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Tiempo de reformas

Es el momento de tomar decisiones para purificar la Justicia y la actividad del Estado de lo que le impide actuar con transparencia y eficacia para resolver los problemas de los ciudadanos y atender su voz.

30 de septiembre de 2018 Por: Editorial .

En el Congreso de la República está de moda la palabra reforma. Quizás por los alarmantes resultados de las encuestas sobre favorabilidad, por el respaldo, el rechazo o el interés de los colombianos en sus instituciones, en dos meses se ha presentado la más variopinta gama de propuestas para cambiar la constitución y las leyes.

Son cinco o más iniciativas las que presentó el Gobierno Central para combatir la corrupción en todos los ámbitos de la actividad nacional, en atención al sorprendente resultado de la consulta popular sobre la materia. También deben reconocerse las presentadas por el Ejecutivo sobre la Justicia, que tiene ya propuestas alternativas de varios partidos, la que se refiere a la necesidad de cambiar la política y otras tantas que aguardan su turno en el Legislativo.

La reforma política tuvo esta semana su momento, cuando en la Comisión Primera del Senado se le dio el primer debate a las tres propuestas que se han conocido. Entre las más notorias están la del Gobierno presentada no bien posesionado, la de la oposición y una o dos más que fueron presentadas por los partidos que no pertenecen a esas dos características y que tienen la mayoría en esa célula legislativa.

En esas propuestas se han visto de nuevo algunos asuntos que son indispensables, como terminar el voto preferente que destruyó a los partidos, la consolidación de estos y la financiación estatal para evitar los dineros mal habidos o de quienes tienen interés en desviar la actividad del Estado en su propio beneficio. Hay otros que sobran, como el bajar a 16 años la edad para tener derecho a elegir, un innegable asalto clientelista. Y hay otros más que no parecen gozar del favor de los ponentes, como el final de la circunscripción nacional para el Senado, una de las raíces de la corrupción y el desorden en la política.

Es decir, pareciera que estamos en la época de la reconstrucción del Estado, modificando el ordenamiento jurídico pero manteniendo la misma constitución que ha padecido decenas de reformas desde su expedición en 1991. Eso demuestra la gran preocupación que despiertan los reclamos de la ciudadanía, su rechazo terminante a las prácticas corruptas y a los vicios que afectan la actividad de las instituciones, y el interés por sintonizarlas con las realidades que vive Colombia.

Bienvenido este tiempo de reformas, siempre que haya orden, que lo que se consiga vaya en bien de la Nación y no se convierta en oportunidad para imponer mecanismos que le aseguren el poder a las maquinarias clientelistas. Es el momento de tomar decisiones para purificar la Justicia y la actividad del Estado de lo que le impide actuar con transparencia y eficacia para resolver los problemas de los ciudadanos y atender su voz.

Es el momento para devolerles la credibilidad y la legitimidad, a la política y a los organismos del Estado. Para ello es indispensable ordenar el proceso reformista que se ha iniciado y evitar que los escándalos y los intereses de quienes representan las instituciones que serán objeto de cambios hagan fracasar lo que sin duda es una necesidad en Colombia, el fortalecimiento de nuestra democracia.

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