Las razones por las cuales Colombia se retiró hace cinco años de Unasur no han cambiado. Sin embargo, poco sorprende la decisión del presidente Gustavo Petro de reintegrase al grupo, en el que quedan apenas seis de los doce países que en principio la conformaron. La Cumbre de Mandatarios realizada en Brasil fue el marco en el que se dio el anuncio y el espacio donde se pretendió dar un espaldarazo a Nicolás Maduro, lo que suscitó el rechazo de algunos asistentes.

Con Luiz Inácio Lula da Silva como anfitrión, en Brasilia se reunieron los presidentes de Colombia, Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, así como los de Ecuador, Bolivia, Guyana y Venezuela, mientras la gran ausente fue Dilma Rouseff de Perú, remplazada por su Primer Ministro. La Cumbre, de carácter informal, buscaba impulsar la reintegración suramericana, afectada en los años recientes por diferencias políticas e ideológicas entre sus gobernantes, así como por la situación venezolana.

Ahora que en varias naciones del continente se han impuesto gobiernos con tendencia socialista y de izquierda, era lógico buscar ese acercamiento, así como darle un nuevo aire a Nicolás Maduro, y a su régimen chavista, aislado del contexto internacional en la última década y blanco de las críticas por sus prácticas dictatoriales, la degradación de los derechos humanos y las condiciones extremas a las que se ha llevado a los venezolanos. Esas, precisamente, fueron las razones principales para el retiro de Colombia de la Unión de Naciones Suramericanas, en el año 2018.

El cambio en la dirección de las relaciones entre Colombia y Venezuela desde la llegada de Petro al poder, que incluye la reinstalación de los nexos diplomáticos y la reapertura de las fronteras, así como el apoyo del mandatario colombiano al cese de los bloqueos y del aislamiento internacional del país vecino, abrió las puertas también del regreso a Unasur. Poco importa que sea un organismo en decadencia, del que se fueron en su momento Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay y Perú, y al que acaban de volver Argentina y Brasil. O que ninguna de las condiciones que suscitaron el retiro haya cambiado.

Además de ese reimpulsó que se le ha querido dar a Unasur, sorprendió en la Cumbre el discurso de Lula Da Silva en el que calificó de “narrativa construida” el autoritarismo de que se acusa a Venezuela. La reacción del presidente Luis Lacalle de Uruguay criticando a su homólogo brasileño era de esperar; no así la de Gabriel Boric, el izquierdista presidente de Chile quien con claridad dijo que “no es una construcción narrativa, es una realidad seria” y que él mismo la ha comprobado en las historias de los miles de migrantes venezolanos llegados a su país.

La Cumbre concluyó con la firma del Consenso de Brasilia, en el que se habla de impulsar la integración regional, su compromiso con la democracia, los derechos humanos y la justicia social, así como el respeto por la no intervención en asuntos externos. Es decir, lo usual en reuniones de esa clase donde hay más cantos a la bandera que acciones concretas. Y quedó en claro que la intención de Lula da Silva, de seguro respaldada por Petro, al convocar a la reunión, fue abrir un espacio para la ‘rehabilitación’ diplomática de Nicolás Maduro y del régimen venezolano. Por ello la armó a su medida.