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Una gran nación

El mundo contemporáneo gira alrededor de la potencia norteamericana. Las mejores universidades y centros de pensamiento se encuentran allá.

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José Félix Escobar
José Félix Escobar. | Foto: El País

1 de sept de 2025, 02:18 a. m.

Actualizado el 1 de sept de 2025, 02:19 a. m.

En la década de los 90 el mundo se sorprendió por los avances de la comunicación digital. Algunos hablaron entonces de la ley del séptimo contacto: después de seis o siete contactos en la red se encontraba una persona conocida.

Con los Estados Unidos sucede algo parecido. Después de seis o siete contactos, se encuentra un familiar, un amigo o un compañero de estudios que vive o ha vivido en ese gran país.

El mundo contemporáneo gira alrededor de la potencia norteamericana. Las mejores universidades y centros de pensamiento se encuentran allá. Prueba de esto es la gran cantidad de ciudadanos de países que se suponen rivales de los Estados Unidos, y que se preparan, estudian e investigan en centros académicos norteamericanos.

Nadie entiende el gran avance de la ciencia sin los aportes de los Estados Unidos. En materia de información, el internet nació y se desarrolló en el país del norte. La televisión, hoy omnipresente, es otro aporte de los norteamericanos. La industria del cine y la música popular obedecen a criterios fijados por ellos.

Los grandes descubrimientos médicos y de salud parten de los laboratorios de esa gran nación. Como se demostró en la pandemia de 2020, los medicamentos más efectivos provinieron de ese país.

Son investigadores de esa nación los que desarrollaron la Inteligencia Artificial (IA), cuyos avances desvelan al mundo. La IA puede ser la mejor herramienta descubierta hasta ahora, siempre que no se la utilice deliberadamente para desplazar a los seres humanos.

Pero la sociedad norteamericana no es perfecta, como nada lo es en este mundo. La propensión irresistible hacia el uso de armas de fuego tiene profundo arraigo en la colonización de esa extensa nación, plagada entonces de peligros. Los riesgos de ese tiempo pasaron, pero subsistió el apego a las armas.

Se ha conmovido la sociedad norteamericana con el último crimen conocido: dos niños de 8 y 10 años fallecieron por los disparos de un fanático en un colegio católico de Minnesota. Siempre que a los desequilibrados se les facilita el acceso a las armas, suceden tragedias.

Otro aspecto que sorprende de los norteamericanos es la afición de millares de personas a los narcóticos. Se inicia así una cadena de consumo–oferta que desestabiliza países enteros.

De vez en cuando a un presidente energúmeno le toca corregir a los trancazos los desajustes del sistema. Ha llegado el momento de Donald Trump, quien de figura de la televisión pasó a ser líder del país más poderoso.

Fue notoria la debilidad del Gobierno norteamericano para poner orden a la migración descontrolada, sobre todo en la frontera sur. Como lo confirman más de 60 millones de hispanos, Estados Unidos ha recibido en su país muchos migrantes provenientes de estas latitudes.

No es exagerado pedir entonces a quienes piensan vivir allá que cumplan con las normas de ingreso y estadía. Como sucede en cualquier país del mundo, los anfitriones imponen normas y hay que respetarlas.

***

Posdata. Inicuo el atentado con un camión-bomba contra nuestra querida ciudad de Cali. Somos de brazos abiertos, somos resilientes. Nuestra Base Aérea debe permanecer allí, por el bien que durante tantos años ha traído a la ciudad. La Base es, además, un gran pulmón que debe conservarse en épocas en las que la contaminación se convierte en un problema mayúsculo.

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.

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