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Billonarios contra la democracia

En el campo de la política, también es amplio el consenso sobre el daño que hace al funcionamiento del sistema democrático esta concentración del poder económico.

Mauricio Cabrera Galvis
Mauricio Cabrera Galvis. | Foto: El País

20 de abr de 2025, 01:14 a. m.

Actualizado el 20 de abr de 2025, 01:14 a. m.

¿Por qué es malo que haya billonarios en el mundo? Es la pegunta que me hizo un paciente lector a raíz de la lista del club de billonarios que comenté la semana pasada. ¿Qué daño hacen esas personas que han amasado inmensas fortunas, creando empleo y desarrollando innovaciones tecnológicas?

El problema no es que haya billonarios, sino que sean muy pocos y que concentren una tajada tan grande de la riqueza mundial (los 3023 billonarios poseen tanta riqueza como 4800 millones de personas). En otras palabras, el problema es la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza.

Las consecuencias negativas de la desigualdad sobre la economía y el crecimiento son bien conocidas y han sido muy analizadas, sobre todo en las dos últimas décadas, cuando se rechazó la tesis desarrollista según la cual primero había que crecer la torta para después repartirla.

Hoy existe un amplio consenso entre los economistas en reconocer que la concentración del ingreso y la riqueza son un obstáculo para el crecimiento económico porque reprime el desarrollo del mercado interno, reduce la tasa de ahorro y la inversión en capital humano, y limita el aumento de la productividad. Además, se ha demostrado que una de las causas de la gran crisis financiera del 2008 fue precisamente la creciente desigualdad en la distribución de los ingresos y en el acceso a la educación y la salud en los Estados Unidos.

En el campo de la política, también es amplio el consenso sobre el daño que hace al funcionamiento del sistema democrático esta concentración del poder económico. John Rawls, el gran filósofo del liberalismo político del siglo pasado, lo resumió así: “Aunque pueda parecer que los derechos y las libertades básicos de los ciudadanos son iguales -todos tiene derecho a votar, a optar a cargos públicos, a participar en la política partidaria, etc.- las desigualdades sociales y económicas son tan grandes que los que tienen mayor riqueza normalmente controlan la vida política, promulgan las leyes y aplican políticas sociales que promueven sus intereses”.

El problema con los billonarios es que después de consolidar sus enormes fortunas buscan extender su poder al ámbito político: financian campañas electorales, controlan los medios de comunicación, y ahora las redes sociales, de manera que ejercen presión sobre los gobiernos y los congresos, o participan directamente en ellos, asegurando que las políticas económicas favorezcan sus intereses particulares en contra del bien común.

Ejemplos de esta captura del Estado, que se ha hecho más extendida desde las últimas décadas del siglo pasado, son las políticas adoptadas en muchos países de reducción de impuestos, privatización de servicios públicos, desregulación de industrias contaminantes o financieras, o flexibilización laboral.

La consecuencia es la deslegitimación de la democracia: cuando los ciudadanos perciben que la política es controlada por los megaricos, crece la apatía política y pierden credibilidad las instituciones, pero también se producen explosiones de protesta social que ponen en peligro la democracia.

La mayor participación de los billonarios en la política se está dando en el actual gobierno de los Estados Unidos, por el gran número que están participando directamente en la administración, por la forma como han puesto los medios y redes de su propiedad al servicio del gobierno y por la orientación que están dando a las políticas públicas. Esos billonarios son una amenaza para la democracia.

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