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La vida del pintor Pierre-Auguste Renoir llega a la gran pantalla

Los últimos días del maestro francés son retratados en la película que tiene su apellido por nombre. Sin embargo, ‘Renoir’ es una historia que nos regala una cereza extra en el pastel: el comienzo en el cine del director Jean Renoir, hijo del pintor y uno de los directores más importantes del momento.

4 de octubre de 2013 Por: Claudia Rojas Arbeláez I Especial para GACETA

Los últimos días del maestro francés son retratados en la película que tiene su apellido por nombre. Sin embargo, ‘Renoir’ es una historia que nos regala una cereza extra en el pastel: el comienzo en el cine del director Jean Renoir, hijo del pintor y uno de los directores más importantes del momento.

Las películas sobre pintores tienen siempre ese componente extra de ser hermosas propuestas visuales. Esta condición estética parece ser un compromiso obligado para los directores que se aventuran en este propósito, dándole a sus encuadres un cuidado extra que les permita dar fe de la obra de sus protagonistas.Así pues, la fotografía se convierte en uno de los ejes sobre el cual gira parte de la trama. Una secuencia de hechos en la que cobran especial importancia esas postales animadas que nos enseñan, entre otras muchas cosas, aquellas situaciones que bien pudieron servirle de inspiración al artista. Pero no solo de imágenes bonitas se alimentan éstas películas biográficas, también están el romanticismo, la mística y una que otra escena melodramática que edulcora la narración en su justa medida. ‘Renoir’ (2012), sin embargo, conserva su justa medida. La película francesa dirigida por Guilles Bourdos (director también de ‘Premonición’ 2008) se sitúa en 1915 y, claro, narra los últimos días de la vida del pintor Pierre-Auguste Renoir. De quien por supuesto, observamos muchas de sus obras a través de imágenes poderosas que el director evoca desde sus encuadres y su cinematografía. De ahí que la película termine convirtiéndose en una hermosa película llena de luz, cotidianidad y mucha piel. Impresionismo puesto al servicio del cine. Pero eso no es lo único que nos entrega Bourdos. También hay una magnifica dirección de actores, encabezados por Michel Bouquet (‘La mujer infiel’ de Claude Chabrol), en una magnifica interpretación de Renoir en una historia que logra sobreponerse a los convencionalismos y lugares comunes de sus similares. Esta película dista mucho de ser solo la clásica anécdota del pintor que pasa sus últimos días en medio del olvido, la enfermedad y la nostalgia. Aunque sí tiene un poco de eso, pues nos presenta a un Renoir envejecido, enfermo y prisionero de una silla de ruedas, también está compuesta por otras tramas distintas y, ¿por qué no?, más relevantes. La historia que transcurre en la Riviera Francesa en pleno verano nos deja ver la vida de un pintor que, sumido en un profunda tristeza, lidia con la viudez y la soledad. Tras perder a su esposa y con sus dos hijos ausentes por cuenta de la guerra, pasa sus días de verano en una casa de campo, rodeado solo de mujeres que hacen las veces de criadas, cargueras y modelos. Así transcurren sus días de sol, entre jardines, ríos y estanques, que le sirven de escenario para componer las escenas que más adelante se convertirán en sus cuadros. De esta manera llena lienzos con desnudos y sombras, que no parecen satisfacerle en absoluto. Junto a él, su pequeño hijo Cocó se mueve con libertad, sacando provecho de su posición y apellido, pero es poco lo que consigue del padre. Al pobre hombre le pesa la enfermedad, tanto como la lejanía de sus dos hijos mayores. La reciente muerte de su esposa y el clima de guerra que se vive en el país solo hacen más pesada la agonía que padece por cuenta de una dura enfermedad. Pero la triste y rutinaria vida del viejo cambia con la llegada de una nueva modelo. La chica que tiene por nombre Andrée, es impulsiva y caprichosa, pero en su belleza posee aquello que tanto esperaba el pintor. De inmediato la chica se convierte en la musa que le devuelve al artista la inspiración que tanto necesitaba, un nuevo soplo de vida que le impulsa a seguir su búsqueda artística. Pocos días después su hijo Jean llega de la guerra, dado de baja por una lesión en su pierna. Entonces la película da un giro interesante. Padre e hijo empiezan a reconstruir la relación que dejaron suspendida en el pasado, con salidas, almuerzos y clases de pintura. Junto a su padre Jean pronto empieza a mostrarse interesado por la luz, las escenas y por una modelo en particular, la misma Andrée. A partir de ese momento las cosas se complican por supuesto, pero no de la manera esperada. ‘Renoir’ es una película que bien podría resultarnos empalagosa ante tanto esfuerzo visual forzado. El exceso de composiciones y cuadros puede llegar a resultar incómoda y a entorpecer la trama , pero aún así puede seducirnos. A pesar de lucir similar y a veces repetitiva, su director sabe guardarse las sorpresas e irlas develando conforme la historia lo requiere. Las improvisadas proyecciones que Jena prepara para su padre y las mujeres de la casa cambian la rutina y el ritmo de una producción en la que sin duda no hay prisas. El improvisado romance no se hace esperar y a partir de esa acción la película parece desviarse de lo primigenio pero en realidad solo gira sobre lo mismo. El amor y locura, el respeto y la alevosía compiten con la crudeza de la muerte que rodea al artista. Mientras tanto en el campo, el verano avanza. El padre y el hijo se acercan y de alguna manera también se despiden en lo que termina siendo el nacimiento de un nuevo artista. Y es que con el paso de los años, aquel joven temerario termina convirtiéndose en uno de los cineastas más importantes de cine francés. Jean Renoir. Allí bien podría empezar otra historia.

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