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Las argucias del demonio

Petro es de la escuela estratégica de la revolución y ha llegado a conocer todos los extremos.

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Armando Barona Mesa

10 de oct de 2025, 01:30 a. m.

Actualizado el 10 de oct de 2025, 01:30 a. m.

Ah, el demonio puede ser cualquiera. Sí, un encopetado -como lo es ahora el señor Petro-, o un pillo de arrabal como en el tango. Y por supuesto, me voy a referir a aquel que funge como Presidente de los colombianos y a sus posiciones variadas y recurrentes en su propio beneficio electoral. Aspira, sin duda alguna, a ser un Maduro más.

La semana pasada, con el anuncio prepotente del poder sobre el presupuesto que administra y de su disposición al gasto, abierto con desvergüenza en su propia causa personal y política, en la ciudad de Ibagué, donde hubo movilización pagada por el presupuesto de todos -buses, tamales y billete- había anunciado con bombos y platillos su intervención. Y soltó su arenga sin medida, en la que comenzó diciendo que ya él, Petro, había superado el renombre de Pablo Escobar ante el mundo. Y después de haber hecho sus calculadas intervenciones -fueron dos- en las Naciones Unidas y una en la calle de Nueva York, como cualquier fullero vendiendo específicos, ya era una figura mundial.

Solo que cometió desafíos e imprudencias contra el señor Trump, al que ha estado desafiando en el convencimiento de que la descertificación le da categoría e igualdad con el presidente de la gran nación americana y del mundo. Se diría que piensa también de que ya es de su coteja y, por lo tanto, él, Petro, es una figura mundial. O sea que aflora aquel narcisismo que con su Asperger le acompaña, según testimonio de su propio hermano.

Por eso se sentía un émulo de Pablo Escobar. Y dijo más: si me diera la gana de aspirar a una reelección -a la que ciertamente aspira-, le ganaría a todos los candidatos que se han presentado. Van ciento diez y algo más y cada cual se siente una cabeza de ratón.

Momento sea para decir que todo ha sido una estrategia planeada por el señor Petro, de la escuela marxista-leninista, quien, sin duda alguna le ganará individualmente a los simpáticos ratones, que no tendrán opción ninguna, mientras asedia igualmente con estrategias al expresidente Álvaro Uribe, aparentemente incansable pero con un peso muy duro entre la nuca y el mundo, como aquel gigante Atlas de los griegos. Y claro que todo ha sido obra de Petro.

Como lo escribió Juan Lozano, nadie se llame a engaño: ninguno de los candidatos de la oposición tiene opción, frente al que maneja el presupuesto y el poder sin escrúpulo alguno. Petro es de la escuela estratégica de la revolución y ha llegado a conocer todos los extremos. Incluso la muerte de los demás y el terrorismo. Sin duda señaló oprobiosamente a Miguel Uribe y lo mataron. Fue un guerrillero y un terrorista, y los de su causa incendiaron el Palacio de Justicia y mataron a José Raquel Mercado.

Que la norma constitucional dice: “Artículo 188. El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”. Bueno, él cree que eso vale un huevo. La lucha por el poder es indeclinable. Y además para toda la vida.

Así, pues, los precandidatos deben llegar al entendimiento de que lo que está en juego no es su vanidad ni su aspiración de coronarse presidentes. Es preciso saber que hay que renunciar, para poder ganar. No puede ser el sueño de la ratonera, mientras el inescrupuloso narcisista se nos monta por toda la vida. Recuerden a un sujeto llamado Ortega, que planeó una revolución dentro de la cual los que mandan son él y su odiada mujer. ¡Cuidado!

ha desempeñado puestos públicos como juez del Circuito, Conjuez del Tribunal de Cali, Secretario de Gobierno de Cali y alcalde encargado, embajador de Colombia en Polonia y en la ONU. Ha sido delegado a varias conferencias internacionales como la OIT en Ginebra

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