El pais
SUSCRÍBETE

En la sin salida

.La confusión es pues enorme, mientras la debilidad del gobierno de la señora May y de su partido conservador es patética, al punto en que lo que sigue es impredecible.

16 de enero de 2019 Por: Editorial .

La Cámara de los Comunes de la Gran Bretaña votó por una mayoría abrumadora lo que todo el mundo sabía de antemano. Lo que se pregunta ahora es qué va a pasar y qué camino tomará el Reino Unido ante el dilema de cumplir la voluntad de las mayorías británicas expresadas en el referendo de junio de 2016, o echar para atrás, quedándose en la Unión Europea y hacer de cuenta que nada ha pasado.

Hacía noventa y un años que no se producía en el Parlamento inglés una derrota tan aplastante de una iniciativa presentada por el Gobierno. Por considerarlo nocivo a los intereses británicos, 432 votos, la tercera parte de los cuales pertenecen al partido de gobierno le dijeron no al acuerdo que la primera Ministra logró con los delegados de la UE.

Fue un acuerdo difícil y complejo en el cual la señora Theresa May se vio obligada a aceptar cláusulas durísimas que en algunos casos, como la definición de una frontera con Irlanda del Norte que expresó su voluntad de seguir en el tratado, significarían en la práctica la división de la Gran Bretaña y el posible regreso de las diferencias que causaron una larga y sangrienta guerra en esa isla. Y fue el producto de un proceso que la puso contra la pared, llevándola a aceptar condiciones que, de ser aprobadas por los legisladores en la sesión del pasado martes, ocasionarían graves perjuicios a la economía de la nación inglesa.

Por eso recibió un rechazo rotundo y categórico que desnudó además la enorme confusión por la que atraviesa la dirigencia inglesa. Se vio ante todo la confrontación partidista que pareció desconocer la gravedad del asunto para llevar a un voto de censura contra el gobierno de la señora May, el que no progresó, puesto que la alianza del partido conservador y el partido de Unión de Irlanda del Norte no estuvo dispuesta a aceptar la responsabilidad del fracaso del Brexit, a renunciar al poder y a llamar a unas elecciones donde la derrota sería inevitable.

Lo que sigue se reduce ya a tres opciones, cualquiera de las cuales significará una pérdida para el Gobierno: lograr una renegociación imposible puesto que la UE expresó que no está dispuesta a admitir modificaciones a lo acordado con la señora May; aceptar la llegada del plazo límite el próximo 29 de marzo y para un Brexit duro que sería catastrófico en opinión de los especialistas; o llamar a un nuevo referendo, donde los británicos vuelvan a votar si prefieren irse de la Unión Europea o quedarse en las condiciones especiales que lo han hecho durante veinticinco años.

La confusión es pues enorme, mientras la debilidad del gobierno de la señora May y de su partido conservador es patética, al punto en que lo que sigue es impredecible. Por culpa de un llamado de su antecesor, David Cameron, a que los británicos decidieran un asunto que él debió definir como gobernante que tiene todos los elementos de juicio para tomar la decisión, el Reino Unido está en la sin salida y amenazado por las sanciones de Europa, con su economía en vilo. U obligado a mantenerse en la UE, lo que significará un duro golpe al orgullo de la Gran Bretaña.

AHORA EN Editorial