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El corazón de Colombia

“Es como si no nos enteráramos de que garantizar la vida en el Macizo es garantizar la vida a todo el país”. Las palabras de Óscar Salazar, uno de los campesinos que lidera el proceso de conservación del Macizo Colombiano...

29 de marzo de 2019 Por: Editorial .

“Es como si no nos enteráramos de que garantizar la vida en el Macizo es garantizar la vida a todo el país”. Las palabras de Óscar Salazar, uno de los campesinos que lidera el proceso de conservación del Macizo Colombiano, reflejan bien la relación que ha tenido el país con la que debería ser la reserva natural mejor conservada y más protegida del territorio nacional.

Ahí, en ese nudo montañoso donde la cordillera de Los Andes se abre en sus tres ramificaciones colombianas, nace el 70% de las fuentes de agua que abastecen a nuestra nación. Al corazón de ese gran estrella fluvial de 4,3 millones de hectáreas, compartida por los departamentos de Nariño, Cauca, Putumayo, Huila, Caquetá, Tolima y Valle, viajó un equipo periodístico de este diario para contarnos, en un completo trabajo multimedia, cual es su situación actual y que se está haciendo para preservarla, tanto para beneficio de Colombia como para el del resto del Planeta.

La radiografía hecha en ese viaje permite concluir que el daño ambiental causado al Macizo es mayúsculo y que la indiferencia, en particular del Estado, es el mayor enemigo. Pero también hay esperanza, la que nace de ver a las comunidades de la región trabajando con empeño para conservar la que es fuente de vida para ellas y para el resto de Colombia. Más que nadie sus habitantes saben la importancia que tiene cada acción, pequeña o grande, para lograr ese propósito.

Los males de esa gran Reserva Mundial de biosfera, declarada así por la Unesco en 1978 por la importancia que tiene para el planeta por sus ecosistemas únicos y por albergar el 13% del total de páramos de la Tierra, han sido múltiples. Durante décadas fue refugio de la guerrilla que impidió el acceso para trabajar por su preservación, y del narcotráfico del que ya se sabe lo poco que le importa arrasar con todo a su paso para imponer su negocio maldito. De igual manera al Macizo le han hecho mella la agricultura y la ganadería que en su afán de extenderse han dejado miles de hectáreas de deforestación.

El enemigo mayor hoy es la minería que amenaza con destruir montañas mientras contamina las fuentes hídricas o mata ríos como sucedió con el Sambingo. Pese a ser una zona de páramos y reserva pluvial donde nacen ríos como el Magdalena, el Cauca, el Patía, el Caquetá y el Putumayo, hay decenas de licencias ambientales concedidas y otras más se encuentran en trámite. Pero como lo dicen sus habitantes, lo peor es que hay una línea de separación casi inexistente entre la minería legal y la ilegal, y es poco lo que el Estado hace para ejercer el debido control.

Lo bueno es el compromiso de esas comunidades que hoy se esfuerzan unidas, aún con sus escasos recursos, para proteger su estrella fluvial porque reconocen que es vital para ellas, para el resto del país y para el Planeta. Ellas son el ejemplo que debería tomar toda la Nación cuando se trata de cuidar sus reservas ambientales. Ojalá a estos guardianes naturales lleguen los $257 mil millones prometidos cuando se firmó el Conpes 3915 en febrero del 2018, que trazó una hora de ruta para recuperar y conservar el Macizo Colombiano, y no les toque seguir luchando solos para preservar el que sin duda es el corazón de nuestra nación.

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