El poder de la estupidez

“No se puede subestimar el poder de la estupidez”, contestó el historiador israelí Yuval Noah Harari a una pregunta sobre la posibilidad de desatar una guerra nuclear en la situación actual. La frase se volvió repetitiva en centenares de entrevistas a raíz de la publicación de su último libro, ‘21 lecciones para el Siglo XXI’, tema obligado de todos los medios de comunicación del mundo. Y una oportunidad de celebrarlo durante La Feria Internacional del Libro de Cali -por su universalidad- aunque no figure en la categoría especifica del evento.

Yuval Noah Harari es el historiador que ‘The Economist’ califica como el verdadero primer “intelectual global del Siglo XXI”. En Francia la revista ‘Le Point’ le da portada y lo presenta como “El pensador más importante del mundo”; el ‘New York Times’ lo ensalsa, el ‘Corriere de la Sera’ lo venera, etc., etc.

¿Quién es él? Nació en Haifa hace 42 años, de aspecto modesto y frágil, doctorado en Oxford y profesor en la Universidad de Jerusalén, ateo, homosexual (casado con su compañero Itzhik), vive en un suburbio discreto entre Tel Aviv y Jerusalén.

Su notoriedad internacional comenzó en el 2014 con la publicación de ‘Sapiens’, un libro que se volvió fenómeno planetario. Le siguió ‘Homo Deus’ en 2017 y en agosto pasado ‘21 lecciones del Siglo XXI’. Se calcula que Harari vendió más de 12 millones de libros y fue traducido en 45 idiomas. Sus seguidores más fieles son personalidades del calibre de Barack Obama quien después de leer ‘Sapiens’ lo convirtió en libro de cabecera por ser “una historia de la humanidad, vista desde el cielo”. Los otros se llaman Gates, Zuckerberg, Merkel, Macron y demás poderosos que manejan nuestras vidas. Todos lo invitan, lo visitan y lo consultan.

¿Qué tan importante es el mensaje de Harari? Veamos. Él considera que el mundo de hoy va mejor que el de ayer y de antes de ayer; es más próspero, más tolerante, más pacífico y más saludable aunque advierte que no se puede “subestimar la irracionalidad o la estupidez humana” para desatar guerras aniquiladoras y tomar decisiones de trágicas consecuencias.

Gran defensor de las democracias liberales Harari reconoce que son mortales. Sostiene que el nacionalismo y el populismo no resuelven los problemas globales modernos pero llegan a ser atractivos en momentos de desespero. “El nacionalismo no aporta nada a las guerras nucleares, al recalentamiento climático, a la tecnología disruptiva, a la inteligencia artificial o a la biotecnología. La ciencia es global. No hay ciencia nacional”.

Respecto a los migrantes Harari hace una pregunta -según el fundamentalismo, ¿son las culturas iguales o estimamos que algunas son superiores a otras? Explica que el ‘culturismo’ es más complejo que el racismo y cuando uno piensa que ciertas culturas son menos tolerantes que otras, hay algo de verdad. El gran problema de los migrantes es que se ha radicalizado: quienes quieren frenarlos son señalados como fascistas y los que quieren abrirles las puertas son mirados como vende-patrias.

En cuanto al desempleo Harari expresa enorme preocupación sobre el papel de las máquinas que ahora vienen a reemplazar al hombre no solo en el campo manual sino también en el cognitivo. Y mientras los empleos tradicionales desaparecen en el proceso, los nuevos requieren de muy altas competencias que se tienen que actualizar constantemente ya que la inteligencia artificial todavía no ha utilizado todo su potencial.

En política Harari no ve en el islamismo una amenaza real porque no atrae a los no musulmanes; lo considera menos universal que el comunismo de antaño. ¿Y las religiones? Harari el ateo dice que las religiones inventaron las ‘fake news’ (noticias falsas) milenarias, con sus historias rocambolescas, basadas en rumores que las gentes se creían y siguen creyendo.