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Tras seis meses de guerra

Hoy, ese intento va en la destrucción sistemática de ciudades, pueblos, infraestructura y todo lo que pueda ser liquidado. Y el poderío ruso está enfrentado a un ejército con la moral alta, con una capacidad sorprendente para resistir y atacar, además de estar respaldado por Occidente.

28 de agosto de 2022 Por: Editorial .

Más de cien mil soldados de ambos bandos y miles de civiles muertos y otro tanto más heridos, millones de seres humanos desplazados, decenas de ciudades destruidas y un final incierto, son apenas el asomo del daño causado por la invasión de Rusia a Ucrania, su antiguo aliado y hermano. Esa es una pequeña parte del balance que deja una guerra iniciada hace seis meses por razones aún inexplicables, cuyo desenlace dejará enormes cicatrices en el intento por construir una convivencia entre las naciones del mundo.

Aún no se sabe la verdadera razón por la cual Vladimir Putin ordenó la invasión de su vecino, el pasado 24 de febrero, la que sus cálculos estimaron que duraría unas pocas semanas y culminaría con la rendición de Ucrania. Por el contrario, la ofensiva del que es considerado el segundo ejército más poderoso del planeta se encontró con una formidable respuesta de quienes consideró inferiores, debiendo replegarse y cambiar sus planes para evitar una derrota humillante.

Hoy, ese intento va en la destrucción sistemática de ciudades, pueblos, infraestructura y todo lo que pueda ser liquidado. Y el poderío ruso está enfrentado a un ejército con la moral alta, con una capacidad sorprendente para resistir y atacar, además de estar respaldado por Occidente. Pero el terror y la incertidumbre siguen siendo la amenaza para la nación ucraniana que lucha contra su invasor que se empeña en doblegarla con la violencia y sufre la amenaza de una conflagración nuclear en la planta de Zaporiyia.

Según la secretaria general de asuntos políticos de la ONU, 5614 civiles han muerto y 7946 han quedado heridos, en tanto más de siete millones han quedado sin hogar o han debido desplazarse a los países vecinos. “El mundo ha sido testigo de graves violaciones del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario cometidas sin apenas rendir cuentas”, afirmó Antonio Guterres, secretario general de la entidad creada para evitar las guerras y hoy está impotente.

Y a pesar de las sanciones que Occidente le ha impuesto a Rusia, la guerra sigue su curso. Es la otra confrontación que se mueve en las esferas económicas, una especie de pulso entre el régimen de Putin y el mundo democrático. Ahora se inicia la temporada invernal, y Europa sentirá los rigores de la escasez del petróleo y el gas rusos, lo que pondrá a prueba la decisión de apoyar a Ucrania y de imponer drásticas medidas de orden económico y financiero a Rusia que, la verdad sea dicha, no ha producido los efectos que de ellas se esperaba. Más aún, cuando China demuestra su intención de apoyar al régimen de Vladimir Putin manteniendo sus puertas abiertas al intercambio económico aunque por ahora no se involucra en la guerra.

Así, Ucrania sigue padeciendo los horrores de una guerra que la destruye, a la espera de una solución que parece remota. Y el mundo debe hacer frente a la escasez de los alimentos y recursos que produce esa parte del mundo y presenciar el pulso de Occidente con Rusia y el regreso de la guerra fría con la amenaza de una guerra nuclear que pende sobre su destino.

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