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Los soldados desminadores trabajan entre las 6:00 am y las 2:00 pm. Está prohibido trabajar más de ocho horas. El cansancio puede ser fatal. | Foto: Bernardo Peña / El País

FUERZAS ARMADAS

Así se limpia de minas el Valle: crónica con la única mujer en la región que lidera esta lucha

La subteniente Alicia Fernanda Rojas es la única mujer en la región dedicada al desminado humanitario. En el país ya son 365 los municipios despejados. Así es una jornada de desminado en la vereda La Nevera, de Palmira.

15 de septiembre de 2019 Por: Santiago Cruz Hoyos / editor de Crónicas y Reportajes

La subteniente Alicia Fernanda Rojas Coral, del Batallón de Ingenieros de Desminado Humanitario Número 6, dice que el ataque del que fue víctima en abril sucedió en la misma zona donde asesinaron, el 2 de septiembre, a Karina García Sierra, candidata por el partido Liberal a la alcaldía de Suárez, en el departamento del Cauca.

– Nos encontrábamos en la zona rural haciendo una operación de desminado, cuando nos quemaron una camioneta. El personal que nos estaba amenazando, un Grupo Armado Organizado, Gao, empezó a disparar y como nosotros no cargamos armamento, solo pudimos buscar cubierta y protección hasta que pasó todo. Era una zona de mucha maleza así que nos tiramos al piso. Al otro día, por motivos de seguridad, salimos de allá. Es el único ataque que he recibido desde que estoy dedicada al desminado humanitario en el país.

La subteniente es la única mujer en el Valle, Cauca y Nariño que se encarga de “descontaminar” las montañas y los caminos de las minas antipersona que durante el conflicto instalaron tanto la guerrilla de las Farc y el ELN, como los paramilitares.

Solamente en donde nos encontramos, el municipio de Palmira, se tiene registro de 19 víctimas, entre ellas cinco civiles y 14 miembros de la Fuerza Pública. Cuatro murieron por simplemente caminar en un terreno que a alguien se le ocurrió infestar de bombas.

Mientras desayuna en una panadería, antes de viajar a la vereda La Nevera donde se realizará la jornada de desminado de esta mañana, la subteniente asegura que desde que tiene uso de razón le gustó la disciplina de las personas que trabajan en las Fuerzas Armadas, por lo que no dudó en ingresar al Ejército. Al escucharla se tiene la sensación de estar frente a alguien con un don de mando poco frecuente en personas de su edad: 24 años.

– Nací en Sibundoy, Putumayo.

Además de militar, la subteniente es ingeniera civil y eso se debe a su familia. Su padre fue ingeniero industrial, su madre es ingeniera de sistemas, sus tíos son ingenieros mecánicos. Otro de sus tíos es Coronel.
Cuando se graduó en la Universidad Militar Nueva Granada, supuso que el paso siguiente sería trabajar en un batallón de ingenieros. Sin embargo fue trasladada al Batallón de Desminado Número 60, en Antioquia, donde comenzó su trabajo como detectora de minas antipersona.

Según las estadísticas de la Dirección para la Acción Integral Contra Minas Antipersonal – Descontamina Colombia - entidad adscrita a la Presidencia de la República, Antioquia es el departamento con más víctimas civiles por estos artefactos, con 1156 casos.

Le siguen Nariño, con 611 víctimas civiles; Meta, con 420; el Cauca, con 270 y Norte de Santander, con 263. En promedio, una de cada cinco personas que pisan una mina fallece.

– En Antioquia uno se enfrenta a casos terribles. Una vez estábamos desminando en Cocorná y un niño, al lado de una escuela, vio una granada. Le pareció muy chévere y se la llevó en bicicleta para su casa. Su mamá se asustó y nos avisó. Tuvimos que desplegar un gran operativo.
En San Luis, un señor estaba limpiando el prado de su finca. Con el machete golpeó algo tan duro, que el machete vibró. Cuando empezó a desenterrar para mirar qué había, vio 8 cilindros cargados con explosivos. Siguió limpiando y se encontró otros tres, y después otros cuatro. Su finca estaba llena de bombas que se lograron neutralizar. En Concepción nos encontramos con una señora que trancaba la puerta de su casa con una granada. La gente del campo no conoce este tipo de explosivos, no dimensiona el peligro. Muchos no han visto en su vida una granada, ni siquiera por televisión. Por eso damos ejemplo: jamás tocamos una mina. Y damos charlas sobre comportamiento seguro – continúa la subteniente Alicia.

Antes de partir hacia la vereda La Nevera, aclara un asunto: las minas no se desactivan: se destruyen haciéndolas explotar.
– Donde nos dirigimos ya hemos destruido cuatro.

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Minar también traduce ‘reducir’, destruir poco a poco. De ahí el nombre de estos explosivos: su objetivo es degradar la moral. No hay nada más pavoroso que una amenaza latente que sin embargo no se sabe dónde se encuentra. Más que matar, son artefactos para ‘minar’ la salud física y mental. En Colombia, el 80% de los que pisaron las minas antipersona terminaron heridos, la mayoría con amputaciones.

Según los reportes de Descontamina Colombia, en el país hay 11.775 víctimas de estos artefactos, incluyendo minas y ‘Muse’: munición que está por ahí sin explotar.

El año 2006 fue el más crítico: se registraron 1228 casos. Aunque la tendencia se ha reducido, todavía caminar en ciertas regiones puede ser una condena a muerte. Entre enero y el 31 de agosto de 2019, 82 colombianos quedaron heridos o muertos por las minas. Los grupos armados ilegales aún las utilizan para proteger los cultivos de coca.

El 61% de los que han caído en las minas antipersona eran miembros de la Fuerza Pública, de hecho. El 39%, civiles. Las víctimas se encuentran en 512 municipios de 31 departamentos. Apenas se salva San Andrés.
Desde 1990 a la fecha, los cinco municipios con mayor número de víctimas son Vistahermosa, en el Meta, con 368; Tame, Arauca, con 348; Tumaco, Nariño, con 300; San Vicente del Caguán, Caquetá, con 263; Tarazá, Antioquia, con 257 víctimas.

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La Nevera está ubicada a una hora y media de Palmira, en el corregimiento Toche. Se llega por una carretera destapada. La camioneta donde viaja la subteniente es blanca y tiene un logo que indica que están prohibidas las armas. Pese a formar parte del Ejército, los soldados dedicados al desminado humanitario no portan fusiles o pistolas ni nada por el estilo. Tampoco se visten de camuflado. Su uniforme es azul, y el de los líderes es un traje beige, como el de la subteniente.

Es una manera de dejar claro que no forman parte del conflicto, no se involucran de un lado o del otro. Si por ejemplo pasara un camión repleto de cocaína, no lo perseguirían. Tampoco alertarían a las autoridades. Ser neutrales no solo es seguridad para ellos, sino para las comunidades donde trabajan.

Después de transitar en medio de una nube de polvo y de ver anuncios en la trocha que decían ‘área peligrosa, desminado en curso’, llegamos a La Nevera. La vereda quizá se llame así por su temperatura. En la noche el frío similar al de un nevecón. Aunque en estos días de calores intensos hasta en La Nevera se suda.

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Los soldados de desminado humanitario es encuentran en siete carpas color beige levantadas en la finca El Bosque, donde en los alrededores los campesinos han advertido que hay zonas minadas.

Las carpas parecen un campamento militar, pero la subteniente Alicia aclara que no se llaman así. Son el ‘Área Administrativa’ del desminado humanitario. Si quieren permanecer fuera del conflicto, el lenguaje bélico, como las armas, está prohibido.

Mantener este proceso en funcionamiento implica una inversión tan alta, que la subteniente no se atreve a calcular una cifra de cuánto cuesta descontaminar a Colombia de minas.

La energía eléctrica, por ejemplo, se obtiene de paneles solares, en el día, y plantas en la noche. Debe haber televisión e Internet satelital. Es la única manera de comunicarse entre estas montañas. Y los equipos de los desminadores humanitarios, que en el Valle, Cauca y Nariño suman 600 soldados, son costosos.

El detector de metales, para empezar, cuesta entre 12 y 15 millones de pesos. Igualmente deben llevar un traje de protección, una especie de chaleco blindado que protege tanto el pecho como la pelvis, y un visor para cubrir la cara. También utilizan un kit de desmalezamiento: tijeras y palas de jardinería, elementos sutiles, jamás una guadaña o un machete. Cortar por error un cable oculto bajo la maleza podría significar perder una pierna.

En algunas regiones del país, menos montañosas que La Nevera, se realiza además desminado canino: perros belga malinois, importados y entrenados para detectar explosivos con su olfato. En los Llanos Orientales, donde los terrenos son planos, se utiliza el desminado mecánico: aparatos tan grandes como tractores, equipados con martillos o rodillos que golpean las minas y las hacen explotar.

Para financiarse, entonces, el desminado humanitario en Colombia cuenta con recursos del gobierno de Japón y de la Fundación Howard G. Buffet. Buffet es uno de los filántropos más famosos y ricos del mundo.
Y pensar que hacer una mina no requiere grandes inversiones. Apenas se necesita un recipiente que puede ser una botella cualquiera, un explosivo casero, un detonador, lo que no cuesta más de $4.000. Los guerrilleros y los paramilitares acostumbran a agregarle veneno - a veces cianuro- y materia fecal.

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Mientras camina alrededor de las carpas, la subteniente Alicia cuenta que para encontrar bombas se certificó en un curso llamado Líderes de Desminado. Su trabajo finaliza cuando determina el lugar exacto donde hay una mina, y el tipo de mina que es.

Una vez encontrado el artefacto hace un informe para quienes se encargan de hacerlos explotar: los especialistas que han realizado el curso EOD en explosivos.

Para encontrar las minas, la Subteniente hace un ‘estudio no técnico’. Consiste en investigar los municipios donde ya se presentaron incidentes.

La información se la suministra Descontamina Colombia, la entidad que tiene los expedientes municipales en los que se reportan las víctimas y las coordenadas de la explosión. Algunos campesinos igualmente suministran información sobre los sitios por donde los grupos armados ilegales les advirtieron que no podían caminar.

Después de determinar las zonas donde hay sospecha de minas, el área es señalizada como peligrosa para evitar el paso de personas, y enseguida entra la subteniente con los pelotones de desminado. Por cierto: en el desminado humanitario no participan desmovilizados de las Farc, como algunos creen.

– Y como desminadores humanitarios solo trabajamos en municipios donde se nos garantice la seguridad y la no presencia de grupos armados ilegales– explica la Subteniente.

En La Nevera, un corredor estratégico entre el Valle, el Tolima, y el Cauca, anteriormente disputado por las guerrillas, no hay reporte de presencia de grupos ilegales.

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El Teniente Coronel Andrés Rojas, comandante del Batallón de Ingenieros de Desminado número 6, asegura en su oficina que en el Valle del Cauca ya despejaron de minas antipersona diez municipios. Siete se entregaron oficialmente: Cali, Cerrito, La Cumbre, Guacarí, Bugalagrande, Sevilla y San Pedro. También están libres El Águila, Riofrío y Calima, pero se está a la espera de hacer un acto con el presidente Iván Duque para hacerlo oficial.

Por lo pronto siguen trabajando en Tuluá, Palmira, Pradera, Florida y Dagua. En todo el departamento se han despejado 12.142 metros cuadrados entre montañas, llanuras, caminos. La estadística aumenta cada semana.

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Así se libra la lucha para dejar al Valle libre de minas

Para llegar al campo “contaminado” en La Nevera se debe caminar por una trocha empinada y después subir un par de cerros que hacen sudar la gota gorda a los periodistas sedentarios.

Hay varias estaciones. Primero nos detenemos en un puesto de control, donde un soldado desminador anota en un libro los nombres de los visitantes, y explica las medidas de seguridad: ponerse el equipo de protección, no traspasar las cintas que dicen ‘peligro’, tener al día los pagos de la seguridad social porque nunca se sabe.

Más adelante hay una segunda estación, llamada ‘área de descanso y primeros auxilios’. Allí debemos firmar un consentimiento para que en caso de que explote una mina, el enfermero nos preste los primeros auxilios.

El capitán Romero y el cabo primero Cortés nos explican otros datos a tener en cuenta: jamás se debe caminar adelante del líder de desminado. Todo lo que hay frente a él es peligroso. Las fotos deben hacerse sin flash. Hay minas que se podrían activar con la luz.

Entrar a un campo con amenaza de bombas hace que inconscientemente se camine más despacio y con los ojos muy abiertos, siguiendo las huellas del líder de desminado. El traje de protección no es tan pesado como parecía, pero lo realmente incómodo es caminar con un visor que se te pega a la nariz, lo que dificulta respirar.

En un área marcada con un punto rojo en la tierra, donde hay enterrado un detonador, el líder de desminado ensaya el detector de metales. Su sonido es similar a esos pitos incómodos en los oídos. Una vez calibrado el aparato, sigue ascendiendo lentamente, en silencio.

Descontaminar de minas a Colombia es un trabajo que requiere paciencia. Por cada jornada de 8 horas - no pueden trabajar más de ello porque el cansancio podría ser fatal - un soldado puede despejar apenas 10 metros cuadrados, cuando el terreno es montañoso. Con todo y eso ya son 356 los municipios libres de minas.

La subteniente Alicia cuenta que hay días en que ni siquiera tiene tiempo de llamar a su familia, y sin embargo su trabajo la hace feliz. Sobre todo cuando asiste a la entrega de los municipios libres de minas y es testigo del retorno de las víctimas.

– Ver que gracias a nuestro trabajo los campesinos pueden regresar a su tierra con esa alegría con la que lo hacen, es muy satisfactorio. Que retornen con tranquilidad, que pisen de nuevo donde no podían, con la esperanza de volver a empezar, te hace sentir que la labor que realizamos es muy importante para la sociedad.

Alguna vez la subteniente asistió a una exposición de prótesis artesanales que diseñan los campesinos víctimas de las minas. Una de ellas correspondía a la de un niño. Su pierna era una botella de gaseosa a la que en la tapa, le adaptó un palo que sostenía un pie artesanal. Pese a la barbarie de guerrilleros y paramilitares, el niño se las arreglaba para ponerse unos tenis y seguir adelante. Aunque el propósito de la subteniente y los soldados que la acompañan es que Colombia sea un país donde caminar no sea un peligro. En el campo “contaminado” de La Nevera hay pintada una calavera que nos recuerda dónde estamos.

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