Columnista

Autonomía, la clave contra la violencia

La violencia de género no empieza con el golpe; empieza con la dependencia y la precariedad.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

Daniela Konietzko

25 de nov de 2025, 02:25 a. m.

Actualizado el 25 de nov de 2025, 02:25 a. m.

El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, las calles se visten de naranja y los titulares condenan la brutalidad. Es una convocatoria necesaria, un grito de alerta. Sin embargo, si nuestra única respuesta a la violencia se limita a la denuncia y la sanción, estaremos atendiendo el síntoma sin curar la enfermedad. El verdadero desafío del 25N no es solo condenar lo que ya sucedió, sino construir un futuro donde la violencia sea inviable. Y el antídoto más poderoso, aunque silencioso, es la autonomía.

La violencia de género no empieza con el golpe; empieza con la dependencia y la precariedad. Se alimenta de una desigualdad estructural que les roba a las mujeres la capacidad de elegir. Como he compartido en otras ocasiones, nuestra prosperidad es incompleta. Si algo hemos aprendido con los datos, es que la pobreza tiene rostro y género: los hogares encabezados por mujeres son los más golpeados por la pobreza. En Colombia, casi 1 de cada 3 personas vive en pobreza, y el 37,7 % de los hogares liderados por mujeres vive en esa condición.

Esta fragilidad económica se dispara por el muro invisible del cuidado no remunerado. Las mujeres emprendedoras dedican casi 8 horas al día a esta labor, cinco horas más que los hombres. Esta sobrecarga de cuidado no es un problema menor; es la raíz de un ‘efecto dominó’ y un problema estructural.

La salida a esta trampa no es asistencialismo; es una inversión estratégica. La política pública más inteligente para combatir la violencia es la que se enfoca en fortalecer las capacidades de las mujeres. Cuando invertimos en habilidades que no se agotan, que permiten transformar una idea de negocio en un ingreso digno y sostenible, estamos sembrando la semilla de la autonomía económica. Esta capacidad de autosuficiencia es lo que permite a una mujer salir de un círculo vicioso de violencia y dependencia. La experiencia nos demuestra que las mujeres con oportunidades se convierten en agentes de contención económica en sus barrios y ciudades.

Esta autonomía, sin embargo, debe ser integral. Es la capacidad de decidir sobre la chequera, sí, pero también sobre el cuerpo y el proyecto de vida. En Cali hemos visto algunos avances, como la reducción del embarazo adolescente, lo que refleja un mejor ejercicio de la autonomía sexual y reproductiva. Al fortalecer la educación en derechos y el acceso a servicios amigables, se impulsa la autodeterminación. La caída de la natalidad en la ciudad y en el país no debe verse como una crisis, sino como un síntoma de que la maternidad ha dejado de ser un mandato para convertirse en una elección consciente.

La autonomía no puede ser una responsabilidad que recaiga solo sobre los hombros de las mujeres. Es una tarea colectiva que requiere la acción decidida del Estado, el sector privado y, fundamentalmente, la corresponsabilidad de los hombres. Esto implica que todos asumamos el reto de las tres ‘R’ del cuidado: Reconocer, Reducir y Redistribuir esta carga.

El 25N no es un día para el lamento, sino para el compromiso colectivo. La mejor forma de honrar a las víctimas es garantizando que ninguna otra mujer tenga que elegir entre la seguridad y la libertad. Invertir en la autonomía de las mujeres no es un gasto social; es la política de seguridad y de desarrollo económico más inteligente para construir una sociedad justa, equitativa y, sobre todo, libre de violencia.

*Presidente de la Fundación WWB Colombia

Presidente de la Fundación WWB Colombia

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Columnistas