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La nueva negociación

La gran pregunta de los colombianos es si el cambio que significó elegir a Petro como presidente podrá servir para que, al fin, los cabecillas del Eln incluidos los jefes de los grupos que siembran el terror en varias zonas del país, acepten cesar su violencia y reintegrarse a la sociedad.

20 de noviembre de 2022 Por: Vicky Perea García

Hoy arranca en Caracas, Venezuela, el enésimo intento por lograr un acuerdo con el Eln para terminar la violencia que lleva practicando durante sesenta y nueve años contra los colombianos. Será otro esfuerzo más, ahora impulsado por un Gobierno cuya bandera principal es la paz total, mientras la inmensa mayoría de los colombianos demuestran su escepticismo por la trayectoria de incumplimientos y fracasos que acompaña al grupo de violencia más antiguo del mundo.

El Eln, que nació bajo el amparo de los propósitos de desparramar la revolución triunfante en Cuba a través del continente americano, es hoy una suma de organizaciones que no tienen comando unificado, así aparezcan viejos cabecillas en las mesas de negociación cada que el gobierno de turno inicia un acercamiento. Son personajes que profesan esas arcaicas y fracasadas ideas del comunismo estalinista, casi todos viven en el extranjero y no parecen tener ascendencia sobre los jefes de los grupos que hoy se muestran más comprometidos con la explotación del narcotráfico y la minería ilegal que con los principios revolucionarios que exportó Fidel Castro.

Ahora, y debido al interés del gobierno de Gustavo Petro, se revivió un proceso que estuvo muerto durante cuatro años debido al terrorismo que usaron sus frentes para asesinar a 22 cadetes de la Escuela de Policía General Santander. Aunque es parte de su interés por negociar con todos los grupos de violencia que existen en Colombia, es claro que el hecho de tener origen en la lucha guerrillera aún le da el aura política que el Mandatario necesita para validar su propuesta.

La gran pregunta de los colombianos es si el cambio que significó elegir a Petro como presidente podrá servir para que, al fin, los cabecillas del Eln incluidos los jefes de los grupos que siembran el terror en varias zonas del país, acepten cesar su violencia y reintegrarse a la sociedad. Difícil labor, si se tiene en cuenta que uno de sus máximos líderes insiste en igualar al Eln con el Estado y la Fuerza Pública y en sugerir que mantendrán sus armas.

No obstante, todavía queda la esperanza de lograr que los que usan el nombre del Eln abandonen la violencia que hoy solo les sirve a quienes se enriquecen arrasando el medio ambiente, traficando y destruyendo comunidades en el Pacífico, el Arauca, en el Catatumbo o en Antioquia y el sur de Bolívar. Eso sí, bajo el presupuesto de que no se les entregarán las instituciones ni se usará el proceso que se inicia como vehículo de propaganda para las tendencias ideológicas del Jefe del Estado, quien ha designado una numerosa delegación en la cual incluyó a un representante del gremio ganadero y del principal partido de oposición.

Que se inicien entonces las negociaciones con el Eln, pero bajo el presupuesto de que no se pondrá en juego la estabilidad del Estado de Derecho que Colombia ha defendido durante 210 años de vida institucional. Y que, ojalá, sea real el acompañamiento de la Comunidad Internacional y no solo de la dictadura de Nicolás Maduro que ha protegido a quienes desde Venezuela manejan y ordenan el terrorismo contra nuestro país.

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