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Leticia, sin río
Un conflicto con orígenes muy remotos.
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16 de ago de 2025, 02:27 a. m.
Actualizado el 16 de ago de 2025, 02:27 a. m.
La única guerra internacional que ha librado Colombia, con aviones, barcos e infantería, fue contra el Perú entre 1932 y 1933. Fue un conflicto con orígenes muy remotos.
Simón Bolívar determinó que los límites de las nuevas naciones independientes serían los mismos trazados por la corona española para sus virreinatos, como lo determinaba la costumbre internacional del Uti Possidetis Iuris, latinajo que quiere decir, como poseías poseerás.
Lo anterior hacía que la República de Colombia entrara en posesión de la zona comprendida entre los ríos Putumayo y Amazonas, que había pertenecido al Virreinato de la Nueva Granada establecido en 1739. Sin embargo, en 1802 por Real Cédula se había ordenado que Maynas, Quijos y Jaén, provincias de esa región, retornarán al Virreinato del Perú.
Al parecer, como se demostró luego ante el reclamo peruano, esa anexión solo se refería a la creación del obispado de Maynas dependiente del arzobispado de Lima, para proteger en esas lejanías la evangelización de los indígenas, o sea era una decisión eclesiástica sin efectos políticos, máxime cuando el obispado nunca se confirmó, pues la Real Cédula fue impugnada por el virreinato de la Nueva Granada.
No obstante, tanto en 1822 como en 1826 el Perú convocó elecciones en esas tres provincias (suspendidas por la protesta colombiana), alegando derechos con otro latinajo, el Uti Possidetis Facti, que quiere decir, posees lo que tienes bajo tu control, como era este caso y siguió siéndolo dado que la presencia peruana en la zona ha sido mayor que la colombiana, incluyendo a Leticia.
El asunto siguió sin resolverse por un siglo más, período en el cual hubo negociaciones infructuosas en las que además intervinieron Ecuador y Brasil, incluyendo un enfrentamiento militar entre Colombia y Perú en el sitio de La Pedrera en 1911.
Finalmente, en 1922 mediante el tratado Lozano-Salomón el Perú reconoció la soberanía de Colombia sobre los territorios comprendidos entre los ríos Caquetá y Putumayo; y le cedió el llamado Trapecio Amazónico que estaba bajo su control, incluyendo Leticia, donde vivían miles de peruanos, asegurándole acceso al gran río. Y allí fue Troya.
La insatisfacción de la población peruana en Leticia fue creciendo hasta que en septiembre de 1932 un grupo armado de peruanos tomó la ciudad que consideraban suya.
Al presidente peruano Luis Miguel Sánchez Cerro el asunto se le salió de las manos ante la presión de quienes denunciaban el tratado de 1922 como una entrega de la soberanía y terminó con una guerra no declarada a Colombia. Perú era una potencia militar y Colombia no tenía ni aviación, ni marina de guerra. Tuvieron que inventarla a las volandas.
Aviones civiles adecuados como bombarderos, viejos barcos de guerra que remontaron el Amazonas para llegar a la zona de combate que fue sobre todo el río Putumayo. Una guerra de verdad con ataques aéreos y fluviales, que hoy se subestima como una escaramuza, pero movilizó a la Nación entera y ganó Colombia. Perú entregó Leticia a una comisión de la Liga de las Naciones y en 1934 el Protocolo de Río de Janeiro ratificó el tratado de 1922.
Ahora Colombia reclama soberanía sobre la pantanosa y minúscula isla Santa Rosa, situada frente a Leticia, creada por la partición por el río hace medio siglo de la isla peruana de Chinería. El peligro no es otra guerra, que sería la locura total, sino que Leticia se quede sin río, que se aleja. Así que toca volver a negociar.

Abogado especializado en Ciencias Socioeconómicas. Ha sido embajador de Colombia ante la Asamblea General de la ONU, Cónsul General de Colombia en el Reino Unido, Gerente Regional de la Caja Agraria y Secretario General de Anif y de la Universidad del Valle.
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