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Obras de Lago: Cámara de Comercio, Banco de Occidente, Edificio Carvajal, Facultad de Ingenierías de Univalle y La Alpujarra de Medellín. | Foto: Bernardo Peña - El País

ARQUITECTO

La profunda huella del arquitecto Manolo Lago sobre Cali, en exposición

La vida y obra de Manolo Lago, el arquitecto que diseñó emblemáticos edificios como el Museo La Tertulia, se exhibe en la Casa Obeso Mejía.

9 de diciembre de 2021 Por: Redacción de El País

La exposición El Entusiasmo de una Idea, sobre la vida y obra del arquitecto Manuel César Julián Lago Franco —más conocido como Manolo Lago—, tiene una selección de sus creaciones arquitectónicas, fotografías, escritos, planos, archivos de periódicos y audiovisuales, pinturas, esculturas, libros, objetos, música. Estará abierta al público hasta abril, en el primer piso de la Casa Obeso Mejía.

El año pasado, la Universidad del Valle le otorgó el Doctorado Honoris Causa, ¿qué considera que caracteriza su obra arquitectónica?

Ese Honoris Causa de arquitectura me complace y llena de orgullo. Mis obras, sea una universidad, una casa o una casita de vacaciones como la que reconstruí con ayuda de mi hija Paola, mantienen un ritmo y una pertenencia en el tiempo.

¿Qué significa para usted esta exposición sobre su vida y obra?


Es la única vez que se hace en Colombia una exposición tan completa de toda una vida de un arquitecto, siempre se muestran pedazos y se vuelven a transcribir los elogios que le dieron a uno en esas bienales, pero en esta hay un constante idioma físico y dialéctico y eso me gustó.

¿Qué arquitectos lo influenciaron durante su proceso de formación?

Al acabarse la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó destruida y llena de soldados triunfantes, los arquitectos italianos trabajaban para el Estado, se conocían entre ellos y me conocían a mí, que era su alumno.

Ludwig Mies tenía una oficina en Berlín y había montado otra en Nueva York, si bien no hicieron grandes cosas como arquitectos, lo hicieron como maestros en las universidades. Estaba también Pietro Belluschi. Luego llegaron grandes ingenieros como Pier Luigi Nervi, la gran ingeniería de Estados Unidos es producto de este italiano.

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¿Cómo se dio la creación del Museo La Tertulia junto a Jaime Sáenz?


Hice La Tertulia con Jaime Sáenz, fue recién llegados ambos en los años 50 y 52. Nos unimos formalmente en 1955, pero desde que llegué empecé a trabajar con él informalmente porque yo no sabía construir y mucho menos en el lenguaje colombiano, él me enseñó cómo se hacían muchas cosas ya en la realidad.

El caso de La Tertulia fue único porque me di cuenta que se necesitaba un centro cultural en Cali, donde estaba el Conservatorio de Música y había algunos genios como Antonio María Valencia, gran amigo de mi mamá, uno llegaba a la casa y lo encontraba en pleno concierto de piano, pero lo poco que había era producto del Estado y con muchas dificultades de tipo político.

¿Quién le encomendó la realización del Museo?

Alfonso Bonilla Aragón era muy amigo mío, un poco mayor que yo, y tenía una librería con sus hermanos, de tanta conversación con ellos, grandes lectores, salió la idea. Y Octavio Gamboa, el hombre más gracioso, quien volaba una avioneta piloteada por él y por Bonilla sin tener idea, fue con quien descubrimos el pantano para hacer el Museo.

Como él y sus hermanos eran abogados, hallaron la forma jurídica de que pasara como un regalo del señor Antonio Obeso, al vendérselo por cuatro reales a Cali. Una de las cosas que hizo reír a la gente en la inauguración de mi exposición, es que les conté que La Tertulia pertenece al municipio, que no hace sino cobrarle impuestos y tratar de hundirla.

¿Ese pantano era el Charco del Burro? ¿Cómo fue ese vuelo del descubrimiento?


En un paseo con la avioneta de tres motores, el piloto, el copiloto y el pasajero vimos esa maravilla, un área llena de barro. Allí había un bailadero espantoso, El Pailón 70, donde estaba el Charco del Burro, había toda clase de personas bailando allí desnudas. Nosotros vivíamos en la Avenida Colombia en una casa que ya no existe, donde está el Hotel Inter y a mi mamá no le gustaba que fuéramos a ese bar, le parecía el colmo y a nosotros, lo último. Una vez hubo una balacera y en El Relator se publicó “por favor no dañemos el Pailón 70 que ya se parece al Club Colombia” donde hubo otra.

No deja de ser un milagro. Yo había trabajado en Roma en la oficina de Arquitectura con dos de los profesores míos más famosos en el mundo, pero no tenían ni con qué coger un taxi, Luigi Nervi, el ingeniero, y Carlo Ponti, que hacía la revista Domus, hicimos un anteproyecto para seguir edificando Roma y llegar hasta el mar en Ostia, porque las grandes ciudades, como Londres, Nueva York y Roma antigua, las hacían lejos del mar para que no se metieran los enemigos río arriba, y se veía claramente que en ese terreno en Cali se podía hacer eso. Logramos entendernos con Antonio Obeso, que era el dueño, tenía cancha de tenis y un club. Y convencimos a la ciudad de que era bueno tener un punto focal bonito, que no se lo llevara la corriente del mal gusto, sino que se hiciera algo muy especial.

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Cuál fue el referente arquitectónico para hacer La Tertulia?

Fue precisamente el del anteproyecto para seguir edificando Roma y llegar hasta el mar en Ostia, que justamente este año se está empezando a construir ese proyecto de unir a Roma con Ostia, ¡hazme el favor!, eso me produce un guayabo del bueno.

Después vinieron toda clase detalles a tener en cuenta, como que el barrial ese tenía que sostener ese edificio y había que soportarlo no en cuatro columnas sino en muchas, y en los primeros dibujos que hice salió ese estilo, esa forma de La Tertulia. Quería algo que no tuviera el sello de ningún movimiento arquitectónico y político, sino que fuera único y que pareciera que estaba desde tiempos inmemoriales. Y allí sigue en pie.

¿Qué inspiró el Parque Panamericano, un símbolo de ciudad?

Allí había una gran bomba de gasolina, yo quería hacer un gran obelisco moderno y Jorge Herrera, que en paz descanse, no quiso, entonces hice una visión arquitectónica de lo que había en el terreno. Quedó un lugar abierto al público con unas banderas, unos elementos en el piso y una fuente, puestas ahí como si el terreno subiera y se regara por todo el espacio.

Me llena de sorpresa y de felicidad que con el tiempo se ha vuelto un centro de encuentro; los sábados, antes y después del fútbol, se llena de gente y de partidarios del América o del Cali que se dan trompadas y ese CAI que han hecho allí que parece una alcaldía chiquita pero ridícula. Es un monumento nacional, cosa que me llena de orgullo y de sorpresa, pero así lo declararon.

¿Cuál es la obra que le hace falta a Cali o que sueña para esta ciudad?

Creo que hace falta terminar el conjunto de obras del centro, de las calles 8, 9, 7 y Carrera 4. Hice un dibujo hecho a plumilla en blanco y negro, de las calles y las plazas, y descubrí que Cali está llena de tesoros: plazitas y plazotas. Pero está sin terminar, le faltan más espacios libres y los edificios públicos podrían ser mejores, a través de buenos concursos sacarlos adelante.

Sobre la exposición

Varios fragmentos que se tomaron de un libro suyo cuentan los sucesos. La retrospectiva está dividida en cinco partes: sus inicios en Popayán, sus años de formación en Nueva York y Roma, un salón del Museo La Tertulia, Lago y Sáenz y la modernización de Cali y otro pequeño salón de arte con las influencias que tuvo de los artistas y personajes de la cultura del momento.

También hay obras de algunos artistas invitados jóvenes como Diego Hernández, Esteban López y Sergio Vélez.

Las curadoras son Adriana Castellanos Olmedo, historiadora del arte y Lina Saavedra, arquitecta.

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