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Cuando pase la tormenta

"...Para los egipcios, sin ninguna tradición democrática, los valores consustanciales a esta forma de Estado no tienen ningún sentido. Pero sí están cerca de su corazón y de su mente las prédicas de los ulemas y la búsqueda de la excelencia moral de acuerdo con las costumbres islámicas".

7 de febrero de 2011 Por:

"...Para los egipcios, sin ninguna tradición democrática, los valores consustanciales a esta forma de Estado no tienen ningún sentido. Pero sí están cerca de su corazón y de su mente las prédicas de los ulemas y la búsqueda de la excelencia moral de acuerdo con las costumbres islámicas".

Tras semanas de enormes manifestaciones la situación en Egipto no tiene trazas de calmarse, pese a las promesas del presidente Mubarak de abandonar el poder y encabezar una transición ordenada hacia un nuevo gobierno.Mientras tanto, en Occidente los jefes de los principales países vacilan en el camino a seguir, y tan sólo Silvio Berlusconi ha sido claro en manifestar que Mubarak debe quedarse hasta las próximas elecciones porque “es un hombre de confianza”. Estados Unidos, por su parte, mantiene una posición ambigua, en la que exhorta a los egipcios a transitar por caminos de democracia, pero no se atreve ni a pedir la renuncia de Mubarak ni a darle apoyo a su continuidad en el gobierno.Para Hillary Clinton, Egipto se encuentra en el ojo de una “tormenta perfecta”, lo que puede interpretarse de diversas maneras. O bien la oposición logra sus propósitos y se precipita la formación de un nuevo gobierno de alcances imprevisibles, o bien Mubarak se sostiene en el poder, lo que significará una continuidad del régimen actual y el incubamiento, a futuro, de mayores estallidos de descontento. Como fuere, lo cierto, en palabras de la BBC, es que el régimen árabe egipcio “se está desmoronando”.Y nadie parece saber cuál será el desenlace de la crisis. Ni siquiera los miembros de la oposición. Ésta, dividida entre pequeños grupos de carácter laico y una poderosa organización islámica, tampoco presenta signos de unidad ideológica ni logra ponerse de acuerdo en el tipo de régimen que pretende instaurar.Lo cierto es que los llamamientos occidentales a una “transición pausada hacia la democracia” constituyen más un catálogo de buenos deseos y tampoco se sabe si éste es el anhelo de los egipcios. Pues la Hermandad Musulmana, el mayor grupo opositor, ha visto la hora de cobrar cuentas por cerca de un siglo de persecuciones.Para esta organización, nacida en 1920 con el fin de oponerse a la dominación británica, “el islam es la solución”, reza su eslogan, que hoy repiten los movimientos musulmanes en el mundo entero. Y resiente el hecho de que el movimiento nacionalista de jóvenes oficiales que se hizo al poder en 1952 con Gamal Abder Nasser los haya dejado de lado y luego los prohibiera y colocara bajo la mira de las autoridades. Igual lo hicieron Anwar El Sadat y luego Hosni Mubarak.Pese a ello la Hermandad ha crecido combinando el activismo político con obras de caridad islámica. Y para muchos analistas es la verdadera fuerza que se encuentra tras el estallido de ira popular en el país de los faraones.Poco importa lo que piensen o quieran los líderes de Occidente. Para los egipcios, sin ninguna tradición democrática, los valores consustanciales a esta forma de Estado no tienen ningún sentido. Pero sí están cerca de su corazón y de su mente las prédicas de los ulemas y la búsqueda de la excelencia moral de acuerdo con las costumbres islámicas. Allá manda el Corán y no la Declaración de los Derechos Universales del Hombre y el Ciudadano. El régimen que surja reflejará esta realidad y no la voluntad de Occidente. Por eso es más factible la teocracia que la democracia.

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