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La paz que no llega

Firmados los acuerdos del Gobierno y las Farc en el teatro Colón de Bogotá, e iniciado el proceso formal con el ELN, se esperaba que el 2017 fuera el año en que la paz se consolidaría en Colombia. A pesar de los esfuerzos por lograrlo, subsisten aún elementos de gran importancia que impiden concretar esa aspiración nacional.

27 de diciembre de 2017 Por: Editorial .

Firmados los acuerdos del Gobierno y las Farc en el teatro Colón de Bogotá, e iniciado el proceso formal con el ELN, se esperaba que el 2017 fuera el año en que la paz se consolidaría en Colombia. A pesar de los esfuerzos por lograrlo, subsisten aún elementos de gran importancia que impiden concretar esa aspiración nacional.

El inicio del año fue de grandes expectativas, varias de las cuales pudieron realizarse. Está en primer lugar la desmovilización y el desarme de las Farc que significó el fin de su acción violenta y el inicio de una etapa en la cual sus integrantes se reintegrarán a la sociedad y a la política de las ideas y los votos. A lo largo de los primeros meses, ese compromiso fue tomando forma con el apoyo de la ONU y de otras organizaciones internacionales que sirvieron de garantes y testigos de uno de los hechos sin duda más trascendentales en nuestra historia reciente.

Hoy se tiene a unas Farc convertidas en partido político que se prepara a competir en las próximas elecciones, aunque tiene aseguradas diez curules en el Congreso. Sus integrantes son cobijados por medidas especiales que suspenden los procesos judiciales y las condenas proferidas en su contra, lo cual les permite realizar sus actividades proselitistas. Es una gran transformación que debe ser reconocida en toda su importancia, más allá de las diferencias ideológicas o de las confrontaciones naturales con el Gobierno Nacional.

Pero debe admitirse también que no se pudo concretar todo el cúmulo de compromisos legislativos firmados en el acuerdo del Colón. De una parte, la Corte Constitucional emitió sentencias que precisaron asuntos cruciales como el ámbito y las limitaciones que tendrá la Jurisdicción Especial de Paz y sus integrantes, lo que devolvió tranquilidad a sectores importantes de la sociedad que temían por atribuciones ilimitadas y decisiones que podrían llevar a ampliar el conflicto en lugar de terminarlo.

Así mismo, el progresivo deterioro de la amplia coalición oficialista en el segundo semestre llevó a que se quedaran en el tintero varias iniciativas que no fue posible tramitar por la vía del fast track. Y en forma paralela, el auge de los cultivos ilícitos tanto como las limitaciones del Estado y su ausencia como garante de la tranquilidad en regiones como el Litoral Pacífico, dejaron una sensación de incertidumbre a pesar de los esfuerzos de las autoridades por llenar esos vacíos.

Mención aparte debe hacerse de las gestiones para alcanzar un acuerdo con el ELN. Aunque se ha logrado entablar una negociación formal en Ecuador y la firma de un cese el fuego bilateral, los hechos de violencia y terror promovidos por varios frentes de ese grupo dejan un mal sabor, aumentan el escepticismo y dan a entender que la voluntad y la unidad de sus dirigentes está muy lejana del propósito de terminar el conflicto armado.

Finalmente, es necesario reconocer que el narcotráfico en todas sus formas sigue siendo el gran enemigo de la paz en Colombia. Y que mientras no se controlen todos sus elementos, continuará siendo el gran generador de violencia, inseguridad y delincuencia en nuestro país.

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