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Mantener distancia de Venezuela

Vienen días difíciles en la región. Quiera Dios que el señor Petro con sus exabruptos no termine solidarizándose con Venezuela...

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Antonio de Roux
Antonio de Roux | Foto: El País

25 de ago de 2025, 02:13 a. m.

Actualizado el 25 de ago de 2025, 02:13 a. m.

Cuenta la historia que desde el Siglo XVIII los comerciantes ingleses mandaban a China el opio proveniente de la India. La operación llegó a volúmenes inmensos, provocando la reacción del país receptor que no estaba dispuesto a tolerar los efectos devastadores de una sustancia que producía adicción incontrolable y afectaba la salud física y mental de la población.

En consecuencia, durante la primavera de 1839 el gobierno chino destruyó 1400 toneladas de la droga almacenadas por los ingleses en la ciudad de Guangzhou (Cantón). La ofensa motivó a su majestad británica para enviar una poderosa fuerza expedicionaria, con lo cual se daría comienzo a la primera guerra del opio. Derrotadas las fuerzas chinas, el tratado de Nanjing impondría inmensas indemnizaciones: no solo admitir el comercio del opio, sino también entregar al imperio británico veintiún millones de dólares, además del puerto de Hong Kong. Pero no fue suficiente, la guerra continuaría cuando los vencidos se negaron a otorgar concesiones adicionales que debieron aceptar en 1860, tras la captura de Beijing y el incendio de la Ciudad Prohibida.

La actitud inglesa perseguía acabar el desbalance comercial con China originado en las importaciones de té proveniente de aquel país y no consideraba el efecto sobre la salud de los consumidores. Al fin y al cabo, los opiáceos habían ganado reconocimiento en el mundo social y la medicina. Con fines medicinales o recreativos se consumía abiertamente tanto el láudano, mezcla de opio y alcohol, como golosinas impregnadas de cocaína y hasta el extracto de mariguana. Un libro reciente de Sam Kelly, titulado ‘Historia de la humanidad bajo las drogas’ y publicado por Penguin Random House, da cuenta de que hasta la reina Victoria fue aficionada a desde la juventud al consumo de tales elementos.

La historia de la humanidad está llena de paradojas. Durante el período que mencionamos el imperio más importante del Siglo XIX, atendiendo consideraciones comerciales, se propuso inundar de narcóticos otros países y llegó a la confrontación armada con una nación grande pero empobrecida. Por el contrario, ahora Estados Unidos, la potencia principal de esta época, desea eliminar del planeta la producción y distribución de narcóticos, opioides naturales, sintéticos y similares. Para cumplir su objetivo están dispuestos a hacer la guerra a quien sea. Su actitud tiene motivos explicables y perentorios: experimentan en carne propia los efectos del consumo desbordado de estupefacientes; la cifra de más de cien mil ciudadanos muertos al año por esta causa es inadmisible.

Pero cuando se considera una intervención sobre Venezuela, los motivos crecen. Reaparece el tema económico porque ese país posee las reservas de petróleo más cuantiosas del planeta. A esto viene a sumarse la geopolítica, un imperio respetable no puede permitirse que forajidos gobiernen en sus barbas y financien su armamentismo desbocado con el veneno que suministran a sus propios habitantes. Según se especula, el asunto habría aparecido durante la reunión de Alaska, siendo objeto de consenso: Crimea y el Donbás para Rusia; Cuba, Nicaragua y Venezuela metidos en la órbita de USA.

Vienen días difíciles en la región. Quiera Dios que el señor Petro con sus exabruptos no termine solidarizándose con Venezuela y metiéndonos en un conflicto que no es nuestro.

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