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Contundencia

¿Estamos volviendo al pasado? ¿Dónde están los resultados de las investigaciones de la Fiscalía? ¿Quién está amenazando y, sobre todo, qué están haciendo las autoridades para acabar de una buena vez este horror? Es hora de que el nuevo Presidente exija y tome partido.

16 de julio de 2018 Por: Andrés Felipe Carmona B. / Reportero de El País

A Iván Duque hay que decirle y repetirle todos los días que calme este país. Que se aleje de los comentarios malintencionados de esos tantos que se envalentonaron con el regreso al poder, convencidos de que este puede volver a ser un país de pocos, de élites, excluyente, en el que los líderes sociales son asesinados y los periodistas amenazados.

Hay que pedirle que se aleje pero que, además, los condene, enfrente con vehemencia esta matazón infame y se muestre radicalmente contra cualquier forma de amenaza y represión. Que exija investigaciones y respuestas precisas sobre quién está amenazando y por qué están sembrando de nuevo terror en Colombia.

¿A quién -y para hacer qué- le conviene esta sensación de represión y desgobierno que se está sintiendo en el país? Lo recordó el procurador Fernando Carrillo en las últimas horas: “Donde no existe libertad de prensa está totalmente coja la lucha contra la corrupción y la violencia”.

Duque es el nuevo presidente y tiene la responsabilidad pero, además, la obligación de velar por un Estado de derecho en el que quepamos todos, los que lo apoyan y los que no, con garantías para que los opositores sigan haciendo control político y los periodistas puedan denunciar la corrupción y los excesos de poder. Solo así se construye futuro.

El nuevo presidente es un liberal incómodo para muchos en su mismo partido, que lo ven como un hombre demasiado joven para ser independiente. Y no faltan los que, esperanzados en su juventud, confían en que no gobernará, en que mirará hacia otro lado, concentrado en lo que le gusta, la economía, quizá, pero desentendido de lo grave que está ocurriendo en Colombia: el asesinato sistemático de líderes sociales, el desgobierno en El Catatumbo y Tumaco, el desencanto de excombatientes ante el inconcluso proceso de paz que se les ha vuelto excusa para regresar al monte, y las amenazas que estamos viendo a diario.

Juan Manuel Santos entrega una Nación con un complejo panorama de orden público y siete mil o más guerrilleros desmovilizados. Eso no se nos puede olvidar. Pero tampoco se nos puede olvidar que ante las falencias en la implementación de los acuerdos, el rearme o la reconformación de grupos ilegales es innegable. ¿Qué va a hacer Duque al respecto?

¿Estamos volviendo al pasado? ¿Dónde están los resultados de las investigaciones de la Fiscalía? ¿Quién está amenazando y, sobre todo, qué están haciendo las autoridades para acabar de una buena vez este horror? Es hora de que el nuevo Presidente exija y tome partido.

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