ajuste de cuentas”, dice el subcomisario, quien agrega que hace cuatro años no hay convenio entre la Alcaldía y la Policía Metropolitana para la vigilancia del sistema, “tenemos toda la disposición pero la falta de este convenio reduce los presupuestos y el personal para mejorar la seguridad”.

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Estación Álamos, norte de Cali 8:00 p.m., mientras espero la ruta E21, tres hombres pasan el torniquete de acceso sin pagar el pasaje, el otro dolor de cabeza que le cuesta miles de millones al MÍO es el de los colados, de hecho “el principal problema que enfrentamos es la evasión”, dice Víctor León Gómez.

Según el subcomisario Molina, este año se ha multado a 310 personas por colarse en el sistema, un comparendo que cuesta $875.580, suma que pocas personas han pagado, me imagino. Con esa cifra se podría recargar la tarjeta para realizar 365 viajes, un año de transporte.

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Estación San Pedro, centro de Cali, 6:30 p.m., una larga fila de personas espera su turno para comprar o recargar la tarjeta, una sola persona atiende la taquilla y la máquina de recarga automática está bloqueada, coincidencialmente un joven ofrece la venta de trayectos y evitar la fila, es hora pico y varias personas le pagan doscientos pesos más por el ‘servicio’.

Cuando funciona, la máquina solo recibe billetes desde $2000 hasta $20.000 y no acepta monedas, así que muchos se ven obligados a hacer la fila pero si no hay nadie en la taquilla, como ocurre en muchas estaciones, no hay manera de acceder. Allí entran los intermediarios y vendedores de pasajes como sucede en la portada al mar, donde no hay máquinas de recarga ni estación, pero la demanda de pasajes es alta.

Frente a esta problemática, Metrocali argumenta que un análisis de mercado indica que donde menos recarga la gente, se puede colocar una máquina. Anunciaron que realizarán una renovación tecnológica con máquinas que permitan un servicio mas rápido. En la búsqueda por un mejor servicio, también piensan habilitar el pago con tarjeta débito y crédito. Mientras tanto los usuarios quedamos en manos o de la buena voluntad del conductor del alimentador, que nos deje entrar gratis, o de los revendedores de pasajes.

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Pero la falta de personal en las taquilla no es lo más preocupante, el MÍO necesita 300 conductores para que las frecuencias puedan aumentar, o por lo menos cumplirse. La licencia de conducción que se requiere para operar los ‘gusanos azules’ no es fácil de obtener, y quienes la tienen son reacios a enfrentar una carga de trabajo con alta dosis de responsabilidad y de riesgo. Este año van cuatro ataques a conductores, por parte de motociclistas, que invaden los carriles exclusivos.

Mauricio Venté, director del colectivo Usuarios MÍO, dice que el problema con los clientes se centra en tres aspectos: frecuencias, seguridad y evasión del pago. Cada una tiene que ver con la otra.

Mientras los caleños, es decir todos los que vivimos en Cali, no nos apropiemos y cuidemos el MÍO el sistema no será sostenible. La falta de pertenencia, aparte de los líos financieros, es el mayor problema para un sistema que, con todas las dificultades, es la opción de transporte por la cual la ciudad apostó. En lugar de seguir soñando con un metro como el de Medellín o el prometido tren de cercanías, ¿no sería más sensato salvar el MÍO?

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