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Crianza sin castigo físico, imagen de referencia. | Foto: Foto: Archivo de El País

EDUCACIÓN

Crianza sin castigos físicos, ¿qué hace falta para cambiar esa costumbre familiar?

Mediante proyecto de ley se pretende que en Colombia se prohiban los castigos físicos y humillantes a los niños. Se promoverá la formación basada en el respeto hacia ellos.

21 de junio de 2020 Por:  Meryt Montiel Lugo, editora de Domingo

El 77 % de los padres colombianos utilizan los castigos físicos como una forma de corregir a sus hijos. Lo que convierte a Colombia en uno de los países de la región donde más se emplean este tipo de ‘correctivos’: en México, por ejemplo, es del 65 %, mientras que en Venezuela es del 28,1% y en Brasil del 19, 4%.

Los chicos más castigados no son los adolescentes, como podría pensarse, por aquello de estar en la llamada etapa de la rebeldía. No. Los picos más altos de los castigos físicos están en los niños de los 4 y de los 12 años de edad. Y el uso de la reprimendas físicas inicia, quién lo creyera, cuando son apenas bebés: ¡a los 5 meses!

Las palmada en diferentes partes del cuerpo, golpearlos con un objeto en las nalgas, la sacudida y el pellizco son los métodos más empleados. Y a los infantes que viven en zona rural les va peor: son golpeados en mayor proporción con objetos, en comparación con los niños de las ciudades.

Asimismo, estas clases de castigos físicos no disminuyen del 50 % entre los niños de 0 a los 17 años. Mientras en otros países, por ejemplo, hacia la adolescencia decrece notoriamente, en Colombia no baja de este porcentaje, es sostenido a través del tiempo.

Además, mientras en otras naciones se evidencia que cuanto menos nivel educativo y socioeconómico hay más castigo, aquí en Colombia es parejo, no hay diferencias independientemente de si los padres tienen un doctorado, han cursado solo la básica primaria o son de estrato 2 o 6.

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Estas son solo algunas de las preocupantes cifras que se han revelado por estos días, basadas en diferentes estudios realizados por reconocidas instituciones de educación superior como la Universidad de la Sabana, de Bogotá y la de Harvard, de EE.UU., con niños colombianos y de América Latina, que han servido para argumentar y defender el proyecto de ley que busca que en Colombia se prohiba el uso de los castigos físicos y humillantes como métodos de formación y corrección a los niños.

El coautor de la iniciativa, el representante antioqueño Julián Peinado, explicó a El País que con este proyecto de Ley lo que pretenden es garantizar que, en normas colombianas, quede explícito y muy claro que se elimina el factor violencia como método de corrección y disciplina hacia los niños. También, enviar un mensaje poderoso y pedagógico para que “los padres se quiten ese chip de que pueden cascar a sus hijos cuando quieran y que la ley los está autorizando”, pues ellos creen erróneamente que las leyes colombianas les dan permiso de golpear a sus hijos.

A través de este proyecto de ley, que pasará en julio o agosto a debate en el Senado, no solo se busca modificar algunas normas vigentes, sino generar un cambio en los patrones culturales, en la forma como se corrige a los niños por parte de los adultos. “Es que la violencia contra los niños está muy interiorizada entre nosotros porque creemos que los hijos son propiedad de los padres, y son de sus padres, pero no de su propiedad, que es bien diferente”, comenta el representante Peinado.
El proyecto contempla, entre otras importantes iniciativas, impulsar las pautas de crianza positiva. Promover estrategias que ayuden a los padres a establecer límites y reglas para una disciplina consistente, permitiéndoles manejar y prevenir conductas inapropiadas sin recurrir a la violencia y contribuir a una relación saludable con sus hijos y a su buen desarrollo.

Las voces de los niños

Martha Rocío González, PhD en psicología, participó en dos estudios que lideró la Universidad de la Sabana para conocer acerca de los castigos físicos inflingidos a los niños en Colombia: uno consultó a los padres (2018-2019) y otro, a los menores (2019).

En este segundo estudio fueron encuestados 928 niños de 5 regiones del país. El 79 % de ellos aseguró no estar de acuerdo con que los castiguen físicamente. El 52 % reveló que son víctimas de castigo físico y que después de ser castigados, la gran mayoría, se sienten tristes, con rabia o con miedo.

Como alternativa al castigo físico, más de la mitad de ellos (58,5%) prefiere que sus padres los corrijan usando el diálogo y aconsejándolos para reflexionar. O quitándoles o prohibiéndoles lo que les gusta (el 18.2.%). Llama la atención que en tercer lugar propongan ser corregidos con gritos y palabras hirientes.

De acuerdo con González, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de la Sabana, respuestas como la anterior, responden a nuestra cultura de violencia: “‘no me pegues, pero grítame’. Así estamos hoy educando a nuestros niños que ellos mismos están pidiendo que infrinjamos los derechos humanos. Un porcentaje pequeño dijo ‘que me encierren y me dejen sin comida’. O sea, que les quitemos un derecho fundamental que es la alimentación. Es increíble que los niños nos pidan eso, cosas que son tan graves como el mismo castigo”.

De ahí que ella sea una defensora del proyecto de ley que busca eliminar los castigos físicos y humillantes en Colombia, impulsar la crianza positiva y aplicar estrategias como la de educar a los niños en reconocer sus derechos. “Ellos están dándose cuenta de que no está bien que les peguen, pero no se preguntan si está bien que los griten”. Por eso agrega, hay también la necesidad de enseñar a los padres colombianos prácticas parentales que no necesitan ningún tipo de castigo.

Prácticas de crianza positiva

La profesora y también investigadora Martha Rocío González propone tres prácticas que los estudios científicos han demostrado favorecen la reducción del castigo físico.

Monitoreo: consiste en enseñarles a los papá a seguir las actividades de sus hijos sin perseguirlos, sin agobiarlos. No es decirle: ‘si usted no llega a tal hora lo dejo castigado un mes’. Eso no es monitoreo. Es ganar su confianza. Es que el menor le presente a sus amigos, que el padre sepa quiénes son y monitorear con quién está, cuáles son sus actividades. Que el chico tenga confianza de decirle: ‘me voy a demorar media hora más en el colegio, ¿puedes venir por mi?’. Y no tener que mentir.

“Los castigos físicos no ayudan a controlar a los hijos, porque si obedecen no es porque el papá tenga autoridad sobre ellos, sino que les genera miedo y provoca que tengan comportamientos agresivos, rebeldes. Y sus efectos son momentáneos”, comenta González.

Disciplina inductiva: es ayudar a los niños a reflexionar sobre su comportamiento y sus efectos sobre los demás. “Yo puedo decirle al niño: ¿cómo se te ocurrió empujar a Juan? ¿Te parece bien haberte burlado de él? ¿Cómo crees que él se sintió? ¿Qué tal si eso mismo se lo hicieran a tu hermanito? Al niño no se le toca, solo se le pone a reflexionar sobre lo que hizo. Eso genera empatía, simpatía, sensibilidad social”.

Apoyo y aceptación: los padres dicen siempre apoyar a sus hijos, pero si el pequeño de 2 años les hace una pataleta le dan su correazo. Los padres deben aceptar los procesos de desarrollo de sus hijos y sus características. A veces tienen expectativas demasiado altas que no son acordes con el proceso de desarrollo de los menores. “¿Por qué el cuarto está sucio? Usted es muy puerco, desconsiderado y ¡le están hablando a un niño de 3 años! Es desmedido lo que esperan frente a lo que realmente el niño puede hacer y eso hace que el papá se fruste, lo que le genera rabia y de inmediato viene el golpe”.

Por eso, advierte María del Socorro Peláez Lozano, magíster en terapia de familia, de la Universidad Javeriana- Cali, los padres tenemos que trabajar en nuestra salud mental, tenemos que ir a respirar, a caminar o a orar y solo cuando estemos calmados hacer el respectivo llamado de atención.

“La crianza positiva exige que no nos vayamos ni por el autoritarismo ni por la permisividad, sino por el camino del corazón, como suelo llamarlo, que es un camino de acompañamiento, paciencia, persistencia y de estar claros en lo que queremos en la crianza de nuestros niños”.

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Más consejos

La psicóloga María del Socorro Peláez recomienda dedicar tiempo suficiente a construir vínculos sólidos con los hijos, no en estar auditándolos de forma permanente: ‘¿ya apagó el Tv.? ¿Terminó las tareas?’.

Cuando los padres recurren a las formas represivas, a los castigos físicos, a las amenazas o entran en desespero, deben revisar por qué caen en ese patrón y buscar ayuda.

Hay que fomentar la comunicación clara entre padres e hijos, el respeto y la validación de emociones. Implica tratar al hijo como una persona que siente y necesita ser reconocido.

La crianza positiva promueve la autoridad, no el autoritarismo. Desde el amor no hay lugar a la violencia.

Hay que promover la autonomía teniendo en cuenta la edad y el contexto familiar.

Los límites ayudan a organizar el comportamiento de los hijos y los ayuda a sentirse seguros. Hay que establecer límites de manera clara
y explicar las razones de un NO ante cualquier petición del hijo.

Castigos físicos afectan hasta el cerebro

Jorge Cuartas Ricaurte es economista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, con una maestría en desarrollo humano y psicología de la Universidad de Harvard. Hoy cursa un doctorado en educación y desarrollo humano en esa misma institución.

Hace varios años viene realizando investigaciones, entre otros temas, sobre los castigos físicos a niños y niñas colombianos y cómo los afecta. Los estudios los ha desarrollado desde que trabajaba en la Universidad de los Andes y sigue profundizando en estas temáticas, ahora como investigador del prestigioso centro educativo norteamericano, que le ha dado recursos para hacer más investigaciones en nuestro país, “en donde no había evidencia científica sobre estos temas”.

¿Qué ha encontrado sobre los efectos de los castigos físicos y humillantes en los niños colombianos?

Que son muy fuertes y negativos en muchos ámbitos o dimensiones en el desarrollo de los niños. Por ejemplo, hallamos que incrementan el riesgo de que los niños no tengan un desarrollo cognitivo normal, igual de rápido que el de otros niños, lo que es fundamental para el desempeño académico y las trayectorias de vida de los infantes.

También encontramos afectaciones en el desarrollo socioemocional, en el manejo de sus emociones e incluso, a futuro, en la salud mental. Y eso es muy interesante, porque un papá o una mamá cuando usa el castigo físico, en teoría es para educar, cambiar comportamientos y lo que encontramos una y otra vez en las investigaciones es que el efecto es totalmente contrario. Lo que hace el castigo físico es hacer que los niños tengan más dificultades en regular sus emociones, que sean más agresivos y que, por lo tanto, tengan más malos comportamientos.

Estos estudios se realizaron en Colombia con niños que se siguieron por un buen tiempo y fueron aproximadamente más de 7000, de diferentes regiones colombianas. Es una muestra muy grande, representativa, que nos da a conocer lo que está pasando en general en la población colombiana. Esto no indica que todos los que han sido golpeados terminen con un problema cognitivo o emocional, lo que nos muestra es que hay un mayor riesgo y hay que entenderlo de esa forma y no como algo que siempre va a pasar.

También han constatado que el desarrollo del cerebro de los niños que reciben este tipo de castigos no es normal...

Exactamente. Eso es un trabajo que venimos desarrollando acá en la Universidad de Harvard con colaboradores del Departamento de Psicología y el de Neurociencias, donde hemos venido mirando esas diferencias.

Se hizo un seguimiento a niños expuestos a castigos físicos, desde que tenían 2 hasta los 12 años. A esa edad (los 12) ya empiezan a demostrar un funcionamiento del cerebro que es diferente. En particular, en una zona que se llama la corteza prefrontal, que es fundamental para el funcionamiento cognitivo y para la regulación de las emociones. Y eso lo que nos muestra es que, justamente, estos resultados que vemos en los 7000 niños en Colombia pueden ser explicados por estas afectaciones, las cuales quedan impresas en la biología y en el cerebro de los niños, que van a perdurar a lo largo de sus vidas dejándolos en una desventaja, por decirlo así.

Evidenciaron, además, la alta incidencia de los castigos físicos en el país...

Sí, lamentablemente. Encontramos que en Colombia es muy común el castigo físico, mucho más que en otros países de América Latina. Y que, incluso, los niños de 0 a 5 años, casi que más de la mitad ya son castigados a esas edades. Más de 1.7 millones de niños en estas edades ya son castigados físicamente, lo cual es muy alarmante, porque sabemos que son mucho más vulnerables y sensibles, dado que están en pleno desarrollo y sabemos que los efectos pueden ser aún peores.

Esos datos sobre los más pequeños son de los que más impactan...

Sí, es terrible. Y una de las razones por la que eso puede pasar es que, en este momento de la vida, los niños no tienen el lenguaje todavía y su forma de comunicarse es llorando, tienen dificultades para entender y manejar sus propias emociones. Eso puede ser frustrante para los papás y las mamás si no entienden qué es lo que está pasando. Y dicen ellos que toca pegarles. Y es totalmente lo contrario. Toca tener unos tratos donde se les enseñe a regular sus emociones. Si uno les pega va a generar unas reacciones en el cerebro automáticas que pueden comprometer sus trayectorias de vida de largo plazo.

¿Que aconseja a los padres para disciplinar y formar a sus hijos?

Que hay miles de otros métodos diferentes al castigo físico, que son mucho más efectivos y que no van a generar consecuencias negativas.

Pautas para la crianza humanizada

Para Carolina Piñeros, directora ejecutiva de la Red Papaz, la ley que pretende prohibir los castigos físicos y humillantes contra los niños es necesaria, ya que obligará al Estado a orientar a las familias sobre lo que es la crianza responsable, consciente, a hacerles comprender a padres y madres que sí seguirán poniendo normas, límites, que sí van a ejercer su autoridad, pero de manera respetuosa.

Por eso es partidaria de la crianza positiva, a la que también le llaman crianza responsable o crianza humanizada, que es una forma de educar sin inflingir castigos, sin que haya dolor. Sin ese antiguo sistema en el que hay autoritarismo, temor o puede haber negligencia o descuido de los niños, que es el otro extremo, que tampoco es positivo. “Es llegar al punto medio, en el que se dice: ‘yo te respeto, pero te exijo’”, precisa la profesional.

Se debe enseñar que hay otras formas de educar basadas en el respeto, el diálogo, la participación y la aceptación de las diferencias. La autoridad no se gana con miedo sino con la norma, con la explicación y en lo que hay que ser consistentes es en la firmeza, opina la ingeniera industrial con maestría en desarrollo personal y familiar.

Si un papá o mamá aprende a manejar la pataleta de un niño, este no la vuelve a hacer. El menor quiere es llamar su atención, así que el padre puede agacharse, tomarlo con suavidad del brazo y decirle con tranquilidad mirándolo a los ojos: ‘veo que estás alterado, cuando estés calmado podemos hablar. Mientras, seguiré leyendo este libro’. “Tú como padre debes anticiparte y dejar las normas claras. El niño no es que sea malo o manipulador, está aprendiendo a regularse emocionalmente y cuando uno se informa y entiende qué pasa con los niños de 2 a 4 años, va comprendiendo ese momento de desarrollo”.

Eso mismo ocurre cuando la mamá debe salir y el niño llora a más no poder. “Él tiene un pensamiento tan concreto, tan inmediatista que piensa que perdió a su mamá. Entonces ella debe decirle que se quede tranquilo y explicarle que volverá luego de ir al trabajo o de hacer la diligencia, así él va entendiendo que su mamá sí vuelve”.

La crianza positiva es educar para la autonomía, agrega Piñeros. Pero para ello es necesario explicarle al niño por qué debe cumplir las órdenes y dejarle tomar ciertas decisiones. Por ejemplo, no es ordenarle ‘acuéstese a las 7:30 p.m.’ No. Es decirle por qué debe hacerlo: porque necesita madrugar para el colegio, porque debe cumplir ocho horas de sueño, etc. Y poder darle la alternativa de qué piyama usar, qué cuento escoger antes de dormir o con qué peluche irse a la cama.

El niño se hace así más partícipe de su educación y va entendiendo, con base en las explicaciones de sus padres, la importancia del sueño, de alimentarse bien o de estudiar.

También debe entender que cuando rompe las normas hay consecuencias: ‘mi amor, tú sabías que si llegabas tarde no hay más salida los próximos dos viernes’. El niño no actúa movido por el miedo, sino entendiendo que hay unas razones por las cuales esas normas se definen en casa, explica Piñeros.

La crianza responsable recomienda no comparar al niño con otro, ni siquiera con su propio hermano. ‘Es que usted no es como Fulano que sí obedece, que sí saca buenas notas’. Frases como esas deben ser desterradas, pues siempre terminan causando dolor.

Hay que resaltar todo lo bueno que tienen todos en la casa. No fijarse únicamente, por ejemplo, en los logros académicos. Porque hay un niño que no tiene esa cualidad ligada a la academia, sino a lo artístico, a lo deportivo, y eso también es importante hacerlo notar. Hay que centrarse más en lo positivo de los menores que en lo negativo.

No se debe criticar al niño o al adolescente delante de sus amigos o sus hermanos, comenta Piñeros. Sino, hacerlo en el ámbito privado. “‘Te cuesta mucho trabajo ser ordenado. ¿De qué manera puedes mejorar? Eso es muy distinto a decirle frente a todos: ‘ah, es que eres el más desordenado de la casa’. Allí lo estás humillando, pues lo estás haciendo quedar mal”.

Aconseja además la profesional que no se sature a los niños con normas, pues en ocasiones suelen ser tantas, que a los propios padres se les olvida, no las hacen cumplir y van perdiendo autoridad. Es mejor poner unas normas generales, claras, y anticiparles qué pasará si nos las llegan a cumplir.

Secuelas negativas

Los niños castigados físicamente o humillados se tornan inseguros,
con miedos y cuando llegan a adultos sienten dudas sobre sus capacidades y acerca de lo que ellos se merecen, por eso terminan aceptando relaciones que los afectan, explica la psicóloga y magíster en familia María del Socorro Peláez.

También hay efectos a nivel cognitivo (dudan de su inteligencia y de sus capacidades) y a nivel social.

Algunos pueden asumir una actitud defensiva, se relaciona entonces con el otro de manera humillante, agresiva, despreciativa, porque eso fue lo que aprendió.

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