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El idioma del terror

Atentados terroristas por todas partes es la respuesta del Eln a quienes le piden al Gobierno Nacional que restablezca las negociaciones de paz con ese grupo.

12 de diciembre de 2019 Por: Editorial .

Atentados terroristas por todas partes es la respuesta del Eln a quienes le piden al Gobierno Nacional que restablezca las negociaciones de paz con ese grupo. De nuevo hay que preguntar si tiene sentido aceptar el chantaje del terror asesino que no conduce a nada bueno y desconoce la opinión de la inmensa mayoría de los colombianos.

Ayer, la explosión se produjo en momentos en los cuales se llevaba a cabo una conversación entre el Gobierno y representantes del pueblo W’wa para hablar del saneamiento en su territorio. Era una reunión dirigida a solucionar los problemas de una comunidad indígena que necesita apoyo. Pero los terroristas entendieron esa reunión como la posibilidad de usarla para sembrar el caos, hiriendo a tres soldados que vigilaban la zona y dejando el desconcierto entre quienes participan del diálogo.

Santander de Quilichao en el Cauca, donde murieron tres servidores públicos y fue destruida una estación de Policía; las carreteras del norte de Antioquia donde quemaron seis tractomulas y aterrorizaron a los transportadores; y ahora el municipio de Cubará en Boyacá, han sido las víctimas del último mes en la escalada demencial que pretende obligar a Colombia a ceder y negociar una supuesta paz con el Eln.

Con ello ratifican el mensaje sangriento de quienes ordenaron y ejecutaron el atentado vil de hace once meses a la Escuela de Policía General Santander en Bogotá, donde asesinaron a veintidós seres humanos. Negociar según sus condiciones o la muerte indiscriminada y la destrucción; despreciar la vida con ataques cobardes que con seguridad son rechazados incluso por quienes insisten para que el Gobierno Nacional negocie con los autores de las peores agresiones contra los Derechos y la condición humana de sus víctimas.

Hoy debe decirse que esos atentados alejan cada vez más las posibilidades de una negociación y vuelven a poner en primera plana el respaldo y la complicidad que el Eln recibe de la dictadura que manda en Venezuela. Como ha ocurrido en los últimos veinte años, el Eln ha echado mano al terrorismo para cerrar la puerta a cualquier tipo de diálogo, la vía para conseguir algún reconocimiento distinto al de terroristas, de narcotraficantes y de promotores de toda clase de delincuencia.

Por ello, hablar de un reconocimiento político es un imposible mientras el idioma del Eln, de sus jefes y cabecillas, sea el terrorismo, el secuestro, el asesinato y todas aquellas conductas criminales que golpean con saña las comunidades del Chocó, los indígenas de oriente del país o los habitantes de Antioquia, Cauca, Norte de Santander y Arauca. Y su estrategia sea asesinar servidores públicos, destruir el patrimonio nacional representado en el petróleo y los oleoductos y arrasar el medio ambiente con los cultivos ilícitos y la minería ilegal.

Así no es posible creer que hay voluntad de paz en los autores de los atentados que ahora vuelven a reactivarse contra nuestra Nación, a pesar del rechazo que ocasionan y de ser la más terminante demostración del apego a la violencia que siempre ha caracterizado al Eln a través de sus cincuenta años de existencia.

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