Elecciones sin garantías
El próximo domingo, Venezuela celebrará las elecciones que ha aplazado durante un año.
El próximo domingo, Venezuela celebrará las elecciones que ha aplazado durante un año. Y más que nunca, en esta oportunidad serán realizadas con el manto de las dudas sobre la imparcialidad de la autoridad electoral, la posibilidad de lograr un resultado veraz ante el intento de la dictadura por legitimar su Asamblea Constituyente y el efecto que tendrá la sorprendente decisión de la oposición de participar en el proceso.
Nada asegura que esas elecciones sean democráticas. Empezando por la vociferante actitud del presidente Nicolás Maduro con la cual da a entender que los Gobernadores elegidos tendrán que reconocer la autoridad de la espuria Asamblea elegida por su régimen, y siguiendo por la facultad que ésta se autoconfirió para vetar o desconocer candidatos, todo indica que la voluntad de la inmensa mayoría de los venezolanos está a un paso de ser desconocida de nuevo.
En medio de esas lamentables circunstancias, llama la atención el giro dado por los dirigentes de la Mesa de Unidad Democrática al aceptar su participación en esas elecciones. Más aún cuando la protesta social que condena la dictadura daba a entender que ya no había marcha atrás en la exigencia de una democracia donde la libertad sea respetada y se terminen el absolutismo, la corrupción y los abusos que encarna el régimen chavista.
En las elecciones del domingo, los opositores estarán expuestos al arbitrio de un Consejo Electoral nada neutral, que tendrá el manejo absoluto del censo electoral, de los centros de votación, del conteo de los votos, de las máquinas que reconocen las huellas. Nada garantizará entonces que la democracia se imponga, y que la voluntad de cambio de los venezolanos se refleje en los comicios.
Es posible que haya existido una negociación para detener el estallido social que se vislumbra ante las condiciones de miseria, escasez y violencia a las que la dictadura ha llevado a una Nación que tiene en su suelo las reservas más grandes de petróleo en el mundo. Lo que sí parece adivinarse es la ambición por participar en la repartición de la administración pública de algunos de los partidos que detentaron el poder y causaron la llegada del chavismo.
A pocas horas de empezar esas elecciones, hoy es cada vez más difícil de entender lo que está sucediendo en Venezuela. Lo que sí está claro es el afán de los militares por imponer sus designios, de Maduro y su séquito por mantener el poder y de los sectores que se enriquecen con el patrimonio nacional mediante la combinación de fuerza bruta, corrupción sin límites y el hambre con la cual pretenden someter al pueblo venezolano, ocasionando un éxodo imperdonable que hace perder a su país mucha de su riqueza, de su iniciativa y de sus posibilidades de progreso.
El mundo libre estará pendiente de lo que suceda en las elecciones de Venezuela. Pero desde ya se puede afirmar que nunca aceptará la exigencia de Maduro y los militares que lo respaldan de aceptar el asalto a las instituciones de ese país, representado por unas elecciones fraudulentas y sin garantías, y una Asamblea Constituyente ilegítima.