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Personas aguardan por noticias de sus familiares en cárcel de Tuluá. | Foto: José Luis Guzmán / El País

FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓN

Incendio en la cárcel: crónica de un día de angustia y desolación en Tuluá

Aún son pocos los detalles que se conocen sobre lo que habría generado la conflagración. Así vivieron los familiares de los detenidos las horas posteriores a la tragedia.

29 de junio de 2022 Por: Redacción El País

“Ayuda, nos estamos quemando, no podemos más. No podemos respirar, sáquennos”, estos fueron los llamados de auxilio que algunos reclusos del Pabellón 8 de la cárcel de Tuluá lanzaron a gritos o enviaron a sus familias, a través de mensajes de texto, al registrarse el incendio en la madrugada de ayer, que consumió parte de este antiguo centro penitenciario.

Tuluá había estado de feria el pasado fin de semana, y luego de la 1:00 de la mañana el sonido de las sirenas de las ambulancias se alcanzó a confundir, por un momento, con el de los bafles de los conciertos. “Yo veía varios carros de la Policía pasar a toda velocidad con las sirenas encendidas, pero pensé que eran parte del dispositivo de seguridad, no pensé que a esa hora, mientras muchos estábamos en la última noche de feria, a pocos metros se estuviera presentando semejante tragedia”, reconoce un habitante del municipio, mientras observa con detenimiento cómo una madre grita desconsolada ante las cámaras de televisión por no saber el estado de salud de su hijo.

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Si hay una palabra que define claramente lo que se vivió ayer luego de la tragedia que habría dejado a 51 reclusos fallecidos es incertidumbre. Se podía ver en el rostro de familiares, amigos y hasta en el del director del Inpec, Tito Yesid Castellanos. Al iniciar la mañana citaron a los seres queridos de los reclusos del Pabellón 8 en la Institución Educativa Corazón del Valle, ubicada a un costado de la entrada principal de la cárcel. Allí había una lista, hecha a mano, de personas heridas. Todo era caos, madres que clamaban por noticias de sus hijos, hermanos que corrían por los pasillos preguntando por listados para conocer en cuál centro médico podría estar su familiar y abuelos, muchos de ellos sin siquiera poder caminar bien o sostenerse por sus propios medios, reclamando verdad: “que nos digan la verdad ya. Queremos saber si están vivos o muertos”.

“Los bomberos solo iniciaron a rociar agua cuando escucharon los gritos y vieron más de una celda en llamas. Los detenidos estaban pidiendo ayuda desde la 1:00 a.m. Algunos policías no los ayudaron y los dejaron calcinar en las celdas”, dice otra de las familiares de un recluso que pide reserva de su nombre por motivos de seguridad.

María Luz Mejía es la mamá de Carlos Andrés Vélez, uno de los reclusos que se encontraba en el Pabellón 8, dice que se enteró de la noticia a las 5:30 a.m. cuando encendió el televisor. “La última comunicación que tuve con él fue anoche (lunes festivo) a las 8:30 p.m. Me llamó y me dijo que estaba bien, que necesitaba dinero para comer, que me amaba mucho y que me recordaba todo el tiempo. Fue la última conversación que tuve con él, ahora no sé si está vivo o muerto”, sostuvo.

Antes del mediodía entre los familiares salió otra versión de los hechos, que según el director de la Cárcel de Tuluá, Arley Fernandez, será investigada por las autoridades. La hipótesis sostiene que el incendio no se inició por una riña, sino por un corto circuito y que algunos de los guardianes no se encontraban al interior del penal. “Eso no fue por ninguna fuga, eso fue por un corto circuito que sucedió y nadie los ayudó”, relata otra mujer que está en el lugar, en busca de noticias sobre su hermano.

“Esto que pasó no fue por ningúna fuga. Esto se debe a problemas por drogas en los patios. Mi esposo llevaba un mes y medio en este pabellón y él me contaba que a cada rato había personas heridas con arma blanca.
A cada rato había riñas y nadie hacía nada”, dice Margie Cardona, quien luego de 12 horas de haber ocurrido el incendio no tenía certeza sobre cuál era el estado de salud de su pareja.

Con el pasar del tiempo y la poca información, las noticias sobre personas fallecidas empezaron a llegar desde el interior de la prisión por cuenta de llamadas telefónicas de los detenidos que resultaron ilesos y que habrían visto los cadáveres.

“Yo quiero verlo. A mí me llamaron de allá adentro de la cárcel y me dijeron que él estaba muerto. ¿Por qué me dejó sola?”, grita una mujer joven, de cabello rubio que se desplomó en el pavimento mientras hablaba por celular.

También aumentaban los relatos sobre los innumerables problemas que padecen quienes se encuentran detrás de esas paredes blancas de aproximadamente siete metros de alto.

“En esa cárcel aguantan hambre. A nosotros nos toca enviarle mucha plata a mi hermano para comprar cualquier cosa de comer. Para una llamada por teléfono deben pagar $2.000 por minuto. También están sufriendo por una plaga de chinches”, cuenta una hermana de otro recluso, y termina con un< frase contundente: “No pedimos que los tengan con todas las comodidades, pero que por lo menos vivan dignamente”.

En tanto, las decenas de personas que se agolparon en los alrededores del penal a la espera de noticias, clamaban por algún dato de sus seres queridos.

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“Soy de Cali y ahora dónde vamos a pasar la noche, dónde nos vamos a meter, yo no me voy a ir de aquí. Todos los que estamos aquí tenemos familia, tenemos que saber de nuestros muchachos, así me lo vayan a entregar en una bolsa blanca, pero tengo el derecho de saber qué pasó con mi ser querido”, dijo la madre de un joven.

A las 8:30 p.m. por fin las autoridades lograron consolidar los nombres de las víctimas fatales del incendio, mientras se realizaba una velatón.

La de anoche, fue una de esas en las que el llanto, el desconsuelo, los interrogantes y, sobre todo, la impotencia, carcomieron a cientos de familias del llamado municipio corazón del Valle.

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