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El efecto Gaviria

Pero lo mejor que pudo pasarle al excelente funcionario fue que lo echaran, pues si se hubiese ido por renuncia voluntaria, aduciendo un problema “de salud”, habría quedado con la obligación moral de no criticar al Gobierno.

8 de marzo de 2023 Por: Jorge Restrepo Potes

Cualquier analista de la política nacional sabía que los días de Alejandro Gaviria como ministro de Educación estaban contados, desde que se filtró el texto en que él, el Ministro de Hacienda, la Ministra de Agricultura, y el Director del Departamento Nacional de Planeación, formularon severas críticas al proyecto de reforma a la Salud, en la que están empeñados el Presidente y la Ministra del ramo, la arrogante y malencarada Carolina Corcho.

A Alejandro Gaviria lo señalaron de ser el malo del paseo como supuesto autor de la filtración, que luego se supo que era totalmente ajeno a ese tema, pero quedó ‘con plomo debajo del ala’, y su permanencia en el gabinete ministerial se volvió un imposible político.

Pero lo mejor que pudo pasarle al excelente funcionario fue que lo echaran, pues si se hubiese ido por renuncia voluntaria, aduciendo un problema “de salud”, habría quedado con la obligación moral de no criticar al Gobierno. Como fue sacado a empujones, está en total libertad de hacer lo que quiera en su actividad pública.

Las que pagaron el pato fueron las ministras de Cultura y Deporte, Patricia Ariza y María Isabel Urrutia, ambas muy respetables, pero que no mostraban capacidad para esos cargos por falta de experiencia política. Desde luego, ambas merecían un trato más amable –más ‘poético’, como dijo la señora Ariza- porque se enteraron por las noticias de que ya no podían seguir asistiendo a los consejos de ministros. Ahí se violaron las reglas de la ‘Urbanidad’ del venezolano Carreño, que de mucho nos sirvió a sus jóvenes lectores.

Pero a Alejandro Gaviria se le apareció la Virgen, a pesar de su reconocido agnosticismo. Y digo que se le apareció porque ya está ungido como candidato del Partido Liberal para la elección presidencial de 2026. Hay que recordar que César Gaviria, director de esa colectividad, fue quien instó a Alejandro a renunciar a la rectoría de la Universidad de los Andes para que cogiera el trapo rojo en la justa de 2018.

El exrector descendió de sus riscos universitarios y en vez de aceptar la propuesta liberal se metió en la Coalición de la Esperanza, que fue un desastre porque en ella había seis aspirantes que se mostraron los colmillos desde un principio. Y les llegó la roya con la impotable señora Betancourt, que atizó la hoguera de la discordia pues a ella también le dio por aspirar. Aquello fue terrible, fueron a consulta, ganó Sergio Fajardo y entonces conocimos la magra votación que tuvo en primera vuelta.

El duro comunicado del expresidente Gaviria protestando por la abrupta salida del Ministro de Educación, más que una crítica al Gobierno encierra una velada invitación al dimitente, para que sea el candidato liberal en 2026.

No hay, hoy por hoy, en el Partido Liberal una figura de mayor merecimiento que Alejandro Gaviria para llevarlo a la dirección del Estado. Para mí, él encarna todo lo yo deseo hallar en un Presidente: intelectual de renombre; académico ilustre; conocedor a fondo de diversas disciplinas pues es ingeniero, economista, filósofo, y lo que más me atrae que es su capacidad para escribir libros magníficos con su exquisito manejo del idioma.

A César Gaviria también se le apareció la Virgen, porque en esta escasez de prohombres liberales, tiene en Alejandro Gaviria el mejor líder para izar la roja bandera en la Casa de Nariño en el período 2026-2030.

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