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En varios puntos de la ciudad se registraron daños a establecimientos comerciales. El supermercado D1 en la Calle 70 con Carrera 26F, es uno de ellos. | Foto: Foto: Jorge Orozco / El País

CALI

¿Qué hay detrás del vandalismo que quiso empañar la jornada de protestas en Cali?

Analistas coinciden en que la gran lección que dejó la horrible noche del pasado 21 de noviembre es que la ciudad no puede seguir siendo la capital con menos policías del país.

24 de noviembre de 2019 Por: Redacción de El País

El primer acto de vandalismo del que se tuvo noticia en Cali el pasado jueves 21 de noviembre de 2019 fue el saqueo de una panadería del oriente.

Mientras 23 mil caleños marchaban de forma pacífica durante el paro nacional, los vándalos, la mayoría jóvenes que se reían mientras cargaban bandejas de pan y quebraban vidrios, aprovechaban que la Fuerza Pública disponible estaba atenta a la marcha y a los puntos neurálgicos como las entradas a la ciudad para hacer de las suyas en los barrios.

Con la panadería saqueada ‘la bola’ se fue regando. En WhatsApp empezó a circular el audio de un muchacho que decía, palabras más, palabras menos, que el 21 era el día del pueblo, así que era la oportunidad para saquear lo que pudieran para llevarle la nevera a la mamá, o el televisor, o la arrocera. “Esta es la purga”, se escuchaba.

Rocío Gutiérrez, la Secretaria de Paz y Cultura Ciudadana, advierte al respecto que Cali todavía es una ciudad de cientos de jóvenes que piensan que la lógica de la ilegalidad es la opción de vida; la opción de obtener estabilidad económica. La herencia del narcotráfico también explica el vandalismo.

Efectivamente, tras la panadería intentaron saquear un supermercado D1, robaron una compraventa, un punto de almacenes Herpo, entre otros locales comerciales, 50 en total, y los vándalos, entre los que se encontraban miembros de pandillas, delincuencia común, se trasladaron al sur, especialmente al barrio Valle del Lili, y al norte.

Es decir: según las primeras conclusiones de las autoridades, los intentos de ingreso a las unidades residenciales durante la noche del pasado jueves no se debieron a un movimiento organizado sino a una consecuencia de un caos que no pudo ser controlado a tiempo debido al escaso pie de fuerza con el que cuenta Cali.

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Toque de queda ante pocos policías

Tras los saqueos al comercio, el alcalde Maurice Armitage decidió decretar el toque de queda a partir de las 7:00 de la noche. Se determinó que aunque se trataba de una medida impopular, era necesaria en el contexto de Cali: si en un día ‘normal’ no hay suficiente pie de fuerza para cuidar la ciudad, mucho menos en una jornada de paro nacional en donde además de custodiar la marcha se debía hacer presencia en 15 puntos neurálgicos.

Con el toque de queda la mayoría de los caleños se refugiaron en sus casas, lo que redujo la intensidad de las protestas en las calles. Eso, en teoría, le permitiría a las autoridades agrupar hombres para frenar los desmanes y los actos vandálicos.

Para el experto en seguridad ciudadana, Andrés Preciado, sin duda la noche del pasado 21 de noviembre es la confirmación que Cali no puede seguir siendo una de las capitales con menos policías de Colombia.

“Se demostró que el reclamo de más Fuerza Pública que ha venido haciendo el Alcalde Armitage y la Secretaría de Seguridad, no era desmedido. El Gobierno Nacional lo desatendió. Cali demostró que tiene mucho menos pie de fuerza del que requiere, por sus condiciones. Eso ha sido evidente en otras situaciones como las caravanas fúnebres o las caravanas en Halloween, donde pareciera que todo es anarquía. El tema de esa anarquía se da en todas las ciudades que tienen criminalidad organizada. Medellín pasa por lo mismo, Bogotá también, la diferencia es que esas ciudades sí tienen la capacidad operativa para responder a eso, Cali no”.

Es tan preocupante la situación de la Policía en la ciudad, agrega Andrés Preciado, que aún su comandante es encargado, tras la renuncia del General Hugo Casas. Y los comandantes en propiedad, en la institución, tienen mucho peso sobre todo al momento de tomar decisiones.
“Lo que pasó en la noche del 21 de noviembre demuestra que la Policía en Cali no soporta un encargo, en la Metropolitana debe haber cuanto antes un comandante en propiedad”.

El analista de seguridad ciudadana coincide con la hipótesis de las autoridades: los actos vandálicos no fueron planeados. No hubo una ‘mano’ detrás moviéndolo todo.

“No hay ninguna organización en Cali que tenga tal poderío para organizar una situación así, ataques en varios puntos. En mi concepto fueron organizaciones que consiguieron generar desorden; delincuencia común de segundo nivel. La situación de pánico generalizado en la ciudad, y la falta de pie de fuerza, fueron el factor de oportunidad que aprovecharon para cometer los saqueos y el intento de ingreso a las unidades residenciales. El mejor momento de cometer un delito es cuando hay confusión”.

Sin embargo no todos piensan así. Un analista de terrorismo que pidió la reserva de su identidad aseguró que hay evidencias de que en la ciudad hubo una planeación para generar el caos.

El hecho de que en la tarde del jueves una buena parte de la ciudad estuviera desolada y sin embargo permanecieran escombros en varios puntos así se lo indica.

“Los escombros son una manera de lograr de que la Fuerza Pública pierda tiempo en sus desplazamientos. En mi concepto sí hubo una planeación que se debe investigar. Le quisieron medir la capacidad de respuesta a las autoridades locales”.

Cali armada

Otras de las lecciones del 21 de noviembre es que Cali es una ciudad armada. Algunos vecinos sacaron pistolas, escopetas y hasta rifles, asustados ante el rumor que corrió en redes sociales de que hordas de vándalos encapuchados intentarían entrar a las casas y a las unidades residenciales.

Ante el pánico, algunos hicieron disparos al aire, lo que generó más caos en la ciudad. En sus casas los caleños no sabían si los tiros eran de la Policía, o de los vándalos o de un civil armado. Las llamadas de auxilio también se dispararon, y la generación de miedo se extendió por WhatsApp y Twitter. Como ciudadanos también fuimos responsables de aumentar la generación de miedo al compartir videos sin verificar su veracidad.

Por fortuna, con el transcurso de las horas, Cali volvió a la calma, con la certeza de que son varias las lecciones aprendidas tras la horrible noche del pasado 21 de noviembre.

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