El Día de la Tierra

El Día de la Tierra tiene la finalidad de recordarle a la humanidad que necesita enmendar los errores cometidos y emprender las acciones para salvar el único lugar del universo donde puede vivir. A esta gran casa se le ha hecho daño, pero también se deben reconocer los esfuerzos para restaurarla.

Hace 52 años, cuando la fecha fue adoptada por la mayoría de países, se empezaba a entender los efectos negativos que tenían sobre el planeta la industrialización, el uso creciente de los combustibles fósiles, la contaminación que estos generaban, así como las consecuencias de la falta de protección de los recursos naturales y de la relación poco sostenible de los seres humanos con su entorno ambiental. Buscar soluciones fue entonces la premisa, como lo sigue siendo ahora cuando se ve que los esfuerzos no alcanzan, el deterioro aumenta y hay que meterle ganas además de acelerador a las acciones.

La ONU habla de una “triple crisis planetaria” que resume en la alteración del clima, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y el exceso de contaminación y residuos. Juntos, los elementos de esa tripleta tienen la capacidad de afectar el bienestar y la supervivencia de los 7.500 millones de personas que habitan el mundo, porque ponen en riesgo elementos básicos como el agua limpia, el aire puro o el clima estable. De ahí se deriva lo demás: cambio climático, calentamiento global, hambrunas, sed, enfermedades y carencias múltiples, como ya se ve y con creces.

Lo bueno es que, con todo lo que falta por hacer, con el insuficiente compromiso de los Estados -en especial de aquellos más desarrollados que defienden aún a costa del resto del mundo sus intereses individuales- y la débil participación de las comunidades globales en la resolución de los problemas ambientales, hay acciones que rinden frutos y ayudan a hacer un poco mejor y más amable este gran hábitat de la humanidad.

Así es como en estos 50 años se ha conseguido, por ejemplo, reducir el agujero de la capa de ozono, aumentar el número de ecosistemas protegidos y salvaguardar la vida que albergan. Aunque cientos de especies de fauna y flora se encuentran en peligro de extinción, son muchas las que han salido de ese corredor de la muerte segura gracias a decisiones que se han aplicado.

En el entretanto de estas cinco décadas se han adoptado medidas positivas que inciden en la conservación ambiental y en la salud de las personas. También se han firmado decenas de acuerdos internacionales en pro del medio ambiente, algunos con resultados efectivos como aquellos que regulan el uso de elementos químicos o sustancias peligrosas, acogidos cada vez por más naciones. Hay otros, sin embargo, que no muestran resultados como los muchos para detener el cambio climático y evitar un aumento superior a 1,5 grados centígrados de la temperatura global a mitad de este siglo.

La batalla para conservar el planeta y su salud ambiental está lejos de ganarse. Pero cuando se ve que la voluntad de ayudar crece, que hay cada vez más conciencia de hacer algo para obtener resultados y que poco a poco las sociedades y sus integrantes se muestran más dispuestos a ayudar en ese propósito, la esperanza se mantiene. Que el Día de la Tierra sea cada año el recordatorio de la deuda que tenemos con el planeta y del compromiso que debemos mantener para salvarlo.