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Víctor Escobar, el caleño que espera recibir la eutanasia. | Foto: Bernardo Peña / El País

Víctor Escobar, el caleño que espera recibir la eutanasia, cuenta su dolorosa historia

Víctor Escobar, 60 años, diagnosticado con Epoc, sería el primer caleño sin enfermedad terminal en someterse a la eutanasia. Contó su historia como un aporte al debate sobre un derecho fundamental: morir dignamente.

19 de diciembre de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos

Víctor Escobar eligió morir un viernes. —¡Es fin de semana! – me explica con una sonrisa traviesa que enseguida es borrada por un dolor en la caja torácica que lo hace literalmente retorcerse en el sofá de la sala de su apartamento, ubicado en el barrio Mojica de Cali.

— ¿Le teme a la muerte don Víctor?

— Nunca le he tenido miedo a la muerte, en absoluto. Para mí es lo más sencillo y natural que hay – responde y vuelve a quejarse del dolor en el pecho, tan intenso en los últimos días que ni siquiera la morfina y el acetaminofén que toma en las noches logran aliviar.

Si ha decidido contar su historia – esta mañana de martes su sala está repleta de reporteros — es porque pretende que su testimonio sea un aporte al debate para que en Colombia se regule por fin la eutanasia, un procedimiento que don Víctor espera desde hace dos años.

El 8 de octubre de 2020, cuando permanecía en una habitación de la Fundación Valle del Lili, hizo por primera vez la solicitud de “morir dignamente”. Tras ser evaluada por un comité médico, la solicitud fue rechazada, pues según los especialistas, las patologías no se encontraban en fase terminal, uno de los requisitos que exigía la sentencia T - 970 de 2015 de la Corte Constitucional para proceder a la eutanasia.

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Con la sentencia que acaba de publicar la Corte (C-233 de 2021) aquello cambió. Se determinaron cuatro requisitos para acceder de manera legal al procedimiento, que don Víctor cumple a cabalidad. El primero es que la eutanasia debe obedecer a la voluntad de la persona, no de nadie más, ni siquiera la familia, y así lo ha expresado él en reiteradas ocasiones: quiere morir un viernes.

El segundo requisito es ser diagnosticado con una lesión, o una enfermedad grave e incurable, y no necesariamente tener una enfermedad terminal. Ello también lo cumple don Víctor. El tercer requisito es considerar que el sufrimiento que se padece es incompatible con la idea de una vida digna. Y es justo lo que le sucede. (El cuarto requisito que hace la Corte es que el procedimiento lo haga un médico).

— No quiero sentir más este dolor que no se me quita nunca.

A veces, en el sofá, es tal su padecimiento, que don Víctor se encoge de dolor. Intenta sentarse en varias posiciones, pero nada le ayuda. Ni siquiera las pastas que le trae Diana Nieto, su esposa desde hace 14 años. Se conocieron en el almacén La Complentísima, donde ella trabajaba. Don Víctor entró a comprar unos cuadernos y no dudó en pedirle el número.

El dolor es tan intenso, angustiante, que don Víctor no logra terminar una sola frase. Debe parar, tomar aliento – es oxígeno dependiente –, secarse el sudor de su rostro, para continuar. Diana dice que ver a quien se ama con un dolor perpetuo e insoportable permite entender que la eutanasia, aunque es la decisión más difícil de tomar en la vida, y ojalá nadie tuviera que hacerlo, es un acto de amor.

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Don Víctor nació en Cali el 23 de enero de 1961, hace 60 años. Su infancia la recuerda en el barrio Villanueva y La Unión, y en el taller de mecánica de un tío suyo donde comenzó a trabajar desde muy joven debido a que sus padres no pudieron darle más estudios. Fue en medio del olor a gasolina donde encontró el que sería su oficio: conductor de tractomulas.

Dominando esos gigantes de 22 llantas conoció toda Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. También trabajó en un fábrica de cemento donde manipulaban asbesto, un grupo de minerales de origen natural que se usan en materiales de construcción, tejas, frenos de carros, para que resistan al calor y la corrosión, pero que al inhalarlos pueden causar problemas de salud.

Don Víctor, además, fue fumador y en alguna ocasión sufrió un accidente laboral. Un compañero suyo estaba dando reversa, no lo vio, y lo aprisionó contra otro carro. Lo uno y lo otro hicieron que su cuerpo se fuera deteriorando, hasta que una tarde sintió que le faltaba el aire. En la clínica le diagnosticaron Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, Epoc. Causa la obstrucción del flujo del aire de los pulmones, lo que disminuye la cantidad de aire que se puede inhalar y exhalar.

En su historia clínica se leen también diagnósticos como hipertensión pulmonar, secuelas de un accidente cerebro vascular, hemiplejía izquierda (parálisis de la parte izquierda del cuerpo), diabetes, artrosis severa, movilidad reducida y algo que es evidente en su mirada y en cada uno de los retratos que publica la prensa: depresión.

Porque no es solo el dolor intenso y permanente con el que debe lidiar, me explica. También con el hecho de no tener fuerza suficiente para valerse por sí mismo. Para bañarse, vestirse, caminar, hacer lo que tanto le gusta, comer churrasco, pescar, ver al Deportivo Cali, bailar música vieja.

Por eso, el pasado lunes 11 de octubre de 2021, cuando recibió la noticia de que el Juzgado 17 del Circuito de Cali ordenó convocar a un nuevo comité científico para evaluar su caso en segunda instancia, y convertirse así en el primer caleño con una enfermedad no terminal en someterse a una eutanasia como lo permite la nueva sentencia de la Corte, sintió un alivio como hacía mucho no experimentaba.

Esa tarde don Víctor se encontraba con su abogado, Luis Giraldo. Ambos permanecían a la espera de la decisión del juez. Cada minuto el abogado actualizaba su correo electrónico en el celular, a petición de don Víctor.

Y sucedió algo curioso. Luis le preguntó si acaso ya le había pedido permiso a Dios para que realizara el procedimiento y le pusiera fin a tanto dolor. Víctor le respondió que no, y se pusieron a orar. Un minuto después estaba la respuesta del juzgado en el correo. El abogado está seguro que no se trató de una simple coincidencia.

La defensa de Víctor Escobar es totalmente gratuita, nadie, absolutamente nadie, está autorizado para pedir dinero por mí. Quien quiera ayudar a Víctor y su familia que en verdad lo necesitan los pueden contactar mediante @Eutanasia16. Luis Giraldo, abogado de Víctor.

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Luis Giraldo, el abogado, me aclara que no cobra un solo peso por la defensa de los pacientes. Menos a don Víctor, cuya pensión debe destinarla a cubrir sus gastos médicos mientras Diana, su esposa, atiende una papelería en el apartamento para cubrir las otras necesidades. De la papelería es tal vez donde Yordan, uno de los nietos de don Víctor, toma los colores para pintar las paredes. Don Víctor se sonríe con la complicidad de los abuelos cuando le menciono que tiene un pintor en potencia en la casa. Pero ahora converso con el abogado.

— Defender a los pacientes hace parte de mi trabajo social – dice Luis vestido de traje, como a punto de entrar a una audiencia.
Se tituló como abogado en 2019, pero a los pacientes los defiende desde hace siete años. Todo comenzó por sus abuelos maternos, que tuvieron una condición de salud especial. Su abuela murió estando aún joven, 62. A su abuelo materno le dio una trombosis, lo que lo mantuvo en una condición de invalidez por más de 20 años.

— No había humanidad en las EPS. Los pacientes eran y lo siguen siendo un número más de la lista.

A su abuelo paterno le diagnosticaron cáncer de pulmón. Luis lo acompañaba a las quimioterapias. Y en una ocasión supo que los niños que también iban a lo mismo se quedaron sin atención. Ese día se prometió defender a los pacientes. Uno de los niños que asesoró jurídicamente se llama Jesús Antonio Llanos. Tenía un tumor en el cerebro y la EPS no lo quería operar. Luis puso las tutelas respectivas y le salvó la vida. Su sueño, me dice ahora, es ser Ministro de Salud.

A don Víctor lo conoció por las redes sociales, después de que el congresista Juan Fernando Reyes Kuri, quien presentó un proyecto para regular la eutanasia en Colombia, contara su historia en un video: no le querían aprobar el procedimiento.

Luis decidió asesorar jurídicamente a don Víctor. Revisó el expediente – a veces los ciudadanos ponen tutelas y se quedan sin saber si les respondieron - y supo que ya se había interpuesto una solicitando su derecho de morir dignamente. En la respuesta no le negaban ese derecho, pero tampoco se lo garantizaban. Luis se molestó. Se trata de un derecho fundamental, dice: morir sin sufrir. No apelando a tiros, ni a venenos, ni a una cuerda. Morir sin violencia. Como todos tal vez anhelamos, morir durmiendo.

Según el protocolo establecido por el Ministerio de Salud de Colombia, donde se han practicado 157 eutanasias desde 1997, cuando fue despenalizado el procedimiento tras una ponencia del entonces magistrado Carlos Gaviria, para practicar una eutanasia el médico tratante debe suministrarle al paciente benzodiacepina, un opioide, un barbitúrico y un relajante muscular. La benzodiacepina funciona como sedante. Así, en cuestión de minutos, tal vez 15, se le pone fin al sufrimiento.

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Cuando la Corte Constitucional emitió el comunicado en el que explicaba que los pacientes no terminales también podían acceder a la eutanasia bajo ciertos parámetros, Luis instauró una nueva tutela. Era el 23 de septiembre de 2021. Mes y medio después fue cuando el juzgado 17 del Circuito de Cali ordenó a un comité médico evaluar en segunda instancia el caso. Con la sentencia de la Corte, está seguro Luis, no habría argumentos para no garantizarle a don Víctor su derecho a la eutanasia. Sin embargo, en el Comité Médico hay especialistas que piensan distinto.

El jueves don Víctor fue a las consultas con los especialistas, y según el abogado, algunos médicos dijeron que “estaba bien” como para que se le practique una eutanasia. Como si pudieran decidir qué tanto debe sufrir o no una persona. Pese a las sentencias de la Corte, todavía hay barreras para acceder al procedimiento debido a las interpretaciones de los fallos, las creencias religiosas, y por ello se hace necesaria una ley que aclare los vacíos que aún persisten.

— Víctor sigue siendo claro en su decisión de morir dignamente. Si algún médico de este comité que se conformó tiene objeción de conciencia lo puede hacer, pero debe informarlo ya. Porque Víctor ha sido claro en que no seguirá con tratamientos paliativos y el fallo judicial ordena respetar su decisión de morir. Estamos a la espera del resultado que arroje este comité de acuerdo a las valoraciones del neumólogo, el neurólogo, psiquiatría, cuidado paliativo, bioética y demás especialistas, para continuar con el procedimiento – dice Luis.

En la sala del apartamento, Diana reconoce que cuando leyó la noticia de que su esposo podrá ponerle fin a tanto sufrimiento, sintió algo extraño. Alegría porque es por lo que don Víctor ha luchado durante tanto tiempo, pero también miedo, tristeza, una sensación de soledad. Nadie está preparado para la partida de quien se ama. Don Víctor, mientras la abraza, intenta tranquilizarla.

– Yo no me voy para toda la vida. Te espero allá, donde vaya, mi amor.

Lo que dijo la Corte

Según lo determinó la reciente sentencia de la Corte Constitucional sobre la eutanasia, “no se incurre en el delito de homicidio por piedad cuando la conducta sea efectuada por un médico, sea realizada con el consentimiento libre e informado de la persona, previo o posterior al diagnóstico de la enfermedad y siempre que el paciente padezca de un dolor intenso o sufrimiento físico o psíquico, proveniente de lesión corporal o enfermedad grave e incurable”.

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