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La guerra sin fin

La negativa del Eln a acordar un cese bilateral al fuego y ataques como el del Norte de Santander confirman que no existe una verdadera voluntad para negociar, lo que debe tener en cuenta el Gobierno Nacional para decidir la continuidad de unos diálogos signados por la violencia y una guerra sin fin. Colombia quiere vivir en paz, pero no a cualquier precio

29 de marzo de 2023 Por: Elpais.com.co

La historia se repite. El gobierno de turno se empeña en sentarse a negociar con el Eln sin exigirle el cese de todo hostigamiento, atentado o acción criminal como condición para comenzar los diálogos, y el grupo guerrillero se aprovecha de esa laxitud. En el mandato de la Paz Total, el de Gustavo Petro, tampoco ha sido diferente como lo demuestra la mezquina y mortal emboscada cometida ayer en el Catatumbo contra un grupo de militares que vigilaba la infraestructura energética.

Los hechos ocurrieron a las tres de la mañana del miércoles en zona rural del municipio de Villanueva, Norte de Santander, cuando un contingente integrado por suboficiales y soldados, algunos de ellos jóvenes que prestaban su servicio obligatorio, descansaban de su labor. En una cobarde acción el frente Camilo Torres del Ejército de Liberación Nacional, lanzó contra ellos explosivos y ráfagas de fusil que acabaron con la vida de nueve militares y dejaron a nueve más heridos de gravedad.

El ataque ocurre mientras el Gobierno y el Eln se preparan para iniciar una tercera ronda de conversaciones que debería realizarse en el próximo mes de abril en Cuba, con las que se busca avanzar en un eventual acuerdo de paz con la organización clandestina. Es el momento de preguntar si, pese al anhelo sentido de todos los colombianos de ponerle fin al conflicto armado con la agrupación que durante 60 años ha sometido al país a las peores formas de violencia, es posible sentarse de nuevo a la mesa con quienes cometieron tan vil crimen no solo contra servidores públicos que tienen como misión defender a Colombia si no contra la Nación misma.

Lo sucedido en el Catatumbo es una historia ya conocida. El país se convence de la disposición del Eln para adelantar unos diálogos que conduzcan al cese de sus actividades terroristas e ilegales, el gobierno del momento confía en sus buenas intenciones y esa organización criminal asesta golpes letales, como ocurrió hace cuatro años con el atentado a la Escuela de Policía General Santander en Bogotá, que obligó al entonces presidente Iván Duque a suspender el proceso que se adelantaba.

Desde Belisario Betancur en la década de los 80, cada Presidente de la República ha hecho el intento por generar acercamientos con el Eln que terminan siendo una frustración. Es claro que a la organización subversiva tampoco le interesa ahora desmovilizarse, entregar las armas, someterse a la Justicia ni mucho menos dejar de lado sus rentables negocios del narcotráfico y la minería ilegal, que son los que hoy mueven a ese grupo, no la revolución insurgente, copiada de ideológica cubana, que le dio origen en 1964.

Por ello es difícil creer que será distinto en esta ocasión, así el presidente Gustavo Petro considere que su política de Paz Total puede hacer la diferencia. La negativa del Eln a acordar un cese bilateral al fuego y ataques como el del Norte de Santander confirman que no existe una verdadera voluntad para negociar, lo que debe tener en cuenta el Gobierno Nacional para decidir la continuidad de unos diálogos signados por la violencia y una guerra sin fin. Colombia quiere vivir en paz, pero no a cualquier precio.