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‘Nidos de Oropéndola’

Holandesa de nacimiento pero con gran parte de su corazón en Colombia,...

5 de octubre de 2010 Por: Aura Lucía Mera

Holandesa de nacimiento pero con gran parte de su corazón en Colombia, donde vivió desde los dos años hasta que regresó a su país para estudiar sicología y hacer un postgrado en neurosicología infantil, Loretta van Iterson, mujer sensible, suave, femenina pero con espíritu indomable de gitana y caminante, recorrió a pie, con su mochila al hombro y sus ojos abiertos a todas las experiencias de la naturaleza, el camino hasta Ciudad Perdida y el Chocó, enfoncándose en la magia de Bahía Solano y Guapi.Con el tiempo decanto sus experiencias y decidió escribir, primero en holandés, y luego traducir ella misma -maneja el español en forma impecable- sus memorias y vivencias en estos recorridos que pocos colombianos nos hemos atrevido a emprender. El resultado fue un libro lleno de aire puro, de flores y culturas, de experiencias únicas que tituló ‘Nidos de Oropéndolas’. En él nos cuenta sus viajes a pie por los Andes y la Costa Pacífica de Colombia y las montañas de Venezuela, desde los páramos donde tuvo que dormir al abrigo de los frailejones, sus baños en el cristalino río Buriticá en la Sierra Nevada, sus largas jornadas a pie, donde la alimentación que proveía el guia consistía en una taza de cornflakes con guarapo, porque “así como las fieras caminan mejor cuando tienen hambre”, así también forzaba a los expedicionarios a gastar hasta las últimas energías, con bríos y, sobre todo, el deseo imperante de llegar a las metas fijadas.Su viaje a la Sierra Nevada, donde nos descubre tradiciones no conocidas de los arhuacos y los kogis, los antiguos taiyunas o tayronas, revelándonos secretos tribales. Como la iniciación de su más temprana infancia, el aislamiento, la observación rigurosa de las estrellas y el hambre a que someten a los niños seleccionados para ser los futuros Mamos, la reserva para hablar de sus asuntos cotidianos y la espontaneidad para compartir sus intimidades, la iniciación sexual de las jóvenes con los ancianos de la tribu y de los muchachos con las mujeres de más experiencia, con los rituales de los poporos donde mezclan la cal con la coca, con el palito indicado, para entrar así en la adultez, las costumbres de las mujeres que no pueden dirigirle la palabra a ningún blanco sin la autorización de sus compañeros y la indentificación con el viento, la tierra, el sol y el agua.Su aventura loca, con su amiga Kristina por los páramos y la Cordillera venezolana, sin brújula ni guía, sólo siguiendo el instinto. Sus noches en santuarios de piedra, donde peregrinos anteriores habían dejado la estampa de San Benito, las chozas donde les daban la bienvenida sin recelo. Las precauciones para no revelar su identidad holandesa en la selva chocoana, donde todos los blancos son denominados ‘paisas’.‘Nidos de Oropéndola’. Este título mágico nos invita a soñar y a vizualizar el paraíso tropical que nos rodea. Parajes casi jamás hollados por ningún ser humano. Lugares incontaminados, donde se mezclan los yarumos con helechos gigantes, quebradas turbulentas, puentes de troncos, costumbres y rituales sagrados y sabios. Respeto por la naturaleza y dignidad de alma y pensamiento.Editado por una pequeña y valiente editorial, ‘La Serpiente Emplumada’, y lanzado en la Feria pasada del libro en Bogotá. Ya está a la venta en las principales librerías de Colombia. El viernes pasado fue su presentación en español en la Embajada de La Haya. Libro para no perderse de leerlo, pues nos eleva el espíritu.Transcribo uno de sus bellos apartes: “Es una noche oscura y libre de viento. Según los Kogi este debió ser un lugar en que el viento era bienvenido. En otros tiempos los vientos vagaban errantes por los valles en busca de una casa dónde habitar. Eran rechazados en todas partes, hasta que fue acogido amorosamente en una. Y eso sólo ahí donde el viento encontró morada, donde hay paz. En los demás sitios sigue errando ansioso...”.Sobran más recomendaciones. Un libro para leer y volver a soñar. Gracias Loretta por descubrirnos nuestros tesoros.

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