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Los excesos de Bukele

Cuando llegó Nayib Bukele a la presidencia de El Salvador, despertó escepticismo y entusiasmo por partes iguales. Joven, informal y carismático, rompió la historia de su Nación al ganar sin el apoyo de los tradicionales partidos de su país, la derecha de Arena y la exguerrilla de izquierda el Frente Farabundo Martí.

3 de mayo de 2020 Por: Editorial .

Cuando llegó Nayib Bukele a la presidencia de El Salvador, despertó escepticismo y entusiasmo por partes iguales. Joven, informal y carismático, rompió la historia de su Nación al ganar sin el apoyo de los tradicionales partidos de su país, la derecha de Arena y la exguerrilla de izquierda el Frente Farabundo Martí.

Su campaña independiente, su uso creativo de redes sociales, y un rompedor discurso en la asamblea de la ONU lo convirtieron en estrella. Aquel discurso dio la vuelta al mundo tanto por la denuncia que hizo contra el trabajo de esa entidad como por el “selfie” que se tomó desde el podio antes de empezar a hablar.

Bukele, empresario, exalcalde y ahora presidente, volvió a los titulares internacionales esta semana por la publicación de fotos de filas de presos en la cárcel de Izalco, semidesnudos, sentados en el suelo con la cabeza agachada. Según Bukele, estos jóvenes pertenecen a las pandillas más sangrientas del país y coordinan asesinatos desde la cárcel por lo cual declaró emergencia máxima en la prisión, selló las puertas y juntó en las mismas celdas sin luz a criminales de pandillas rivales.

Además, el Presidente autorizó a la policía el uso de fuerza letal contra las pandillas para detener la nueva ola de violencia que sorprendió al país tras meses de calma en las calles tan atípica, que despertó sospechas sobre la existencia de un acuerdo secreto entre el Gobierno y las bandas criminales. Aunque las pandillas son sangrientas y peligrosas dentro y fuera de la cárcel, los gestos de intimidación y exceso de fuerza ordenados por Bukele generaron rechazo en muchos sectores salvadoreños y condenas de entidades internacionales que lo acusaron de violación de derecho doméstico e internacional por abuso de fuerza y violar los protocolos del coronavirus.

Las medidas de emergencia que deben tomar los países para contener el Covid dan poder ampliado de la Rama Ejecutiva y son preocupantes en el mundo entero, en especial en países como El Salvador con historia de violencia, pobreza y estructuras democráticas vulnerables, en un vecindario complejo. También se resaltan los acercamientos oportunistas de Bukele con Trump, ofreciendo control de inmigración a cambio de equipos médicos.

La simpatía de Trump por los gobernantes de mano dura es notoria. Un gobierno autocrático en El Salvador apoyado por los Estados Unidos despierta recuerdos de épocas donde Centroamérica era su “patio trasero”, una amistad que sirvió para agitar la guerra.

El presidente Bukele, que ha enfrentado el virus con más éxito que sus vecinos, y que parecía haber apaciguado la violencia entre pandillas, ahora está en la mira por su abuso del poder. Sus recientes actuaciones, sus vetos a medidas del Congreso, desafíos a las Cortes, y creciente acercamiento con los militares generan inquietud incluso entre sus entusiastas seguidores.

El temor es que aquel joven candidato con una agenda de transformación se haya convertido en un autócrata con poco respeto por la libertad. La pregunta es si Bukele podría mantener su estilo fresco sin salirse de las rayas de la democracia y el Estado de derecho.

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