Las madres de ayer y de hoy

A través del tiempo el rol de las madres ha sido invaluable, aunque el perfil ha ido cambiando con los años. Cómo les tocó de duro a quienes sin una formación académica que les permitiera la independencia, tuvieron que aguantar el yugo machista destacable por ser el gran proveedor de las necesidades económicas del hogar. Ellas jamás bajaron la guardia y con su sentido común, inteligencia natural y amor incalculable, mantuvieron en alto el desarrollo emocional de los hijos y su formación en valores.

Posteriormente, la mujer creció en su formación profesional, se hizo ejecutiva o emprendedora y líder de equipos humanos. Si bien es cierto, tenía más posibilidades de independencia y con esta, mayor respeto masculino, la mamá ejecutiva logró multiplicar su presencia en varios escenarios, sin ser perdedora en ninguno y menos aún, con sus hijos.

Con los años llegó la globalización, el fortalecimiento digital, las redes sociales, la pandemia, y a esa mujer polifacética le ha correspondido ejercer el rol maternal en medio de incertidumbres, sombras y dudas como jamás había sucedido. La interacción con los chicos de la cuadra y las actividades de fortaleza física y mental fueron sustituidas por videojuegos, muchas veces en competencia con personas de culturas y costumbres desconocidas. Con las redes sociales sucedió algo similar y tal vez peor: el relacionamiento de los hijos ya no es con los muchachos en cuya mirada y conversación leíamos la bondad o la malicia. Hoy sus interlocutores son NN para los padres, así como los contenidos que llegan por la red.

Las habilidades frente a la virtualidad hicieron que los hijos superaran a los padres, lo que limitó la sana supervisión que estos mantenían sobre sus hijos en su cumplimiento académico. El consejo o análisis de las carreras profesionales se vuelven mínimos, pues las carreras que los muchachos escogen son tan novedosas que la experiencia de los padres poco aporta al análisis. No es fácil para estos profundizar, por ejemplo, en mecatrónica, ciberseguridad, diseño estratégico o Ingeniería biomédica. Una anécdota que refleja esto, es una conversación que escuché hace unos días: “¿Qué estudia tu hija?”, preguntó mi señora. La amiga le contestó: “¿Por qué no le preguntás vos? Pues yo llevo dos años sin entenderle”.

Esa mamá de hoy tiene que ser el polo a tierra para interpretar la sexualidad de sus hijos. Usualmente, el padre es más encasillado en los temas de género y hoy, por cuestiones hormonales o por moda o rebeldía, las letras LGTBIQ+ se quedan cortas para entender las preferencias sexuales de los muchachos. Tampoco es fácil entender su visión cortoplacista en lo laboral, en sus ahorros, en sus inversiones e incluso en los sueños. Saber que no se va a ser abuela o abuelo y que los menores de la casa serán un perro, un canario o una boa, requiere de una comprensión infinita.

Los factores mencionados, acelerados con la pandemia, le dieron la vuelta al comportamiento humano, pero especialmente de los jóvenes. Las relaciones durante el encierro, el cambio del modelo de educación, el comportamiento de las empresas y de los centros educativos, la abundancia de virtualidad y ahora de inteligencia artificial, hacen que el rol de madre y de padre sea cada vez más complejo.

¿Por qué hago énfasis en la madre? Porque ella no tira la toalla ni siquiera por días; porque su apoyo y comprensión en todas las situaciones tiene un valor astronómico; porque su carga afectiva hace que el clima de confianza se incremente en el hogar. Ella, quien sigue siendo ama de casa, ejecutiva, la mejor siquiatra de sus hijos y la vencedora en las luchas contra la incertidumbre, celebra hoy su día. Dale un abrazo a la madre más cercana que tengas. No hay un ser igual.