Devuélveme las llaves
Con un sentido del humor inacabable y una picardía a flor de piel, departir con él era una permanente fiesta.
La noticia aunque la esperaba me cayó como una puñalada. Bien sabía que con su partida se iba algo muy importante de mi vida como eran los mejores recuerdos y vivencias de estos últimos años en los que compartí a su lado unas cátedras inacabables de amistad sincera, desapego por lo terreno, amor por los animales, generosidad sin límites y esa maravilla de escuchar sus historias, muchas de las cuales fueron aventuras inverosímiles que solo a él le pudieron haber ocurrido.
Con un sentido del humor inacabable y una picardía a flor de piel, departir con él era una permanente fiesta. Su anecdotario da para un libro que podría intitularse ‘De cómo vivir la vida sin joder a nadie’, porque siempre dio más de lo que recibió y con una perspicacia sin límites, cosechó amistades de toda índole quienes solo tienen palabras de gratitud y reconocimiento.
Y es que esa bonhomía no se da en espíritus grises y contaminados. A pesar de sus posiciones extremas en muchísimos casos, sabía respetar a los demás y lograba que hasta sus escasos malquerientes se rindieran ante su personalidad avasalladora y sus ocurrencias que eran capaces de hacer estallar de la risa a sus enconados contradictores.
Fue un prolífico empresario, fundador y forjador de docenas de compañías además de socio de otras muchas que iban desde exportadoras de ataúdes, de carne en pie -alguna vez el gobierno de Gadafi le solicitó no sé cuántos miles de ovejos que consiguió por toda América, los embarcó y no los dejaron entrar a su destino- hasta un hotel en San Andrés -el Casablanca-, constructoras como Holguines, financieras como Finanza, almacenes como Benetton y Dólar Fifty, de fincas y ganados aquí y acullá , una importadora de licores y mil negocios más.
Pero también incursionó en los toros y en política. En esta última de la mano de Álvaro Gómez Hurtado y después fue muy cercano a Álvaro Uribe Vélez habida cuenta que el padre de este -Alberto Uribe Sierra- fue su socio en unas tierras en el Valle.
Se casó con una mujer esplendorosa, Olga Rivera Zamorano -ya fallecida-, tuvo 4 hijos y 10 nietos quienes estuvieron siempre a su lado con fruición y admiración y a los 84 años partió a encontrarse con quien fue el amor de su vida.
El domingo, después de un fin de semana de evocaciones y cuando quise regresar a Cali desde mi mediagua, se perdieron las llaves del pichirilo. Una brigada de 8 personas las buscaron por cielo, mar y tierra y no aparecieron. Consultada mi bruja de cabecera me dijo que si había muerto recientemente alguien muy cercano y ante la respuesta afirmativa, me aseguro que era una broma de quien había pasado a mejor vida.
Así que le solicito a Meimbercito la inmediata devolución -o aparición- de mi llavero, para que ambos descansemos en paz.
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P.D.: Los dueños de la Hacienda Chontaduro -contrario a lo expresado por Sirirí en columna pasada- afirman que ellos también han sido víctimas de las invasiones que tienen asolado el sector limítrofe entre Cali y Jamundí.