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Democracia bajo amenaza

La democracia se cuida y se protege con un liderazgo que responda a los desafíos de un momento crucial como el de ahora

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Jorge Alberto Criales.
Jorge Alberto Criales. | Foto: El País

15 de dic de 2025, 01:32 a. m.

Actualizado el 15 de dic de 2025, 01:32 a. m.

El diario El Tiempo eligió como personaje del año 2025 a Miguel Uribe Turbay. Su crimen fue un hecho de una enorme gravedad que debe llevar a una profunda reflexión para evitar que el país padezca un nuevo ciclo de violencia. Colombia no puede permitirse revivir las pesadillas del pasado. Lo ocurrido es un ataque contra sus instituciones y contra su democracia.

Petro creó un ambiente de hostilidad, crispación y confrontación que los armados ilegales necesitaban para impedir la llegada de un gobierno que los combatiera y que hicieron explícito con el asesinato de Miguel Uribe. El presidente Petro debe cuestionarse y replantear su proceder, ya que ha contribuido a la degradación del debate político con su lenguaje incendiario e irresponsable, lanzando epítetos, juicios y calificativos sin soportes, pero con vehemencia, sembrando odios y resentimientos.

La democracia se cuida y se protege con un liderazgo que responda a los desafíos de un momento crucial como el de ahora. Un liderazgo que debería partir del presidente, que no use el agravio, la descalificación del contradictor, el señalamiento a quien piensa distinto, porque todo esto crea un clima que no le conviene al país.

Explosiones en las calles de ciudades y pueblos, soldados y policías asesinados, civiles muertos y heridos conforman un panorama que no admite eufemismos, obliga a un rechazo sin rodeos y a una respuesta del presidente que infunda tranquilidad a los colombianos. No podemos doblegarnos ante los violentos ni ante los corruptos que convirtieron las promesas de cambio en un botín.

El clima de inseguridad que vive el país obliga a decisiones que generen unión ante el terrorismo. Y el presidente es el llamado a convocarla, asumiendo un liderazgo sin ambigüedades, ni mensajes confusos, ni aprovechamiento político. Tampoco excesos retóricos cuando lo que urge son mensajes concisos, claros y contundentes. Una voz que ponga la institucionalidad por encima de cualquier cálculo partidista.

Petro no está llamado ahora a defender su agenda política, sino a proteger la democracia que hoy está bajo amenaza. Su prioridad debe ser combatir a los grupos terroristas, a los delincuentes y a los narcotraficantes. No protegerlos con impunidad. Vivimos días en que los enemigos de la democracia desafían al Estado apelando al terror.

Colombia atraviesa por un momento muy preocupante: con un presidente empeñado en desconocer la Constitución y los fallos judiciales, una polarización política cada vez más profunda, una crisis de orden público agudizada por la ola terrorista, una corrupción en entidades del gobierno sin antecedentes, configuran un escenario de enorme gravedad.

Ante semejante contexto, lo que se esperaba de Petro eran decisiones precisas y concretas, así como un liderazgo para propiciar la unidad nacional frente a la amenaza de los terroristas. Pero esto no ha ocurrido justo cuando el país reclama lo contrario. Es el momento de tomar conciencia respecto a que, más allá de las diferencias, la mayoría de los colombianos estamos al lado de la Constitución y de la democracia.

Todos aquellos que dicen estar comprometidos con procurar un relevo real en el poder deben encontrar caminos de unidad y convergencia. No es hora de egoísmos electorales ni de mezquindades. Si no se articula la oposición, el Pacto Histórico seguirá en la presidencia en el 2026.

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