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Devuélveme las llaves

Con un sentido del humor inacabable y una picardía a flor de piel, departir con él era una permanente fiesta.

25 de septiembre de 2018 Por: Meryt Montiel Lugo / editora de equipo de domingo<br>

La noticia aunque la esperaba me cayó como una puñalada. Bien sabía que con su partida se iba algo muy importante de mi vida como eran los mejores recuerdos y vivencias de estos últimos años en los que compartí a su lado unas cátedras inacabables de amistad sincera, desapego por lo terreno, amor por los animales, generosidad sin límites y esa maravilla de escuchar sus historias, muchas de las cuales fueron aventuras inverosímiles que solo a él le pudieron haber ocurrido.

Con un sentido del humor inacabable y una picardía a flor de piel, departir con él era una permanente fiesta. Su anecdotario da para un libro que podría intitularse ‘De cómo vivir la vida sin joder a nadie’, porque siempre dio más de lo que recibió y con una perspicacia sin límites, cosechó amistades de toda índole quienes solo tienen palabras de gratitud y reconocimiento.

Y es que esa bonhomía no se da en espíritus grises y contaminados. A pesar de sus posiciones extremas en muchísimos casos, sabía respetar a los demás y lograba que hasta sus escasos malquerientes se rindieran ante su personalidad avasalladora y sus ocurrencias que eran capaces de hacer estallar de la risa a sus enconados contradictores.

Fue un prolífico empresario, fundador y forjador de docenas de compañías además de socio de otras muchas que iban desde exportadoras de ataúdes, de carne en pie -alguna vez el gobierno de Gadafi le solicitó no sé cuántos miles de ovejos que consiguió por toda América, los embarcó y no los dejaron entrar a su destino- hasta un hotel en San Andrés -el Casablanca-, constructoras como Holguines, financieras como Finanza, almacenes como Benetton y Dólar Fifty, de fincas y ganados aquí y acullá , una importadora de licores y mil negocios más.

Pero también incursionó en los toros y en política. En esta última de la mano de Álvaro Gómez Hurtado y después fue muy cercano a Álvaro Uribe Vélez habida cuenta que el padre de este -Alberto Uribe Sierra- fue su socio en unas tierras en el Valle.

Se casó con una mujer esplendorosa, Olga Rivera Zamorano -ya fallecida-, tuvo 4 hijos y 10 nietos quienes estuvieron siempre a su lado con fruición y admiración y a los 84 años partió a encontrarse con quien fue el amor de su vida.

El domingo, después de un fin de semana de evocaciones y cuando quise regresar a Cali desde mi mediagua, se perdieron las llaves del pichirilo. Una brigada de 8 personas las buscaron por cielo, mar y tierra y no aparecieron. Consultada mi bruja de cabecera me dijo que si había muerto recientemente alguien muy cercano y ante la respuesta afirmativa, me aseguro que era una broma de quien había pasado a mejor vida.

Así que le solicito a Meimbercito la inmediata devolución -o aparición- de mi llavero, para que ambos descansemos en paz.

***

P.D.: Los dueños de la Hacienda Chontaduro -contrario a lo expresado por Sirirí en columna pasada- afirman que ellos también han sido víctimas de las invasiones que tienen asolado el sector limítrofe entre Cali y Jamundí.

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