¿Tierra de nadie?

Cinco personas asesinadas el pasado sábado en una discoteca de la vereda El Mango de Argelia, departamento del Cauca, entre los cuales se cuenta un líder social. Ese es el último resultado de muerte que deja la guerra entre los grupos que se disputan el que es el municipio con mayor área de cultivos de coca en ese departamento, y epicentro de la violencia del narcotráfico en la última década.

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23 de nov de 2020, 11:55 p. m.

Actualizado el 24 de may de 2023, 12:42 a. m.

Cinco personas asesinadas el pasado sábado en una discoteca de la vereda El Mango de Argelia, departamento del Cauca, entre los cuales se cuenta un líder social. Ese es el último resultado de muerte que deja la guerra entre los grupos que se disputan el que es el municipio con mayor área de cultivos de coca en ese departamento, y epicentro de la violencia del narcotráfico en la última década.

Antes de eso, y en cuestión de una semana fueron asesinados otros cinco jóvenes, mientras algunos insisten en justificar esos hechos en mentirosas razones políticas. Las calles de Argelia, sus corregimientos y veredas parecen ser tierra de nadie donde sólo se habla de coca y sus habitantes se acostumbraron al dominio de los criminales que reparten dinero o plomo a discreción. Allí, como en otras regiones del Pacífico, del Catatumbo o del Chocó, la Fuerza Pública no da abasto en su combate a las decenas de organizaciones criminales que se disputan el control territorial y la explotación del delito como fuente de ingresos.

Además, con frecuencia se presentan en ese municipio asonadas contra los funcionarios que tratan de imponer el orden y erradicar a los bandidos. Ayer, un grupo de soldados y miembros de la Fiscalía fueron atacados cuando allanaron una casa y encontraron las armas con las cuales supuestamente se cometió la masacre, además de $300 millones en efectivo. Luego de amarrarlos, se dieron a la fuga con el botín, lo que de por sí demuestra hasta dónde se ha perdido el respeto por la ley y por la autoridad legítima.

Lo de Argelia parece ser el más crudo ejemplo de lo que ocurre en el sur del país. Su dominio ha sido motivo de frecuentes y terribles disputas entre el Eln, las antiguas Farc, y ahora las organizaciones de disidencias de ese grupo o las múltiples bandas de forajidos financiados por los carteles mexicanos y colombianos. Son décadas en las cuales se han escrito páginas y páginas de crónicas y relatos de testigos y víctimas, de policías y soldados que han narrado la manera en que arriesgan sus vidas y en muchos casos son rechazados por las comunidades.

Una vez más hay que reclamar al Estado, en especial al Gobierno Nacional, que se tomen las medidas que sean necesarias y permitan recuperar a Argelia y al sur del Cauca para la legalidad, la única manera de devolverle la paz y la tranquilidad a esa martirizada región. Es decir, que se haga uso de las facultades excepcionales que contempla la Constitución Nacional para enfrentar lo que es un ofensivo y mortal desafío al ordenamiento jurídico que ocasiona una sangría sin final donde ciudadanos del común y autoridades pierden sus vidas a manos de criminales de todos los pelambres.

Lo contrario es aceptar que nada puede hacerse y que debemos acostumbrarnos a tan afrentoso destino, algo inaceptable en un país en el cual se supone que rige un Estado de Derecho y muchos dirigentes políticos tienen la palabra paz a flor de labio. Allá existe un estado de guerra donde la barbarie impuso el narcotráfico, y muchos ciudadanos pretenden defender ese lamentable espectáculo de desconocimiento y desafío a la autoridad legítima.

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