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‘Cesó la horrible noche’

Ser liberal es tener fe en el valor espiritual del ser humano. Es saber que ninguna cosa grande y perdurable resulta de acallar la conciencia individual.

27 de enero de 2021 Por: Jorge Restrepo Potes

Ser liberal es tener fe en el valor espiritual del ser humano. Es saber que ninguna cosa grande y perdurable resulta de acallar la conciencia individual. Es comprender que resulta contrario a la naturaleza someter a un sector cualquiera del conglomerado social a la pasividad. Es entender que la protesta, el denuncio de los abusos, la manifestación de sus necesidades, constituyen la única vía del progreso. Es aceptar que ningún país puede ser bien gobernado contra su voluntad, ni política alguna resulta eficaz si la opinión la rechaza.

En el párrafo anterior no tengo ninguna injerencia. Todo lo que allí aparece lo tomé de una encuesta del semanario ‘Sábado’ de 1944 en la que preguntó a Carlos Lozano y Lozano por qué era liberal, y esos son algunos de los argumentos del ilustre colombiano.

He traído a cuento al insigne repúblico para decir que todos los liberales del planeta podríamos responder de la misma manera porque el ideario liberal es uno solo, y lo mismo piensa un liberal colombiano que uno de Estados Unidos pues no hay diferencia alguna entre Barack Obama y Carlos Lleras Restrepo, por ejemplo.

El 20 de enero de 2021 será un día para señalar con piedra blanca, tal como lo hacían los antiguos griegos para marcar una fecha de fasto. Ese día hubo en Estados Unidos un acontecimiento cenital, no solo de la gran nación sino de todo el mundo. Joe Biden y Kamala Harris abanderados del Partido Demócrata, que se rige por principios liberales, probaron que la hirsuta derecha gringa no prevalecerá sobre esa democracia, que ha sido faro de la humanidad por más de dos siglos.

Donald Trump, ese siniestro personaje que hasta el último minuto de su perverso mandato mostró la mezquindad que anida en su espíritu, es el ejemplo vivo de lo que es una derecha extrema, que no se ve solamente en la horda fanática que asaltó el Capitolio en Washington, sino también en otros lugares, sin que Colombia sea la excepción.

Trump llevó al Partido Republicano a una posición ultraderechista que yo jamás creí ver, y he visto mucho, aquí y afuera. Lo que convirtió en una secta que resolvió que todo lo que no se ajustara a sus ímpetus totalitarios, debía de ser excluido.

El corazón de Estados Unidos quedó con infarto agudo, y sólo una administración liberal como la que cumplirá Biden podrá devolverle la preeminencia que siempre tuvo en el concierto mundial.

La justicia norteamericana tiene que llevar a Trump al banquillo de los acusados. Nada de pensar que verlo con grilletes pueda exacerbar la polarización. El Senado debe inhabilitarlo para ocupar cargos públicos, y los tribunales ponerlo en la cárcel pues lo que hizo al instigar la toma violenta del Capitolio, es un crimen.

Viendo la investidura del nuevo presidente, la imagen de Biden enseña la diferencia que existe entre él y el vesánico expresidente. Biden refleja serenidad, calma, sensatez, inteligencia. Trump es la personificación del “rufián de esquina”, frase acusadora que aquí patentó Juan Manuel Santos.

Si algo bueno logró Trump en la Casa Blanca, quedó anulado por lo que hizo en los últimos días de su presidencia. Su ausencia en la toma de posesión de Biden muestra lo peor de su alma, en la que, como dijo Laureano Gómez de la de Silvio Villegas, espantan.
A los gringos podríamos prestarles el verso de nuestro himno: “Cesó la horrible noche”.

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