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Solidaridad con Mocoa

Sin conocerse aún la dimensión de la tragedia que padecen la población de Mocoa y el departamento de Putumayo, Colombia tiene que movilizarse en su apoyo. Es el momento para desplegar la solidaridad que reclama una porción de nuestra Nación.

2 de abril de 2017 Por: Editorial .

Sin conocerse aún la dimensión de la tragedia que padecen la población de Mocoa y el departamento de Putumayo, Colombia tiene que movilizarse en su apoyo. Es el momento para desplegar la solidaridad que reclama una porción de nuestra Nación.

Las imágenes muestran por sí solas el tamaño de las avalanchas que cayeron sobre esa ciudad, enclavada en la mitad de la selva y punto importante del sur del país. El tamaño de las rocas que pasaron por encima de los barrios centrales y los relatos de muchos de los supervivientes sirven para entender el desastre que se produjo en la noche del pasado viernes, cuando la naturaleza embistió sin contemplaciones a una comunidad que ya descansaba de sus labores diarias.

Hasta ahora, la cifra de muertos supera los doscientos mientras los heridos, en número semejante, son atendidos ya en hospitales del Huila o del Cauca. Sin embargo, es imposible saber con exactitud cuántas personas desaparecieron, arrastradas por las corrientes de la avalancha o sepultadas bajo las miles de toneladas de tierra, piedras y destrozos que dejó el fenómeno.

Los testimonios parecen sacados de una novela de ficción. Ríos y quebradas, que le daban vida a la capital del Putumayo, se transformaron en furias desatadas que arrasaban en la noche todo lo que estuviera en sus cercanías. Así desaparecieron barrios enteros, mientras el centro de la población y sitios como la galería fueron destruidos, dejando una estela de terror que tomará mucho tiempo asimilar y mucho más sanar las dolorosas heridas que deja en miles de familias.

Por supuesto, también habrá necesidad de evaluar las causas de la tragedia. Aunque los informes hablan de un invierno intenso como nunca en la zona donde nacen los ríos y quebradas como motores de la tragedia, no puede dejarse de lado el efecto que tiene la intervención del hombre en la zona, que se debe sumar a las consecuencias de un cambio climático impulsado por el calentamiento global.

Y debe revisarse también el cumplimiento de las normas sobre prevención de desastres que en muchos municipios del país son letra muerta. Aunque era imposible de prever la dimensión de la avalancha, también es cierto que existió imprevisión, permitiendo que se construyera en zonas de peligro según los mapas de alto riesgo. Es la misma amenaza que padecen cientos de municipios colombianos y de lo cual no parece existir conciencia.

Co esas advertencias hoy hay que reclamar el apoyo de los colombianos con nuestros compatriotas de Mocoa. La ciudad quedó sin servicios, su vida institucional y económica ha sido arrasada, y aunque el Gobierno Nacional ha hecho presencia desde el primer momento con el presidente Juan Manuel Santos a la cabeza, son miles de personas, hombres, mujeres, niños, las que quedaron sin techo, con sus familias destrozadas por la tragedia y sin un futuro claro.

A ellos debe dirigirse el esfuerzo del país. Es el momento para la solidaridad y la generosidad con quienes padecen la tragedia, con quienes necesitan del apoyo emocional y material de la Nación para superar el desastre y volver a construir su vida y su ciudad.

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