Editorial
La pelota no se mancha
Salir simplemente a rechazar o condenar que estructuras del crimen estén manipulando los resultados y desarrollo de los juegos sin tomar acciones concretas, es casi cohonestar con el delito.
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23 de dic de 2025, 03:02 a. m.
Actualizado el 23 de dic de 2025, 03:03 a. m.
A la presencia confirmada de estructuras del crimen organizado manipulando el desarrollo y el resultado de algunos de los partidos del Fútbol Profesional Colombiano, así como juegos de la Segunda División y de la categoría femenina, no se le puede hacer frente con titubeos.
Es impostergable que la Dimayor, Coljuegos y la Fiscalía General de la Nación apliquen todo el rigor y la contundencia para llevar ante la Justicia a los responsables del amaño de jugadas y partidos con el fin de obtener beneficio económico en el mercado oscuro de las apuestas.
El informe exclusivo publicado en la edición del pasado fin de semana por El País reveló que son 26 los casos conocidos en los últimos cinco años de amaños o manipulación de resultados y jugadas que involucran a equipos como Patriotas, Boyacá Chicó y el Unión Magdalena.
Organizaciones criminales, incluso bandas internacionales, que compran jugadores o directivos para acertar en el número de faltas, la cantidad de tarjetas amarillas, los tiros de esquina o el minuto en el que se anotan goles, sembrando un manto de duda sobre un deporte que tantas veces ha representado un soplo de esperanza y paz para este país.
Ecuador es el más cercano de los espejos de lo que puede ocurrir en Colombia. Un país donde las apuestas terminaron convertidas en un indicador más de violencia, donde varios de los involucrados en los amaños de partidos de segunda división en ese país terminaron asesinados por las mismas estructuras criminales que los reclutaron para manipular resultados.
Lo que está en juego es todo el encanto y la pasión del fútbol si es que hace carrera el hecho de que ya existan resultados desde antes de que se jueguen los partidos. Que sin que haya rodado el balón ya el espectáculo de multitudes vaya perdiendo por goleada.
La responsabilidad de las autoridades es entonces enorme. Salir simplemente a rechazar o condenar que estructuras del crimen estén manipulando los resultados y desarrollo de los juegos sin tomar acciones concretas, es casi cohonestar con el delito.
Un compromiso que no exime a los dueños de esas casas de apuestas, la gran mayoría de ellos patrocinadores de los equipos profesionales del rentado nacional, por lo que están obligados a denunciar la más mínima muestra de manipulación en el deporte.
Si bien la Justicia y las autoridades del fútbol se han quedado cortos en las investigaciones y las sanciones a los responsables de estos hechos de corrupción, el castigo social sí ha sido implacable a la hora de señalar la presunta responsabilidad de los diferentes actores en estos casos, y son las casas de apuestas las que llevan la peor parte.
El fútbol es un espectáculo de multitudes y permitir que la corrupción empañe la pasión y la alegría de un país que ha encontrado en este deporte una de las pocas razones que aún le quedan para sonreír y celebrar, puede terminar siendo la peor apuesta.
Porque promover, por acción u omisión, la falta de credibilidad en los resultados de los partidos del rentado colombiano, no es más ni menos que espantar a los hinchas de los estadios y acabar con la fe de miles de seguidores en las tribunas.
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