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Crece el dilema en España por división en Cataluña

La región está totalmente dividida. Un 50 % apoya la independencia del estado español y otro 50 %, no.

4 de octubre de 2015 Por: Diego Muñoz | Corresponsal en España

La región está totalmente dividida. Un 50 % apoya la independencia del estado español y otro 50 %, no.

El grito de  independencia de Cataluña se quedó sin la gran celebración que estaba preparada tras los resultados del pasado 27 de septiembre, pero pese al golpe de no lograr  mayoría absoluta, el proceso sigue su camino, pues se inicio como si se hubiera pulsado el botón rojo y ya no tiene vuelta atrás. 

La mecha que culminará con la separación de España está encendida y no hay, por el momento, cómo apagarla.

Cataluña tiene preparado desde hace tres años su plan soberanista y de acuerdo con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, todo sigue como estaba previsto hasta 2017 cuando Cataluña sea independiente con sus propias leyes, sus jueces y sus  sistemas sociales, políticos y culturales. 

Artur Mas  da por hecho que es cuestión de tiempo para que los miembros del rebelde CUP (Candidatura de Unidad Popular) que no apoyan su investidura como presidente, terminen cediendo y permitan que él comande la hoja de ruta de la secesión antes del 27 de octubre cuando vence el plazo para formar el nuevo Gobierno. A partir de entonces tendrá 10 días más para la investidura.

Es tanta la confianza en que  la CUP terminará apoyándole, que Mas no ha perdido el tiempo. Ya se  reunió con Oriol Junqueras, el otro socio de Todos por el Sí,  para negociar la composición del gabinete. 

Convergencia Democrática (Mas)  como Esquerra Republicana (Junqueras) se repartirán las carteras casi que por igual. El objetivo es tener un Gobierno operativo tan pronto  la  CUP haya dado su visto bueno y transmitir de esta manera el mensaje de que el plan soberanista no se ha detenido y de paso calmar a los inversionistas y empresarios, que al igual que el resto de españoles, no sabe a ciencia cierta que  está sucediendo.

Pero ¿Y la cuota de poder de CUP? Por el momento habrá que esperar. Todo depende de si los miembros de la Unidad Popular ceden en sus pretensiones, que es lo más probable.

Anna Gabriel, la número dos de CUP, ha dicho que el objetivo de su formación no es enterrar a Mas, políticamente hablando, sino de que el nuevo Gobierno sea coral, con tres o cuatro perfiles con igual peso, que compartan el poder, tras lo cual darán el visto bueno para desbloquear el proceso de investidura.

 Desde antes de las elecciones advirtieron  que no apoyarían a Mas a quien consideran corrupto y quien gestionó durante los últimos años los desahucios y recortes impuestos por el gobierno de Mariano Rajoy.

“Tenemos toda la voluntad de dialogar y llegar a un acuerdo, pero para eso tenemos que hablar”, agregó Anna Gabriel.

Artur Mas está cuidando de manera personal la negociación y espera, una vez se haya despejado el camino, compartir algunas carteras con la CUP.

Un total de 5.510.713 personas fueron llamadas a votar en las pasadas elecciones del Parlamento catalán, casi 100 mil más que en 2012, para elegir entre 40 partidos y candidaturas a 135 diputados. 

 Juntos por el Sí (Junts pel Sí) logró 62 diputados, sin contar los 10  de la CUP (serían 72 diputados, cujatro más de los que se requieren para alcanzar la mayoría absoluta)  que también está a favor de la independencia y sin los cuales, no podrá ser investido Artur Mas.

 Junts pel Sí y CUP obtuvieron el 47,8 % de los votos (1.957.348) mientras que los no independentistas el 51,7 % que suman 2.120.586 votos.  Pero la CUP insiste que no sea Mas el Presidente, lo que frustró la fiesta y la victoria contundente del líder del independentismo. 

Si CUP no da su visto bueno, el resto de las formaciones anti independentistas, el Partido Socialista, el Partido Popular, Ciudadanos y Podemos contarían con 63 diputados que podrían impedir cualquier negociación de Artur  Mas.

 ¿Cómo gobernar una región donde el 50% apoya la independencia y el otro 50% dice no? Para politólogos, como Esteban Palma Degross,  será muy difícil. Lo único claro que mostraron los resultados del 27 de septiembre es que existen dos Cataluñas.

Bueno, una que lo tiene muy claro, explica Palma,  que quiere la independencia de España, con un objetivo secesionista y soberanista, que ha sido apoyado en las afueras de las grandes ciudades, en la parte rural, y la otra no nacionalista que se ha manifestado sobre todo en Barcelona. 

“Es un panorama extraño que tendrá que manejar Artur Mas con mucho tacto, sobre todo, sabiendo que este resultado tan tibio, no le da el poder a los separatistas para romper de manera unilateral con España, no lograron la mayoría absoluta. Lograron los escaños, pero no los votos”, agrega.  

El politólogo señala que  Mas ha planteado las elecciones como un plebiscito de facto, a la fuerza, y  le ha salido mal. 

“Tendrá que, sobre todo, tratar de convencer a los que han votado el no, de los beneficios de ser una nueva nación. Y por la otra parte, creo que el gobierno tendrá que cambiar su política de esconder la cabeza y escuchar lo que los catalanes quieren decir desde hace muchos años. Pero, a mi  modo de ver, será demasiado tarde. Creo que  Mariano Rajoy pasará a la historia como el presidente que perdió Cataluña y considero que esto, en otro país, ya sería suficiente para irse”, añade el analista. 

Apagar la mecha del independentismo es casi imposible. Ya el proceso se inició y se espera que culmine a mediados de 2017 cuando Cataluña ejerza y asuma como nueva nación todos los  compromisos políticos, sociales y económicos. 

Por el diálogo

El Partido Popular ha recibido innumerables críticas por  el manejo del caso Cataluña, todas en la misma dirección: la falta de diálogo. Hasta el expresidente José María Aznar ha sido duro  con  Rajoy, a quien  todos los sectores le piden que trate de enderezar la situación, al menos, hasta que llegue un nuevo Gobierno, tras las elecciones de diciembre.

Los independentistas quieren abrir negociaciones con España, pero en igualdad de condiciones, de Estado catalán a Estado español, nuevas reglas en el reparto de activos y pasivos, pero no para dar marcha atrás.

También pretenden abrir negociaciones con el resto de gobiernos internacionales para el reconocimiento y admisión del nuevo estado. Es decir, nuevas embajadas y consulados.

Pero  toda negociación posible que se abra ahora entre el futuro Gobierno catalán y el español está supeditada a las elecciones   generales en diciembre y puede que  Mariano Rajoy no  siga al frente de La Moncloa.  

El Washington Post le pidió a  Rajoy que dé la cara y comience un diálogo abierto con los catalanes y a estos les dice  que van contra la corriente de la historia. “Sobre todo -agrega el Post- porque es difícil garantizar su permanencia en una Unión Europea que ya está afrontando grandes retos por mantenerse unida y porque tampoco hay certeza de que el Banco Central Europeo fuera a seguir financiando a los bancos catalanes.

El periódico  les  recordó a los catalanes que en su debido momento tanto Escocia como en Québec en Canadá, que llegaron a plantearse la independencia, al final se echaron para atrás. Pero los catalanes no han podido hacerlo.

 

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