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25 integrantes del programa Jóvenes sin Fronteras se certificaron como árbitros, tras el curso ‘Iniciación y Formación Arbitral’, del programa Deporvida de la Secretaría del Deporte y la Recreación. El curso fue dictado por el exarbitro José Joaquín Torres. | Foto: Bernardo Peña / El País

HOMICIDIOS

Homicidios cometidos por pandillas en Cali se han reducido un 80%

Programa Jóvenes sin Fronteras de la Alcaldía, Cisalva y la Policía, entre las razones de la paz entre los muchachos.

13 de octubre de 2019 Por: Redacción de El País

En la mesa conversan Lina Marcela Carlosama Vásquez, un jovencita del barrio El Vergel de la Comuna 13 de Cali; Daniel Alberto Lerma Rodríguez, de la Comuna 15, barrio Mojica; Kevin Andrés Tasama, de la Comuna 16, barrio Antonio Nariño. Los tres trabajan como gestores de paz y cultura ciudadana, o de convivencia, en la Alcaldía. Hace apenas un par de años integraron alguna de las 99 pandillas que la Policía ha identificado en la ciudad.

– Yo mantenía en la calle. Era grosera, consumidora, problemática, rabiosa. Decidí participar en el programa para jóvenes pandilleros porque estaba muy mal. Entendí que si seguía como iba no iba a durar mucho. O iba a terminar viviendo en la calle. Ahora soy gestora de cultura ciudadana en Cali, estudié servicio al cliente, técnico en sistemas, y mi sueño es ser ambientalista - dice Lina y su sonrisa lo llena todo.

Daniel Alberto, por su parte, reconoce que era de esos muchachos que creía que “se las sabían todas”. En una ocasión no le prestó atención a ese sexto sentido de las madres. Su mamá le dijo que no saliera de casa. Daniel se fue a ver jugar dominó en la cuadra. En eso llegaron unos hombres armados a matar a alguien. Daniel empezó a correr, y a lo mejor los verdugos, para no dejar testigos, le dispararon nueve veces. Cinco tiros le impactaron en un brazo, los otros en la cabeza. La vida de Daniel es un milagro.

Varias de las guerras entre pandillas se perpetúan por odios no resueltos, dice. Que el de la cuadra de al frente mató hace 30 años al de no sé donde y eso nunca se resuelve del todo y el uno se venga del otro y viceversa, año tras año. Así se levantan las fronteras imaginarias.

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Kevin Andrés Tasama recuerda que en su barrio la guerra de pandillas empezó por unas canchas de fútbol. Los de una cuadra se las robaron de la calle donde estaban. Un muchacho fue a reclamar. Le pegaron. El muchacho volvió con un arma. Le disparó a varias personas, entre ellas una jovencita que estaba por ahí, sin nada que ver en el asunto.

En parte, lo había dicho hace un momento María Isabel Gutiérrez, la directora del Instituto Cisalva de la Universidad del Valle, uno de los objetivos – y los logros - del programa de pandillas Jóvenes sin Fronteras es enseñarles a los muchachos a resolver los conflictos por caminos distintos a la violencia. Según las estadísticas, al parecer ha funcionado.

Entre 2015 y 2018 los homicidios cometidos por las pandillas en Cali disminuyeron en un 80%. En los primeros 9 meses de 2019 la reducción es de casi el 90%.

Mientras que entre el 1 de enero y el 5 de octubre de 2018 se registraron 78 crímenes relacionados con las pandillas, en el mismo periodo de este año se cuentan 8, según un documento del Observatorio de Seguridad de la Alcaldía.

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El trabajo articulado con las pandillas de Cali comenzó a inicios de 2016. Ese año, la secretaria de Gobierno del momento, Laura Lugo, propuso que el trabajo que venía haciendo la Policía con los pandilleros tuviera el respaldo tanto de la Alcaldía como del Instituto de Investigación y Prevención de la Violencia, Cisalva, de la Universidad del Valle.

Una de las primeras tareas que se trazaron desde Cisalva fue entender la violencia generada por las pandillas. Cuando fueron al centro de estadísticas de la Policía – el Siedco - se encontraron con una sorpresa: el móvil de pandilla no existía en los datos. En mayo de 2016 tanto Cisalva como la Policía Cali hicieron la solicitud para que se incluyera dentro de la base de datos - a nivel nacional - el ítem de hechos delictivos cometidos por pandillas.

Las cifras globales de homicidios indicaban que era imprescindible diseñar una política pública de prevención de la violencia en los jóvenes. La mayoría de los que terminan asesinados en la ciudad están entre los 15 y los 25 años de edad.

La Policía, hasta el año 2018, identificó 99 pandillas en Cali. El programa Jóvenes sin Fronteras ha intervenido hasta el momento 84, desde 2016. Actualmente se encuentran activos 65 grupos y recientemente se han incorporado 7 grupos nuevos (173 jóvenes). En total por el programa han pasado 2199 jóvenes.

Lo que se hizo enseguida, recuerda María Isabel Gutiérrez, la directora de Cisalva, fue diseñar Jóvenes sin Fronteras, un proyecto de intervención psicosocial con los muchachos pandilleros para, entre otras cosas, evitar en ellos el consumo de drogas y promover “el autocuidado de la salud”. Es el primer paso para alejarlos de los grupos delincuenciales.

El segundo objetivo tenía que ver con la educación. La mayoría de los muchachos no iban al colegio. Con el proyecto no solo terminan el bachillerato, sino que además les dan opciones para hacer una carrera técnica o profesional. Siete de los muchachos de Jóvenes Sin Fronteras están en la universidad.

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Los que definitivamente no desean estudiar tienen la opción de capacitarse para iniciar emprendimientos artísticos o culturales. Otros participan en la estrategia de “empleabilidad”. Si los jóvenes tienen un trabajo digno, es bastante improbable que ingresen a grupos delictivos, dice María Isabel Gutiérrez.

A los muchachos de Jóvenes sin Fronteras la Alcaldía les ofrece empleos como gestores de paz y de cultura ciudadana, o de convivencia. Entre otras tareas, su papel es mejorar la accesibilidad de los ciudadanos a los servicios que ofrece Cali y mejorar las condiciones de sus barrios. Al mes reciben un salario de $1.200.000.

De los casi 1300 muchachos que actualmente hacen parte de Jóvenes Sin Fronteras, 350 están contratados como gestores.

El general Hugo Casas, comandante de la Policía de Cali, junto con Cisalva, ha promovido igualmente una mesa de empleabilidad para los muchachos. En la primera experiencia los empresarios ofrecieron 79 empleos, 42 pasantías, 24 prácticas. En noviembre de 2019 se hará una nueva convocatoria.

– Hemos encontrado que donde tenemos el 100% de los muchachos contratados, tenemos cero homicidios por pandillas. Es el caso de la Comuna 1. Ya son 23 meses sin homicidios entre chicos de pandillas o generados por ellos– dice María Isabel Gutiérrez.

Los muchachos también participan en proyectos culturales y deportivos. En marzo de 2009 presentaron en el teatro Jorge Isaacs la obra ‘Sin fronteras invisibles’. Nueve jóvenes de las comunas 13, 15, 16 y 18 escenificaron la vida cuando se está en una pandilla. Cuando ensayaron la obra en el teatrino de la Comuna 16, los padres de esos muchachos lloraron. Vieron lo que les pasaba todos los días a sus hijos sin que se enteraran.

El jueves 10 de octubre de 2019, otros jóvenes del programa se graduaron como árbitros de fútbol, lo que los faculta para dirigir en los torneos de la Liga del Valle del Cauca.

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El proyecto con las pandillas funciona “24/7”, interviene el intendente Rubén Darío Valencia, de la Policía. En cada uno de los grupos hay un enlace – pagado por la Alcaldía – que es un líder comunitario que se encarga de estar pendiente de los muchachos y de que cumplan con las actividades planeadas. En total el proyecto cuenta con 56 enlaces. También 35 policías y “educadores para la vida”: profesionales que realizan los talleres de resolución de conflictos, prevención del consumo de drogas, reparación a las víctimas.

Entre las tareas de los muchachos que hacen parte de Jóvenes sin Fronteras, precisamente, está la de hacer obras sociales en sus barrios como compensación por el daño que pudieron haber causado. Entonces arreglan la cancha de fútbol, limpian los parques, pintan un mural, ayudan a los vecinos en lo que requieran. Es una manera de transformar la mirada de la comunidad. Que no los vean como los marihauneros de la esquina, sino como el grupo que puede transformar un entorno.

María Isabel Gutiérrez acude al viejo dicho para resumir lo que hace el proyecto:

– No damos pescado, sino enseñamos a pescar. Oportunidades para que los muchachos elijan formas de vida distintas a un grupo delincuencial. Si las aprovechan o no, es cosa de ellos.

Brayan Riascos, uno de los jóvenes del programa, viajó en abril de 2019 a Estados Unidos para participar en la competencia internacional de robótica ‘Vex Robotics’, junto a un equipo de aprendices del Sena.

Brayan tiene 26 años, vive en el barrio Manuela Beltrán en la Comuna 14, y alguna vez estuvo en la cárcel por porte ilegal de armas. Cuando recuperó su libertad después de cuatro años de encierro, se inscribió en el Sena para hacer un tecnólogo en Aseguramiento Metrológico Industrial. Son los que se encargan de garantizar que los aparatos que miden la temperatura, la masa, la longitud, el volumen, funcionen bien.

En el Sena también ingresó al grupo de robótica, que a su vez iba a participar en ‘Vex Robotics’. Es una competencia en la Universidad de Louisville, en la que el objetivo es construir un robot. Pese a los antecedentes judiciales de Brayan, Cisalva y la Policía enviaron una carta a la embajada de Estados Unidos para que le dieran la visa.

María Isabel Gutiérrez, mientras narra la historia, sonríe como lo haría una madre que ha recuperado a un hijo. Ahora, dice, su reto es reunirse con todos los candidatos a la Alcaldía para presentarles los resultados del proyecto. Del nuevo gobernante dependerá que el trabajo con las pandillas continúe.

– No pretendemos acabar con las pandillas, porque todos debemos formar parte de algún grupo. Lo que queremos es que las pandillas se dediquen a acciones positivas y no a la violencia. Como ‘Los sin cinco’, uno de los grupos más temidos de la Comuna 16. Acaban de cambiarse el nombre: ‘Juventud adelante’.

Otro de los efectos del programa es la desaparición de fronteras invisibles en las comunas 13, 14, 15, 16,20 que impedían la movilidad de los jóvenes. “Al incorporar pandillas históricamente enemigas, se logró mejorar la convivencia de los jóvenes, disminuyendo las confrontaciones violentas”, dijo María Isabel Gutiérrez, de Cisalva.

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